Por Carlos Pagni
Javier Milei alumbró, con su triunfo, a una nueva Patricia Bullrich; sólo por yuxtaposición, la moderó; ella puede tentarse con endurecerse y competir por los votantes de La Libertad Avanza
oda elección es un sistema. Los candidatos son lo que son, pero también lo que los demás le permiten ser. Desde el domingo pasado, Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa cambiaron de significado. Por el resultado que obtuvieron. Por la relación que ahora cada uno establece con los otros dos vértices del triángulo. Y por otra razón muy relevante: la aceleración que adquirió la crisis económica desde el lunes configura un contexto distinto para cada postulante. Quiere decir que en el próximo tramo de la campaña, que se extiende hasta el 22 de octubre, Milei, Bullrich y Massa están obligados a reinventarse.
Milei ha sido embellecido por el éxito. No sólo ganó. Además, le fue mejor de lo que esperaba, lo que tiene un efecto emocional estimulante. El viernes por la tarde, cuando habló con el consultor Federico Aurelio, pensó estar en 27%. Pero el domingo sacó 30%. Hay varias causas por las que puede aspirar a crecer. Una de ellas ha sido detectada en otras democracias en las que candidatos que juegan por fuera o en contra del sistema, consiguen superar un nivel de votos razonable. Muchos ciudadanos que se inhibían de votarlos por corrección política, casi por vergüenza, salen del armario electoral. Se suman a lo que ya se convirtió en moda. Pasó con Jair Bolsonaro en Brasil y con Donald Trump en los Estados Unidos. Los expertos agregan que, una vez que se dio ese paso, no se vuelve atrás. ¿Quiénes son estos conversos? ¿Gente que no fue a votar o que votó a otro? Difícil descifrarlo. Sólo se sabe que el martes al mediodía esta nueva ola ponía a Milei, según insinuaban algunas encuestas a medio hacer, en alrededor del 37% de intención de voto. El economista es el principal tema de conversación en la polis.
Es posible que al líder de La Libertad Avanza se le abra otro espacio para expandirse: el de la fiscalización. La especialista Ana Iparraguirre aventura que, por no haber tenido quien custodiara su voto en muchísimas urnas, podría haber perdido 5% de los votos.
Sin embargo, el principal impulsor al que Milei debe confiar su ascenso es la crisis económica. En las encuestas su nombre se mueve con el blue y con la inflación. Su jefe de campaña, por lo tanto, es Massa, con su desordenada devaluación. La Argentina está asistiendo a lo que dicen los manuales: una depreciación del tipo de cambio realizada por un gobierno débil, que acaba de salir tercero en las elecciones, que carece de plan fiscal y de disciplina monetaria, está condenada a agravar aquello que pretende corregir. El lunes, con un salto del 22%, la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el contado con liquidación se redujo de 92% a 69%; pero el martes llegó a 72% y ayer cerró en 81%. El dólar paralelo paso en ese lapso de 685 pesos a 780 pesos. La Libertad Avanza.
Milei puede tener, como contrapeso de estos vientos favorables, una restricción: que haya gente que votó por él como una expresión testimonial, pero que, al ver que se acercó demasiado al ejercicio del gobierno, ahora se retrae. De existir ese grupo, debería ser mínimo. Nadie se priva de la alegría de un triunfo.
Los resultados del domingo afectaron la identidad de Patricia Bullrich más que la de cualquier otro candidato. En el plano cuantitativo, su fuerza salió derrotada frente a las expectativas: Juntos por el Cambio quedó segundo detrás de Milei. Además, hay una alteración sustantiva: Bullrich representaba el verdadero shock de cambio ortodoxo en la medida en que carrera de Milei parecía una quimera. Pero Milei sacó 7 millones de votos y Juntos por el Cambio 6,7 millones. Con un detalle relevante: de esa suma, Bullrich solo tiene 4 millones escriturados a su nombre. El resto los ganó Horacio Rodríguez Larreta. Es lógico, por lo tanto, que Bullrich se haya propuesto, como primera tarea para la nueva etapa, fidelizar el voto de Larreta. Es lo que intentó hacer ayer en la reunión que ambos mantuvieron en el Jardín Botánico. Un esfuerzo que deberá blindarse frente a las balas perdidas que siguen cruzando el aire del Pro cuando ya terminó la interna. Mauricio Macri, por ejemplo, afirmó anoche, dialogando con Luis Majul y Pablo Rossi en LN+, que la pérdida de votos del domingo se debió a que Larreta había desdibujado la oferta del partido. Esas declaraciones, que podrían herir a los simpatizantes del alcalde, ¿fueron coordinadas con Bullrich?
