Por Eduardo van der Koy
Los resultados de las elecciones provinciales muestran una reprogramación del mapa político en la Argentina. Y un inédito retroceso peronista desde la vuelta de la democracia. En esa aridez y golpeado por la crisis económica que no da respiro, tiene que salir a buscar votos.
Sergio Massa ha iniciado en el tramo final de la campaña hacia las PASO el experimento de intentar aglutinar al peronismo histórico. Dejando de lado, de modo circunstancial, al kirchnerismo que decidió encumbrarlo como candidato después de haber fracasado con la nominación de Eduardo De Pedro. El ministro de Economía, más allá de la inquebrantable voluntad, recoge las evidencias de la enorme dificultad de su tarea.
La semana pasada visitó San Juan, donde Juntos por el Cambio dio la sorpresa el primer domingo de julio y doblegó al peronismo que todavía gobierna. Quizás el contexto lo indujo a pronunciar una frase fatídica. El único saldo recordable que quedó de la visita: “Voy a ser el presidente que derrote a la inflación”, prometió. Hace un año que en su condición de ministro viene superando récords con el alza del costo de vida.
En las últimas horas resultó más prudente durante su paso por Mendoza. Se recostó en los perjuicios de la herencia macrista y en el golpe provocado por la sequía. Difícil descubrir si esa prédica, a esta altura, penetra. Estuvo frente a un auditorio propio, fiscalizado por la senadora cristinista Anabel Fernández Sagasti, aunque con entusiasmo módico. Comprensible: el peronismo unido quedó tercero en las PASO de junio. Cuarto en la cantidad individual de votos. El senador radical Adolfo Cornejo logró el 26,7%. Su retador Luis Petri, ahora precandidato a vice de Patricia Bullrich, el 17,4%. Omar De Marchi, diputado del PRO que armó rancho aparte, el 20%. Omar Parisi fue el peronista más votado con el 6,8%. Añadiendo a otros tres competidores, el PJ logró escalar al 15%.
También Massa pasó por San Luis en un momento histórico. La caída del gobernador Alberto Rodríguez Saá a manos de un conocido suyo, Claudio Poggi, que encabezó un frente donde convergieron radicales y macristas. Ex mandatario provincial entre 2011-15, se terminó cruzando de vereda. Por muy pocas horas, el ministro candidato no se topó con Bullrich. Logró esquivar una escaramuza articulada en la calle contra la pre candidata opositora. Inspirada, según portavoces poggistas, por el gobernador Alberto, embarcado en estas horas en ciertas reformas legislativas que apuntarían a retener cuotas de caja y de poder
.
En campaña, el ministro-candidato Sergio Massa visitó una empresa en Mendoza. Fue junto al candidato a gobernador del oficialismo, Omar Parisi, quien viene de sacar el 6,8% en las PASO. Foto Orlando Pelichotti
Las excursiones del ministro-candidato suceden en una coyuntura en que se observa una reprogramación del mapa político en la Argentina. Con un inédito retroceso peronista en estos 40 años de democracia. Ha resignado bastiones que, en otro tiempo, hubieran representado un paisaje angelado para cualquier postulante oficialista. Ahora se estaría asemejando mucho más a una travesía del desierto. Por la aridez, la ausencia de frescura y la necesidad del arreo de la gente.
El último mazazo llegó el domingo en Chubut, donde el senador Ignacio Torres doblegó al intendente de Comodoro Rivadavia, Juan Pablo Luque, que había hecho todos los deberes políticos. Unificó detrás suyo al peronismo. Vituperó en campaña al actual mandatario, Mariano Arcioni, antiguo pollo de Massa. Su gestión resultó insalvable. Torres será, después de Horacio Rodríguez Larreta, el primer dirigente del PRO en comandar un distrito en representación de Juntos por el Cambio. El último no peronista había resultado el radical Luis Lizurume. Dejó su cargo en 2003.
Massa tendría pensado para el final de su campaña al territorio patagónico. Alguna complacencia podría recoger en Río Negro y Neuquén, donde el Frente Renovador coló en la alianza de Rolando Figueroa, victimario del Movimiento Popular Neuquino (MPN).
