Por Alejandro Borensztein
Esta semana Cristina le indicará a su tropa cuál es el candidato que deben votar.
Desde la época de la Alianza Anticomunista Argentina, la inolvidable Triple A, el peronismo no creaba una ONG con un nombre tan facho como el que acaban de presentar: Unión por la Patria. Una delicia. Ideal para acompañar con un añejo Insfrán o un Capitanich bien fresco.
Esto no significa que la idea de “unión” sea mala ni mucho menos la de Patria, pero el maridaje de ambas cosas al servicio de un proyecto electoral con espíritu autocrático, suena medio facho. Da pelito corto engominado. Onda Vaca Narvaja, ese muchacho que está de embajador argentino en China representando a China.
En realidad, Unión por la Patria es el clásico nombre de partido político que, de haber podido, hubieran fundado Videla, Massera y todos los indultados por el gobierno peronista del que formaron parte Néstor, Cristina, Alberto, Parrilli y tantos otros (siempre es lindo recordarlo). Es importante hacer memoria y rescatar estos datos de la historia para que las nuevas generaciones sepan lo que hicieron nuestros actuales dirigentes del campo nacional y popular cuando fueron abducidos por los extraterrestres y convencidos de hacer cosas raras. Luego se les borró de la cabeza, como suele sucederle a todos los abducidos.
El logo de Unión por la Patria es, obviamente, una escarapela. De haber estado Suárez Mason le hubiera agregado un par de bayonetas cruzadas que seguramente a Milani le hubiesen encantado, pero se ve que no se animaron.
Si lo olemos bien, el nuevo nombre también tiene un perfumito montonero. En el fondo, hay una historia en común. Los líderes de aquella otra ONG peronista, como Firmenich, Galimberti o Abal Medina provenían de la ultraderecha católica de los años 60. Muchos eran tacuaras, algunos eran neonazis y todos hubieran calificado en un casting para una película de la Segunda Guerra como extras de las juventudes hitlerianas, pilotos de la Luftwaffe, etc. Era gente que se dedicaba a patear judíos por la calle hasta que un día se dieron cuenta de que era mucho mejor negocio ir a correrlo a Perón con el cuento de la Patria socialista y así fundaron Montoneros.
Imagínese amigo lector, querían que Perón los condujera hacia una Patria socialista y terminara con lo que ellos definían como “la democracia burguesa”. Como el viejo no les daba el gusto, primero le mataron a Rucci y luego fueron a exigírselo con el dedito en alto.
El General se hinchó las pelotas y en pleno acto del 1 de mayo de 1974, desde el mismísimo balcón de la Rosada, los trató de “estúpidos” e “imberbes” y los rajó de la Plaza y del peronismo. Ya de vuelta en su despacho, le guiñó el ojo a López Rega y le dijo “resolveme este problemita”. Así se fundó la Triple A y de ese modo se cerró el círculo vicioso.
Lo curioso del asunto es que quienes provienen de aquel pasado montonero borraron estos hechos de sus memorias y hoy cantan la marchita apasionadamente como si acá nunca hubiese pasado nada. Otros que fueron abducidos por los extraterrestres. Se ve que los ovnis hacen milagros.
Dejando esto para los revisionistas y mirando hacia el futuro nos vamos a encontrar con que esta semana Cristina levantará su mano derecha y señalará con su dedo mágico al candidato que sus feligreses deberán votar. Y allá irán a votarlo felices, como fueron con Scioli en 2015 y con Alberto en 2019.
La decisión surgirá de un amplio consenso en una ceremonia ultra secreta de la que participarán Ella, su hijo y algún otro que servirá los brebajes y prenderá los inciensos. En realidad, lo que ellos presumen como una escena fundacional revolucionaria, no deja de ser un sketch de Sofovich. De hecho, así engendraron a este Alberto protagonizado por Rolo Puente.