Sin embargo, la incógnita más desafiante que debe resolver la candidata de Juntos por el Cambio es conceptual. ¿Qué pretende representar? ¿Cuál es el universo electoral al que pretenderá dirigirse con más énfasis? Milei alumbró, con su triunfo, a una nueva Bullrich. Sólo por yuxtaposición, la moderó. Ella puede tentarse con endurecerse y competir por los votantes de La Libertad Avanza. No tanto por los que votaron a Milei, como por los que el domingo no votaron pero, en octubre, podrían hacerlo. Es decir, Bullrich puede querer que se la vea como una “mileísta de buenos modales”. El problema es que se trata de un oxímoron. El mensaje político de Milei obliga a los malos modales. Por eso atrae.
Bullrich evalúa en estas horas los pros y los contras de comunicar su equipo de gobierno. A pesar de su reticencia a precipitar esa definición, en su entorno circulan nombres que son, como siempre en estos casos, provisorios. Federico Pinedo para la Cancillería, Emilio Monzó para Interior, Ricardo López Murphy para Defensa, Dante Sica para Trabajo, Fernán Quirós para Salud, entre otros. Los decisivos, sin embargo, son estos dos: Carlos Melconián para Economía y Luciano Laspina para el Banco Central. Los empresarios que asistieron a las charlas que ha dado Melconián en las últimas 24 horas aseguran que ya habla como futuro titular del Palacio de Hacienda. Menem, Macri, se va la tercera: ¿llegará? En lo inmediato la cuestión es otra: si Melconián será capaz de desbaratar el sortilegio de la dolarización, surgida de la varita mágica de Milei.
El otro camino que se abre para Bullrich es el que ella pensaba transitar cuando todavía no se conocían los resultados. Cuando se imaginaba, con el margen que le daría ser la gran triunfadora de las primarias, girando al centro. Esta estrategia supone seguir caminando en la dirección que adoptó ayer: seducir a los votantes de Larreta, y después avanzar sobre los desencantados del oficialismo, apostando a que la tormenta económica hará que Massa pierda votos. Dicho en otros términos: Bullrich podría apostar por convertirse en una “kirchnerista de buenos modales”, más parecida a la caricatura de Larreta que a Milei. Y fijarse una meta más modesta que la que imaginó para el domingo que pasó: consolidar su lugar de segunda y, desde allí, apostar a un ballotage. Dilemas para Derek Hampton, el estratega de la candidata, que disfrutó el domingo de una victoria secreta: haber derrotado a su profesor, Jaime Durán Barba, que fue el “Sun Tzu” de Larreta.
El gran enigma que Bullrich debe despejar es si consigue elaborar un mensaje que seduzca a un sector de los que no votaron. Para eso necesitaría recuperar lo que, como afirmó Durán Barba delante de Luis Novaresio, Juntos por el Cambio fue perdiendo: el espíritu del cambio. Esa antorcha hoy está en manos de Milei. Aquí aparece otro problema que apareció el domingo para Bullrich: el atractivo que el candidato de La Libertad Avanza ejerce sobre Mauricio Macri.
