LA HABANA, Cuba. – Se veía venir, pero no por eso el malestar es menor. Tampoco es que la mayoría de los cubanos estén conscientes de lo que esa decisión supone, porque en este país casi nadie quiere saber de nada. En las calles, la gente más o menos informada lo resume con una frase: “otra vez los rusos están metidos aquí”; pero lo cierto es que nunca se fueron. Se mantuvieron a media distancia jugando la partida a su favor, condonando el 90 por ciento de la mega deuda que Fidel Castro había adquirido con la Unión Soviética, concediendo créditos que Cuba no podría pagar, extendiendo prórrogas y enviando donaciones de combustible e insumos para añadir al cuantioso débito financiero el peso sofocante de las deudas morales.
Y aquí estamos, tratando de digerir la noticia de que el gobierno entreguista y profundamente anticubano de Miguel Díaz-Canel ha cedido tierras en usufructo y libres de impuestos a empresas rusas, para su explotación durante 30 años. No se sabe qué tierras les regalaron, ni qué van a hacer los rusos con ellas, pero el negocio está en marcha, así como el descabellado proyecto de permitir la circulación del rublo en un país que pasó de la dualidad monetaria, supuestamente con el objetivo de fortalecer el peso cubano, a un escenario económico tan pobre e inestable que hoy dentro de la Isla, además de la inservible moneda nacional, circulan el dólar, el euro y la moneda libremente convertible (dólar electrónico).
Dentro de poco lo hará también el rublo, con el cual lo cubanos podrán comprar en el gran mercado que los rusos planean abrir en La Habana, para venderle a un pueblo pobre y mal alimentado lo que no puedan venderles a India o China, las dos potencias que han ayudado al Kremlin a sortear las duras sanciones impuestas por Occidente en respuesta a la invasión de Ucrania.
Mientras los nostálgicos del CAME y la “prosperidad” de los años 80 esperan latas de spam, el régimen importará tecnología rusa libre de aranceles y permitirá a los camaradas llevarse los beneficios de vuelta a la dacha, un privilegio del cual no goza ningún otro empresario extranjero con inversiones en la Isla.
Las consecuencias económicas derivadas de la invasión a Ucrania han obligado a Rusia a mover los hilos de la geopolítica. Quien crea que las tierras usufructuadas son para sembrar es ingenuo o cómplice de ambas dictaduras. Pero en caso de que realmente sean utilizadas con fines agrícolas, no será para aliviar el hambre nacional.
A los insulares les tocará ver cómo el régimen de continuidad brinda a una potencia extranjera el trato preferencial que no concede a sus propios campesinos, ni a emigrados cubanos interesados en hacer producir la tierra que los vio nacer.
Rusia va a zambullirse en Cuba porque quiere que Estados Unidos sepa que va en serio, y que si la OTAN insiste en acercarse a sus fronteras, el Kremlin también se acercará a las costas estadounidenses desde su atalaya en el mar Caribe. Justo en medio queda el pueblo cubano, que pronto empezará a sufrir, con mayor rigor, las consecuencias del apoyo al régimen de Vladímir Putin, enemigo de Occidente.
Mientras Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel regalan la Isla a pedazos, los verdaderos apátridas justifican esta violación a la soberanía cubana argumentando que no es lo mismo entregarla que dejársela arrebatar. Este tipo de razonamiento, que funciona a conveniencia de la élite en el poder, corrobora que el castrismo jamás ha sido antimperialista. No ha sido más que un alborotador de baja estofa, una amenaza a Estados Unidos, que insiste en pasarle la mano, suavizar restricciones y permitir que reciba millones de dólares que, en un futuro muy próximo, podrían terminar en las arcas de Moscú para seguir financiando la guerra en Ucrania, que es una guerra contra Occidente.
Resulta extraño que la dependencia de Rusia se incremente poco después de que el Gobierno cubano permitiera nuevamente el depósito de dólares en efectivo, aun a riesgo de que se “estanquen” como ocurrió en 2021, pues no había manera de depositarlos en bancos extranjeros por culpa del “bloqueo”. Boris Titov, al parecer, descubrió cómo hacer circular ese dinero enmohecido en las bóvedas castristas, ofreciendo a cambio tecnología agrícola, baratijas y el depreciado rublo.
Tres bancos rusos han manifestado interés en operar dentro de la Isla, y su objetivo no puede ser otro que la recaudación de divisas. Así, las remesas de la emigración cubana, despojada de sus derechos ciudadanos y exprimida hasta la última gota por la dictadura, también financiarán la destrucción de Ucrania, mientras la Casa Blanca sigue poniendo paños tibios y Josep Borrell prefiere hablar del apoyo de la Unión Europea a las nuevas mipymes, que cumplen la función de un enorme lavadero de dinero para el castrismo.
Con las principales potencias occidentales lavándose las manos ante el avance de Rusia sobre Cuba, no queda más remedio que darle a Putin lo que pida. El Kremlin, necesitado de alianzas y siendo el sugar daddy de los barrigones del PCC, ha venido a cobrar. A esta Isla, que al parecer no ha sido humillada lo bastante, le ha llegado el momento de arrodillarse.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org