LA HABANA, Cuba. — Un contenedor de 22.000 kilogramos de cajas de pollo enviado por Apacargo Express o Air Cargo Express Services desde Miami hacia La Habana en menos de 30 días cuesta 38 500.00 dólares estadounidenses (USD), es decir, un poco más de siete millones y medio de pesos cubanos al cambio en el mercado informal (el único donde es posible adquirir la moneda estadounidense). Esta cifra representa el salario mensual acumulado durante más de 130 años por un médico o un ingeniero cubanos. Aun así, estos envíos son las opciones “más económicas” que usan las mypimes para obtener este producto.
Un contenedor similar, de 40 pies, pero importado por la comercializadora Travel Más o por Chen Development, ambas desde Panamá, sale en poco más de 2 USD el kilogramo de pollo, por lo que la libra del producto en las calles cubanas no es rentable venderla por debajo de los 200 pesos cubanos si, al menos, se desea recuperar la inversión.
No obstante, el precio final que paga el consumidor minorista en la Isla es el resultado de la multiplicación por tres y hasta por cinco de ese precio inicial al que los “nuevos actores” de la economía “socialista” debieron agregar los costos de impuestos, más el traslado y almacenamiento de las cargas, igual cobrados en dólares por instituciones y empresas estatales que bien han sabido sacar su buena tajada de un negocio que, por la gran inversión que requiere, evidentemente no pudiera ser emprendido por cualquier ciudadano “de a pie”, ni siquiera por aquellos que cobren los más altos sueldos, en una escala salarial oficial donde el más “afortunado” no sobrepasa los 10.000 pesos mensuales, es decir, 50 USD, que lo ubicarían a nivel mundial entre los peores casos de miseria extrema.

Igual que con el pollo sucede con todo lo demás que importan las mypimes, que están en ese giro que hasta ayer fuera casi exclusivo de las llamadas “mulas” y que el gobierno se lo apropió para su beneficio.
Por eso sucede lo mismo incluso con aquellas mypimes menos conocidas y que se han enfocado en las llamadas “ventas de garaje” porque les permiten evadir impuestos, aun cuando algunas compran las pacas de ropa usada a entre 1.5 y 2 dólares por kg, incluso en los Estados Unidos, usando a la empresa española NSV Exportación y Suministro como principal proveedora, de acuerdo con la promoción en redes sociales de la propia entidad.
Hasta ahí da la sensación de que la economía cubana despega, gracias a los “nuevos actores”, y que todos, como parte de una cadena de proveedores, importadores, vendedores y clientes finales, participan en ese “resurgimiento” del mercado interno. Pero está muy lejos de ser así.

Si se revisan detalladamente los grupos en redes sociales donde se promueven estos negocios, se hace evidente que no son tantos los “particulares” que adquieren estos contenedores (no solo de pollo sino, además, de cerveza, harina de trigo, arroz y otros productos, incluso de azúcar importada desde Colombia, vía Panamá), sino apenas un pequeño grupo compuesto por no más de diez personas, algunas de las cuales, a juzgar por sus teléfonos de contacto, no residen en Cuba, mientras otros son apenas intermediarios de estos.

El resto, es decir, la gran mayoría, son apenas intermediarios de los intermediarios, hasta finalizar en el intermediario que lleva a los más solventes la sobrevalorada jaba de pollo hasta la puerta de la casa.
Se pudiera decir a favor de lo que está ocurriendo que lo de importar contenedores de alimentos y demás productos al menos estaría generando empleos (como intermediarios, revendedores, vendedores minoristas y mensajeros, por ejemplo) y de ese modo “mejorando” la situación de los cubanos, pero se hace evidente en nuestras calles y barrios que la miseria, lejos de retroceder, cada día se acrecienta, y con ella los males sociales causados en gran medida por la desesperación de obtener a como dé lugar esa cantidad de dinero necesaria para sobrevivir en ese escenario “idílico” de mypimes que comienzan a reemplazar a las tiendas en MLC.

Lo que está sucediendo es la imposición absoluta de un mercado donde participa apenas una élite con acceso a la divisa, la mayoría radicada en el exterior o a la sombra del poder, y que para nada pretende extenderse a esa zona de bajo poder adquisitivo que abarca casi la totalidad de la sociedad cubana, porque no es su objetivo, que en realidad es el de proveer al régimen de una entrada regular de divisas frescas, al mismo tiempo que se crea y fortalece ese núcleo de “empresarios” en el exterior y en el interior, muy interesados en que las cosas jamás cambien en Cuba, en tanto la crisis a perpetuidad les favorece. A fin de cuentas, la mayor parte no vive en Cuba a tiempo completo, pero ganan lo suficiente con ella.
No importa lo que más tarde suceda con el pollo, el arroz, la harina de trigo o la cerveza; con los autos importados o con los electrodomésticos. No importa si, ya puestos en Cuba, se venden o se pudren en los almacenes: el negocio es importar, mientras las empresas estatales cubanas cobran por la intermediación y la logística.
No hace mucho, el dueño de una de estas que pudiéramos llamar “mypimes intermediarias” me contaba sobre cómo el alto costo de las mercancías que adquieren no les permite poner precios que se adapten más a la realidad de los salarios en Cuba, y que hasta se han dado varios casos en los que ha sido preferible desechar y quemar la carga de alimentos perecederos, que necesitan congelación (como las carnes y derivados) porque no encuentran compradores o porque el proceso de venta ha sido demasiado lento y los productos se han echado a perder por la falta de condiciones de almacenamiento.
Es decir, que la vieja fórmula de aumentar la oferta para bajar los precios no se está cumpliendo para nuestra retorcida realidad, aun cuando la demanda no disminuye al menos en el extremo de la cadena donde nos encontramos probablemente más del 80 por ciento de los cubanos y cubanas dispuestos a comprar alimentos, pero sin la solvencia financiera necesaria para adquirirlos.

En realidad, esa mayoría del pueblo cubano que depende de un bajo salario, a pesar de tanto alimento mosqueado en las “mypimes”, continúa sobreviviendo a costa del muslito de pollo “de la libreta” una vez al mes y de las croquetas de harina que le llenan la barriga, pero no le alimentan. O delinquiendo y saltándose la ley a diario para lograr hacer los 10.000 pesos de una caja de pollo que sabe no bajará de ese precio ni aún estando “a la patada”, porque quien la compró en dólares, al cambio de 1 x 200 en la calle, prefiere comérsela o echarla a la basura antes que “regalarla”.
Es este otro de los tantos fenómenos que, sin dudas, han sido producidos por el “ordenamiento” y que luego el “ordenamiento del ordenamiento” agravó, con la diferencia de que ahora, al reemplazar aquellas impopulares tiendas en MLC por las mypimes importadoras-revendedoras, el régimen ha encontrado cómo transferir gran parte de la culpa del desastre a los “particulares”, aun cuando es evidente que son las propias empresas estatales del régimen, y las propias mypimes aupadas por él, las que están a la cabeza de un negocio que solo beneficia a una élite, esa que prefiere quemar y desechar antes que vender a bajos precios, y que, además, prefiere importar antes que producir, a pesar de que es la misma que burlonamente le dice a quienes no pueden comprar, por causa de los bajos salarios, que solo tendrán abundancia cuando sean capaces de producirla.
Fuente Cubanet.org