LA HABANA, Cuba. — Por desgracia, se ha hecho realidad la previsión que expresé el pasado día 12, en estas mismas páginas de CubaNet, sobre el juicio al prominente disidente ruso Vladímir Kará-Murzá. En aquella oportunidad, parafraseando al inmenso escritor y pequeño político Gabriel García Márquez, expresé que, ante la despiadada acusación formulada contra el valiente opositor ruso, sólo correspondía hacer la “crónica de una sanción anunciada”.
Pero forzoso es reconocer también que la duración de la pena decretada este lunes por el tribunal que lo juzgó sorprende por su brutalidad. Los jueces de Putin, en el paroxismo de la ferocidad y la abyección, han tenido a bien imponerle, al agudo crítico del dictador que los manda, ¡un cuarto de siglo de privación de libertad! ¡Los mismos veinticinco años que interesaba para él la Fiscalía!
La desmedida duración del castigo ahora decretado me ha llevado a recordar la época ya tan lejana en que yo estudiaba leyes en Moscú. La especialidad era el Derecho Internacional, pero en los años iniciales de la carrera también éramos examinados —entre otras cosas—sobre las diferentes ramas de la legislación interna soviética.
Y uno de los aspectos en los que insistían nuestros profesores de Derecho Penal era en la limitación de la pena máxima de privación de libertad: como regla, diez años, plazo que, sólo en casos de delitos especialmente graves, podía extenderse hasta quince (No obstante, conviene recordar que continuaba vigente la pena de muerte, que, aunque no tanto como en los tiempos de Stalin, seguía aplicándose con bastante frecuencia).
¡Pero ahora los jueces de Putin echan a la basura aquellos principios que recalcaban quienes nos instruían! ¡Imponen al acusado exactamente la misma sanción interesada por el Fiscal! ¡Ni siquiera se dignaron (por aquello de aparentar un poquito de imparcialidad) rebajar uno o dos añitos de los muchos solicitados por el acusador público!
De hecho, el castigo ahora ordenado se destaca, por la notable diferencia en el número de años de prisión, a los impuestos apenas en 2022 a otros opositores rusos destacados. En los casos de Alexéi Navalny e Ilyá Yashin, el dictador y sus amanuenses de la represión legal condenaron a nueve años o poco menos. ¡Pero ahora han triplicado la duración de la sanción! Esto constituye una prueba evidente del grado de desesperación que embarga a Putin y a su entorno.
Le asiste toda la razón del mundo al colega Alexánder Podrabínek cuando, en su comentario sobre la sanción terrorista impuesta a Kará-Murzá, expresa: “En lo que atañe a la represión política, el país ha retornado no a los tiempos de Brézhnev, de Andrópov o de Jruschov; se ha lanzado de cabeza a la época de Stalin, con sus penas de 25 años impuestas en base a las fantasías del NKVD (Comisariado Popular de Asuntos Interiores) sobre actividades contrarrevolucionarias”.
La reacción que tuvo el propio inculpado al enterarse del nuevo atropello putinesco es digna de ser citada. Salvando las distancias, la serenidad mostrada por el opositor ruso me hizo recordar la brillante ocurrencia del presidente Ronald Reagan a los cirujanos que iban a operarlo de las heridas de bala ocasionadas por John Hinckley Jr. “Espero que todos ustedes sean republicanos”, les dijo.
El comentario de Kará-Murzá, aunque no muestra igual sentido del humor, no está exento de sorna, y sí evidencia análogo nivel de ecuanimidad: “¡Mi autoestima se ha elevado! ¡Me percato de que he estado actuando de manera correcta!”, dijo. O como expresó la abogada María Eismont: El castigo implica un “alto reconocimiento” a la labor de su defendido.
La condena internacional a esta nueva barbaridad perpetrada por el régimen que encabeza Vladímir Putin no se ha hecho esperar. El Reino Unido (país cuya ciudadanía ostenta también Kará-Murzá) convocó al Embajador del país eslavo para expresar su rechazo. “La falta de compromiso de Rusia con la protección de los derechos humanos fundamentales, incluyendo la libertad de expresión, es alarmante”, reza una declaración de James Cleverly, secretario de Asuntos Exteriores británico.
Un documento análogo emitido en Washington por el Departamento de Estado se expresa en términos similares: “Estados Unidos condena la sentencia de prisión de 25 años impuesta a Vladímir Kará-Murzá por pronunciarse en contra de la guerra de agresión desatada por el Gobierno Ruso contra Ucrania”.
En ese contexto, desentona la cordial acogida brindada en Brasil, ¡este mismo lunes!, a Serguéi Lavrov, máximo representante internacional de la dictadura putinesca. Considero deplorable que el gobierno de un país democrático tan grande como Brasil escoja un momento como este para un acto tal, que implica un reconocimiento a Rusia y sus políticas.
También me parece una enormidad la ocurrencia que tuvo el presidente brasileño al aludir, el pasado domingo en Abu Dhabi, a “dos naciones que habían decidido ir a la guerra”. Con ello, como resulta obvio, se coloca en un mismo plano a la agresora (Rusia) y a la atacada (Ucrania). ¡Como si una y otra tuviesen el mismo grado de culpa!
Actuaciones y declaraciones de este tipo, perpetradas cuando un hombre digno como Kará-Murzá es enviado a prisión por un cuarto de siglo, demeritan en grado extremo a los “socialistas del Siglo XXI”, de los que Luiz Inácio (Lula) da Silva es un representante destacado.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org