Por Héctor Gambini
Cuando el espía Allan Bogado fue acusado por el Pacto con Irán, su defensor fue un agente de la SIDE que compartía estudio jurídico con funcionarios y dirigentes kirchneristas de primera línea.
Hay un espía perdido hace ocho años. Un espía que admitió serlo después de que Nisman lo identificara como tal, pero que quedó sin dueño.
Un espía inorgánico (que cobra en negro y no figura en las planillas oficiales por los famosos “fondos reservados” de Inteligencia) que decía responder a un jefe que no lo reconoció y además lo denunció por espía falso.
Ahí se perdió en la niebla del caso del Pacto con Irán, donde sigue imputado junto a Cristina Kirchner y otros funcionarios y dirigentes kirchneristas de armar una trama para encubrir a los iraníes que volaron la AMIA en 1994 (85 muertos).
El sobreseimiento que dictó sobre ellos el Tribunal Oral Federal 8 aún no está firme: será confirmado o rechazado por la Cámara de Casación próximamente.
Nuevos testimonios en la causa por la muerte de Nisman le dan ahora a Ramón Allan Bogado, aquel espía fantasma, un cuadro de pertenencia.
Son evidencias claras de que efectivamente era espía y se movía amparado por el sector interno de la SIDE más cercano al kirchnerismo en el momento en que hallaron muerto a Nisman: el que lideraba el director de Reunión Interior, Fernando Pocino.
Bogado dijo que su jefe era Antonio Stiuso, enfrentado a Pocino, empoderado por Néstor Kirchner y echado por Cristina en diciembre de 2014, justo un mes antes de que Nisman fuera hallado muerto en su departamento de Puerto Madero.
Stiuso dijo que él no era su jefe y denunció a Bogado por tráfico de influencias.
Pero tras la muerte de Nisman y cuando Cristina Kirchner y otra docena de imputados fueron procesados por el juez Claudio Bonadio, el abogado defensor que apareció en la causa al rescate del espía Allan Bogado fue… otro espía de la SIDE con más de 30 años de carrera en Inteligencia, que trabajaba en el ala más kirchnerista del organismo.
Este agente-abogado (su nombre se mantiene en reserva por la Ley de Inteligencia) era hombre de confianza de Pocino dentro de la SIDE y no estaba solo.
Según confirmó Clarín, compartía estudio jurídico (lo hizo durante siete años) con dos figuras ultra K como Juan Martín Mena (también denunciado por Nisman en el Pacto con Irán, ex subdirector de Inteligencia y actual viceministro de Justicia de la Nación) y Víctor Hortel, el ex funcionario a cargo de las cárceles que creó la agrupación de presos kirchneristas Vatayón Militante.
Además de compañero de oficina, Mena fue jefe de este agente en la SIDE.
De las nuevas declaraciones del caso surge algo más: cuando hallaron muerto a Nisman en su departamento, este abogado-agente habló más de 30 veces con otro espía que era jefe de la custodia de Oscar Parrilli, en ese momento el director de la SIDE que también acababa de ser denunciado por Nisman por el Pacto con Irán.
En 2015, Nisman argumentaba que Bogado respondía directamente a Cristina, entre otras cosas, porque aparecía en las escuchas dándole a Luis D’Elía las mismas indicaciones sobre cuestiones vinculadas a Irán que por vía separada le daba Parrilli.
Igual que ahora, Parrilli era Cristina.
De acuerdo a los testimonios que pudo reconstruir Clarín -más de 60 ex agentes de la SIDE vienen declarando en los últimos meses por el asesinato de Nisman-, el estudio que el abogado-espía compartía con Mena y Hortel estaba en la calle Rivadavia al 700 de la ciudad de Buenos Aires y también había formado parte de él Héctor Masquelet, un hombre muy cercano a Aníbal Fernández que había sido viceministro de Justicia en 2009 y falleció en 2016.
En blanco sobre negro: el espía denunciado por Nisman de coordinar con los iraníes la impunidad del ataque a la AMIA siguiendo órdenes de Cristina tiene como abogado defensor a otro espía que compartía oficinas con dos reconocidos dirigentes de Cristina y uno de Aníbal Fernández.
Allan Bogado fue varias veces a ese estudio jurídico de personajes K.
Después de decir que trabajaba para Stiuso, fue a defenderse con un hombre de Pocino.
Ocho años después, el espía perdido tiene dueño.
Bogado ha dicho públicamente que trabajaba en el área de Reunión de la SIDE y que su jefe era Stiuso.
Es contradictorio. Stiuso era director de Operaciones. El director de Reunión era Pocino.
Pocino trabajaba con un asesor al que valoraba y mantenía en su equipo de la base operativa de la SIDE en Palermo: el abogado que compartía estudio con Mena y Hortel.
Cuando Nisman estaba muerto en su departamento y aún no se sabía, Pocino recibió llamadas de espías que estaban en la calle un domingo de enero.
Él estaba en Pinamar y reportaba a Mena con quien ese día habló doce veces en 5 horas, antes de que hallaran el cuerpo de Nisman.
Ahora se sabe que ambos eran contactos estrechos del abogado-espía que después aparecería defendiendo a Allan Bogado.
Pocino era su jefe directo en la SIDE. Mena, además, era su compañero de estudio jurídico.
En ese contexto, Pocino y Mena eran Cristina, la presidenta a quien Bogado, según Nisman, respondía directamente en el armado de la impunidad a los iraníes acusados de volar la AMIA.
Mientras Nisman estaba muerto y aún no se sabía -el 18 de enero de 2015-, Pocino hablaba también con César Milani, jefe de la inteligencia paralela del Ejército.
A las 13.45, Pocino llamó a Milani y hablaron durante 7 minutos.
Los espías que declaran ahora por la muerte de Nisman afirman que Bogado les aseguraba que también hacía trabajos para Inteligencia del Ejército.
Clarín confirmó que estos datos que revelan los vínculos K del único agente de la SIDE denunciado en el Pacto con Irán llegaron a la Justicia recién en los últimos 45 días.
Los vínculos de Bogado con la SIDE y los dirigentes K, ocho años después, parecen darle la razón a Nisman, que ubicaba a Bogado como un agente vinculado a La Cámpora cuya tarea era oficiar de puente entre el gobierno de Cristina y los iraníes que buscaban impunidad -a cambio de petróleo- para los terroristas.
Y hace trizas el relato K acerca de que Bogado no era lo que Nisman decía que era.
El kirchnerismo en pleno buscó despegarse de Bogado durante todos estos años.
Los nuevos testimonios refuerzan la idea de que los imputados por el Pacto con Irán insisten con no ir a juicio -lo consiguieron en una inédita decisión de jueces que ya beneficiaron al kirchnerismo en otros fallos- para no arriesgarse a escuchar a más de 300 testigos que podrían abrir ventanas inesperadas sobre la trama aún oculta de aquel Memorándum de Entendimiento favorable a los acusados de volar la AMIA.
Fuente Clain