Lo ideal sería que Cristina se señale a sí misma y sea Ella la candidata, pero parece que esta vez tiene un mal pálpito y prefiere que vaya otro. No vaya a ser cosa que después tenga que andar reconociendo derrotas, algo que ella jamás haría. Perdió cinco elecciones y nunca las reconoció ni saludó al vencedor. Le ganó De Narváez en 2009, Massa en 2013, Macri en 2015, Esteban Bullrich y Gladys González en 2017 y un ejército de ilustres desconocidos en 2021. ¿Vale la pena dejar plantado al sexto? Por las dudas, el dedo que mece la cuna señalará a otro gentil dócil.
¿Se lo merecería Massa? Claro que sí. Ya bajó la inflación de 8,4% a 7,6%. Un verdadero crack. Tal vez no tenga el perfil de lo que Cristina llamó “candidato de la generación diezmada”, pero si entramos a revisar entre sus amigos empresarios, benefactores y demás, algún diezmo seguramente vamos a encontrar.
Previendo que algunos se nieguen a ver en Massa ese flor de cuadro revolucionario latinoamericano que todos conocemos, Cristina deberá pensar una alternativa. Si descartamos a Máximo porque no le da el pinet y a Kicillof que está atornillado en La Plata, todo indicaría que el preferido es un tal Wado De Pedro. Un muchacho absolutamente desconocido que tiene el enorme mérito de, hasta ahora, no haber hecho nada mal. Tampoco hizo nada bien porque básicamente no hizo nada.
El tipo es un militante que una mañana se levantó, se miró al espejo y dijo “hoy me desperté con antojo de ser presidente” y allá va. En eso se asemeja a Manes o a Milei. De la nada a la Casa Rosada directo, como si fuera tan fácil. No administraron ni una pizzería y ya quieren administrar un país.
Lo más curioso del asunto es que tanto Massa como De Pedro se presentan como furiosos opositores al gobierno de Alberto del cual uno es el ministro de economía y el otro es el ministro del interior. Si lo contás afuera no te lo creen.
La maniobra de intentar despegar al kirchnerismo del actual gobierno kirchnerista es una de las aventuras más desopilantes de nuestra historia moderna.
Para entender el fenómeno hay que reconocer que Cristina se empeñó en que su cuarto gobierno sea el mejor pero tuvo tanta mala suerte que terminó siendo el peor. Ella fue rajando a todos los ministros leales a Alberto (Solá, Losardo, Trotta, Arroyo, Bielsa, Kulfas y otros) y los reemplazó por propios (Soria, Ferraresi, Mazzina y tantos más). A Guzmán lo apoyó en la renegociación con los bonistas (estaba a su lado el día del anuncio) mientras lo apuraba en la negociación con el FMI. Al final lo rajó justamente por ambas negociaciones reemplazándolo por Batakis. Solo la aguantó 23 días y designó a Massa a quien llama todas las noches para preguntarle en privado si consiguió más plata del FMI, mientras en público los putea. Maneja todas las cajas del Estado Nacional, el PAMI, la ANSES, los servicios de inteligencia, Aerolíneas, YPF y todas las áreas de energía. Se hizo todo lo que Ella quiso, incluido lo más inolvidable: defender los glaciares de las garras de Pfizer. Costó decenas de miles de muertos pero allá está, intacto e imponente, el Perito Moreno que los americanos querían remolcar hasta Oklahoma.
Estamos a días de que Ella vuelva a decidir y baje su mensaje celestial. Esta vez con cuestionamientos. A estribor se le acerca peligrosamente la lancha de Scioli y a babor intenta abordarla el bote para inundaciones que usa Grabois. No importa. Ella impondrá su dedo, el mismo que hace cuatro años usó para señalar una concesionaria y en lugar de entregarle un auto le mandaron un vendedor.
Ese extraño e indomable dedo que transformó el cuarto gobierno kirchnerista en el peor de la historia democrática argentina, el que alguna vez eligió a Cobos, designó a Boudou, lo puso a Zannini para marcar a Scioli, impulsó a Aníbal en la provincia y le cedió el sillón a Alberto.
Algunos peronistas dicen que ya es hora de que se guarde el dedito pero es inútil, ya nada podrá detener la habitual ceremonia de ungimiento.
En pocas horas Cristina levantará coreográficamente su brazo y, bajo el redoble de los tambores, apuntará con su dedo para hacer lo que hace siempre. Elegir como el orto.
Fuente Clarín