Por Ricardo Roa
En un vuelco de esos tan de nuestra justicia, dice que Cristina no tiene nada que ver con Báez. Como Borinsky, que también favoreció a la vice, tienen un amigo en común: Sergio Massa.
En el largo parloteo del mitín del clamor K en la plaza, Cristina omitió una palabra que supo usar y es posible que vuelva a usar, viniera o no viniere al caso: lawfare. Pasó que justo el día anterior al acto, recibió el milagroso pedido de sobreseimiento de parte de un fiscal al que había tratado de destruir y no había podido destruir: Guillermo Marijuan.
Marijuan fue principal impulsor de la causa de la Ruta del Dinero K, en la que el juez Casanello trabajó con el freno de mano puesto. Allí se condenó a 12 años de prisión al hombre que gracias a los Kirchner pasó de empleado bancario raso a contratista del Estado multimillonario: Lázaro Báez. Se había convertido en empresario un mes antes de que Kirchner llegara al poder y se hizo tan rico que sólo a Suiza fugó al menos 55 millones de dólares a través de Panamá y el Caribe.
Marijuan identificó unas 400 propiedades a nombre de Báez, de las que Báez sólo tenía declaradas 26. Todos recuerdan al enérgico fiscal de las topadoras en la Patagonia, buscando en las estancias de Báez la plata enterrada de la corrupción y de la que, aparte del gran ruido escenográfico, no encontraron nada.
Pero, de repente, Marijuan cambió de opinión, al menos en lo que tiene que ver con Cristina. Si hay una escena de la corrupción kirchnerista que compite codo a codo con los bolsos voladores de José López, es la de los hijos de Báez contando y apilando fajos de dólares en La Rosadita, una cueva de Puerto Madero. Marijuan decía que tenía claro, como lo tiene claro cualquier persona normal, del común nomás, que si hay lavado de dinero es porque hay dinero para lavar. Un protagonista central de esta historia, el valijero Fariña, que trabajaba para Báez, lo dijo sin vueltas: Báez era testaferro de los Kirchner. En otra causa, la de Vialidad, esos negocios turbios de Báez con los Kirchner han sido absolutamente probados.Imagen de 2012 de las cámaras de seguridad de la finaciera SGI. Le decían La Rosadita y se lo ve Martín, el hijo de Lázaro Baez contando plata
A veces la ética va debilitándose con la edad, al igual que otras virtudes. Marijuan ya no podrá citarse a sí mismo. Más bien tendrá que plagiar a los kirchneristas que defendían a Cristina de sus acusaciones. El fiscal dice ahora que no pudo comprobar que Cristina haya participado de las maniobras de lavado de Báez, con el que ella habló 372 veces por teléfono, según comprobó el propio Marijuan, que, sin embargo no cree que haya que investigarlo. ¿De qué hablaban? ¿Añoranzas de los años compartidos en Santa Cruz?
En un vuelco del destino, de esos tan de nuestra justicia, Cristina no tiene nada que ver con nada. Es más, Báez, más que un lavador, es un evasor. Cómo hizo para tener tanta plata para evadir, pertenece al reino de los misterios. Y si es por Marijuan, seguirá plantado en ese mundo. No hace falta entrar en detalles. Son cosas que hablan cada vez a más gente cada vez más claro. ¿Qué mejor cosa para justificar la corrupción que conseguir hacerla pasar como algo sin importancia? Y ajena a la pobreza y a la decadencia del país.
El fiscal Campagnoli fue el primero en investigar a Báez luego de La Rosadita y las revelaciones de Fariña y Federico Elaskar. Este no es lugar para contar toda la historia, pero fue algo así. Báez denunció irregularidades en la causa y la complicidad de la jefa de los fiscales, Gils Carbó, lo avaló. Un clásico de esos años. Acusaron a Campagnoli de abusar de su poder y lograron suspenderlo. Le iniciaron un jury; Marijuan lo defendió. Cristina ordenó entonces a Gils Carbó arremeter contra el propio Marijuan y Eduardo Taiano, a quienes separó de dos fiscalías especiales. Había uno más en esa lista negra: era Alberto Nisman, a quien querían bajar de la UFI AMIA. Enterado, Nisman regresó rápido de España y la denunció. Cuatro días después apareció muerto con un tiro en la cabeza.
Después de su dictamen a favor de Cristina, Marijuan quiso hacer creer que no había nada raro en su cambio de posición. Pero hay cosas que prueban que hasta hace muy poco no pensaba como piensa ahora. Una: pidió que se rechazara el sobreseimiento presentado por Cristina con el argumento de que no se habían cumplido medidas de prueba pedidas por él, como las llamadas con Báez.El fiscal Marijuan en 2016 cuando se paseaba por El Calafate realizando allanamientos. Buscaba propiedades no declaradas por Lázaro Baez. Foto: Maxi Failla
La otra ocurrió el mismo mes de marzo pasado, cuando en la avant premiere de una película en el shopping DOT, se topó con el juez de Casación Mariano Borinsky. “No me gustó nada lo que hiciste”, le dijo Marijuan delante de un testigo incómodo, amigo de los dos: el juez de la Corte Ricardo Lorenzetti.
Marijuan echaba espuma por la boca por un fallo de Borinsky y la jueza K Angela Ledesma, que habían favorecido a Cristina en la causa de la Ruta del Dinero K de la misma forma en que, de pronto, la favorece él: interpretaron que Báez lavó dinero de evasión fiscal y no de la corrupción. Marijuan ahora dice lo mismo o casi lo mismo: su diferencia es formal, que eso no puede probarse.
Marijuan y Borinsky tienen un gran amigo en común: Sergio Massa. Marijuan empezó a escalar con Massa en el mismo rubro: lo previsional, anotado esto sin segundas intenciones. Llegó en 2002 a la UFISeS, Unidad Fiscal para la investigación de Delitos de la Seguridad Social, en sencillo, el área de las jubilaciones y pensiones, de la mano de Eduardo Duhalde, que en ese momento ponía en la ANSeS, casualmente a Massa. Se podrá negar cualquier cosa, pero nunca que amigos son los amigos. No es esto lo que niegan Massa y Marijuan. Lo que niegan es algo que necesariamente deben negar: que hayan cocinado el dictamen juntos.
También se puede decir que Cristina festejó más la inesperada retractación de Marijuan que el aniversario de la asunción de su marido al poder. Es obvio. Viene al caso, si se quiere, una frase de Christopher Hitchens en su extraordinario ensayo La Victoria de Orwell. Dice: “La política es relativamente poco significativa, mientras que los principios, de alguna manera, permanecen, al igual que los pocos individuos irreductibles que se mantienen leales a ellos”.
Fuente Clarin