Ese encanto tuvo manifestaciones antiguas, pero reverdeció en las últimas horas. En mayo del año pasado, Macri insinuó la conveniencia de sumar a Milei a Juntos por el Cambio. Bullrich adhirió a esa posición. Fue necesario un comunicado formal de la dirigencia de esa coalición para rechazar al líder de la ultraderecha. Milei retribuyó las atenciones de Macri. En numerosas oportunidades atestiguó que fue un gran estadista al que sus colaboradores convirtieron en víctima de sus atavismos ideológicos. Tal vez sea lo que piensa, en el último pliegue de su autoestima, el propio Macri. El domingo a la noche el expresidente, que subió al podio como parte de una liturgia organizada por la candidata vencedora, festejó los votos que obtuvo Juntos por el Cambio y también los que sacó Milei. Hasta ahí no había nada conflictivo. Pero Milei, que no tiene filtro, reveló que en sus conversaciones con Macri había detallado las quejas por las supuestas operaciones que había realizado Bullrich y su esposo, Guillermo Yanco, en su contra. Anoche, en LN+, el expresidente tomó saludable distancia del competidor de Bullrich, aclarando que “le falta experiencia” y que “con la motosierra no alcanza”. Larretismos.
Más allá de la simpatía discursiva que puede inspirar Milei en Macri, el expresidente puede tener una razón muy específica en sostener ese idilio. El único objetivo que no está dispuesto a negociar es el triunfo de su primo Jorge como jefe de Gobierno porteño. Y Jorge Macri necesita capturar a un grupo de vecinos que, pudiendo votar por él, prefirieron a Ramiro Marra, el candidato de La Libertad Avanza. La buena vecindad con Milei está también destinada a esta maniobra proselitista. Sólo el tiempo dirá que destino tienen estas afinidades. Si en vez de Bullrich la carrera la ganara Milei, ¿Juntos por el Cambio permanecería unido? ¿O habría un sector que, liderazgo por Macri, exploraría la creación de una nueva coalición que exprese a una derecha más draconiana? Preguntas demasiado prematuras.
La intimidad de Juntos por el Cambio puede estar sacudida en estas horas por un cimbronazo más concreto. Dirigentes muy experimentados en el manejo de las elecciones de la provincia de Buenos Aires especulaban ayer con que, en un recuento fino de los votos, el candidato a gobernador podría ser Diego Santilli y no Néstor Grindetti. Si eso es así, asimilar esa aritmética puede ser dificilísimo para Bullrich, y también para Macri, que en esta discusión estarían unidos. Quiere decir que la paz familiar en esa coalición sigue amenazada.
El gran consuelo de Juntos por el Cambio es la pesadilla de Massa. Al candidato de Unión por la Patria le toca pedir el voto en medio de una corrida cambiaria y una escalada inflacionaria. Esta circunstancia ya constituye un drama, pero él agrega una complicación más: la de ser el ministro de Economía que debe lidiar con la turbulencia.
Con esa capacidad asombrosa para encontrar que la culpa siempre es de los otros, que sus compañeros de colegio ya habían detectado ante cada derrota futbolística, Massa postergó ayer varias reuniones con este argumento: “Arreglo el despelote que me armó Milei en los mercados y nos juntamos”. Dos premisas curiosas: que el huracán lo desató Milei y que él puede arreglarlo.
La economía comenzó a desbarrancarse hacia nuevas estribaciones debido a una devaluación, pactada con el Fondo Monetario Internacional, en un contexto de gran fragilidad política y ausencia completa de un programa. O, en rigor, en el marco de un programa disparatado, que promete fijar el tipo de cambio con un Banco Central que carece de dólares. Esa estrategia, comunicada de manera informal, se agrava por otra novedad: el lunes pasado, varios bancos decidieron ejercer el derecho que tenían a que el Banco Central les compre a valor nominal los bonos adquiridos al Tesoro. El Central debió emitir 400.000 millones de pesos en un solo día. Quiere decir que a la devaluación inflacionaria se le agrega emisión inflacionaria. Si en vez de una jornada se estudia una secuencia, los números son aterradores. Alfonso Prat-Gay habría afirmado ayer en una conferencia ante un grupo de inversores que desde ahora hasta las elecciones de octubre el Central deberá emitir 7 billones de pesos, destinados a solventar el déficit fiscal, el déficit cuasi fiscal y hacer frente a los bancos que decidan deshacerse de sus bonos garantizados. La base monetaria son 6,5 billones de pesos. Quiere decir que, según estas previsiones, el Estado volcará en dos meses otra base monetaria completa sobre el mercado.