No sólo el retroceso peronista complica aquellas excursiones. También un contexto económico que vuelve a sacudirse pese al tiempo y la tranquilidad que el ministro-candidato supuso haber ganado con la comunicación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El dólar volvió a registrar un ascenso súbito y las mediciones de las consultoras privadas ofrecen un anticipo negro: sólo en la última semana de julio el índice de precios habría subido 3,3%. Se terminaría, justo en vísperas de las PASO, la fantasía de la curva inflacionaria descendente que en junio se había clavado en 6%. Redondeando un 50,7% en lo transcurrido del 2023.
Aquellas recurrentes intranquilidades económico-financieras tienen inevitable correspondencia política en Unión por la Patria y sus vecindades. El ministro-candidato debió modificar el fin de semana una recorrida en La Matanza por las disputas existentes allí entre el kirchnerismo, detrás del intendente Fernando Espinoza, y el Movimiento Evita, que patrocina en la interna a Patricia Cubría, diputada provincial, mujer de Emilio Pérsico, funcionario del ministerio de Desarrollo Social que conduce Victoria Tolosa Paz.
Un rival que lo incomoda más de lo esperado
En el conflicto bonaerense influye otra figura que cada día incomoda más a Massa. Se trata de Juan Grabois, el dirigente social amigo del Papa Francisco, que volvió a criticar al ministro-candidato por su acuerdo con el FMI. Pudo existir una subestimación política del ex intendente de Tigre: conjeturó que como postulante de una declamada unidad aislaría a su rival interno y sellaría el riesgo de cualquier fisura posible. No estaría ocurriendo.
Existe constatación, en ese plano, que las cosas no sucederían como las había pensado. Malena Galmarini, su esposa, titular de AySA, candidata a la intendencia de Tigre, se metió en la interna. “Votar a Grabois es tirar el voto”, declaró. Aunque tendió un puente: “Nosotros tenemos que explicarle a Juan que en muchas de sus ideas estamos de acuerdo”, suavizó.
Alicia Kirchner recibió este martes a Juan Grabois en Santa Cruz. El rival de Sergio Massa en la interna del oficialismo busca votos K duros. Foto Gobernación de Santa Cruz
Massa redobló esfuerzos. Volvió a pedirle una colaboración a su viejo amigo, Amado Boudou. Días pasados le había aconsejado que dejara de hablar en público sobre las tratativas con el FMI. Ahora le solicitó una ofensiva contra Grabois. La disciplina del ex vicepresidente condenado por corrupción, terminó por desatar un escándalo en uno de los tantos nichos kirchneristas. Soberanxs, foro donde convergen la ex embajadora en Caracas, Alicia Castro, Gabriel Mariotto y del cual Boudou fue miembro fundador.
Los tiempos cambiaron. Su ataque a Grabois y la defensa del FMI concluyeron con su expulsión. Puede que la historia no haya terminado. Felisa Miceli también integra aquella mini-organización. La ex ministra de Economía acaba de considerar que el acuerdo con el FMI “es una noticia positiva”. Resaltó además “el trabajo que ha hecho el equipo económico”. Las horas dirán si la sangre seguirá fluyendo hacia el río del progresismo kirchnerista.
Los recorridos de Massa nunca están exentos de trastornos. Maquina el desembarco en Santa Fe con dos contrapesos. La paliza que allí sufrió el peronismo de parte de Juntos por el Cambio. Su propio compañero de fórmula, Agustín Rossi, que incluso naufragó en las PASO con su delfín para la intendencia de Rosario, Roberto Suckerman. Tantas desventuras lo indujeron a dejar para después de las PASO la visita al Chaco. La gobernación se definirá en septiembre luego de la derrota que el peronismo sufrió en las PASO.
Allí estuvo el lunes Alberto Fernández. En medio del escándalo que sigue sacudiendo a la provincia por el crimen de Cecilia Strzyzowski, ensalzó a Jorge Capitanich. Casi con idéntico entusiasmo que alguna vez lo hizo con el formoseño Gildo Insfrán. La duda, en esta instancia, sería saber si el apoyo presidencial ayuda o perjudica, definitivamente.
Fuente Clarin