Es muy razonable que, desde el lunes, Massa esté examinando la conveniencia de dejar el Palacio de Hacienda para concentrarse en la carrera electoral. Para eso aprovecharía el desembolso que el Fondo Monetario Internacional está por realizar. Massa lo presentaría como una gran conquista, digna de un viaje a Washington, que será en sí mismo un acto de campaña. Desde aquella capital podría decir “misión cumplida”.
Ayer el diputado Eduardo Valdés, el preferido de Cristina Kirchner, le pidió a Massa que deje el ministerio. Se lo interpretó como una impugnación a su gestión. Si se miraban las pizarras a esa hora sonaba verosímil. Pero Valdés aclaró que lo que él está recomendando es que el candidato de Unión por la Patria asuma el proselitismo a tiempo completo. Astuto, Valdés elogió la devaluación de Massa diciendo que el Fondo le había pedido otra peor, no del 20 sino del 60%. Son detalles.
Lo relevante es que Massa, que se soñó Fernando Henrique Cardoso, que, coronado por el éxito, se proyectó desde el ministerio de Hacienda a la presidencia de Brasil, estudia dejar el cargo antes de convertirse en Fernando Henrique Pugliese. A la sombra de estas especulaciones circulan los nombres del sucesor. A la cabeza de la lista figura Guillermo Michel, quien tiene una sola limitación: es candidato a diputado en Entre Ríos, con la expectativa de ocupar la banca una vez que Gustavo Bordet renuncia a la suya. Michel es un funcionario inteligente, cuyo pragmatismo y audacia inspira descripciones como esta, que, de tan chabacana, es desagradable: “Guille es brillante pero no le hace asco a nada. Es capaz de darle un beso de lengua a un cocodrilo”.
Clave como jefe de la Aduana, Michel habría sido clave en satisfacer un objetivo principal de Massa: dotar a Milei de una estructura que le permitiera enfrentar algunas elecciones relevantes. Por ejemplo, se atribuye a Michel el padrinazgo sobre la candidatura a senador provincial de Sergio “Nono” Vargas por La Libertad Avanza. Vargas es un abogado de Bahía Blanca, que defendió en su momento a Ricardo Echegaray, el ex jefe de Michel en la Aduana. Como Echegaray, Vargas es egresado del Liceo Naval y de la Universidad de Mar del Plata.
Imposible saber si Michel será el sucesor de Massa en Economía. O si la cruz terminará por caer sobre los hombros de Leonardo Madcur o de Gabriel Rubinstein. Por las dudas, Michel consiguió la absolución en una causa que le seguía Elisa Carrió por abuso de autoridad. La firmaron dos camaristas de Casación: Ana María Figueroa, el día antes de cumplir 75 años, y Diego Barroetaveña. No hay derecho suponer que el voto de Barroetaveña corrobore las versiones sobre alguna afinidad con Massa, versión que genera expectativas en el Instituto Patria. El voto de Barroetaveña sigue siendo una incógnita en el caso Hotesur.
La salida de Massa de Economía todavía es un misterio. Más claro parece ser que Eduardo “Wado” De Pedro deje la jefatura de campaña. No tanto por el extrañísimo gesto de haber entregado el comando de su frustrada candidatura a Juan Grabois, el rival al que debía derrotar. Más sospechosos fueron los resultados de Mercedes, la ciudad que gobierna su hermano Juan Ignacio Ustarroz: allí Grabois casi empata la cantidad de votos de Massa. Más otro detalle: Ustarroz sacó 6000 sufragios más que los que obtuvieron las dos listas de Unión por la Patria.
Ningún cómputo será para Massa tan desalentador, sin embargo, como la derrota de su amada Malena Galmarini frente a Julio Zamora, en Tigre. Ahora el candidato a presidente deberá aceptar, y celebrar, que la boleta de Zamora esté pegada con la suya. ¿Otra desgracia para Zamora? Es una broma. Como la que Malena le hizo a Sergio la noche del domingo, cuando lo llamó desde Tigre, y delante de más de diez personas le comunicó: “Perdí por culpa tuya”. Son las señales de una crisis general del peronismo, que tuvo su máxima expresión en el adelantamiento de las elecciones en numerosas provincias. Ese fue el gran corte de boletas. Un corte sin el cual Milei no habría conseguido los resultados del domingo.
Fuente La Nación