
La escena, aunque insólita, va camino de ser postal de Malasaña: un vehículo de alquiler con conductor (VTC), unas escaleras y decenas de curiosos comentando la jugada. Si el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, los chóferes de empresas como Uber y Cabify lo han hecho hasta en cinco ocasiones, o cuatro si el mapa avanza unas calles y se detiene en la plaza de Pedro Zerolo. Pero con el accidente del pasado martes, es la del Dos de Mayo la que se lleva la palma.
Al igual que todos los anteriores, este último tuvo lugar en la vía de entrada a la plaza del Dos de Mayo por la calle homónima, justo de frente al monumento de Daoiz y Velarde. Allí, un Ford Mondeo negro metalizado encalló al terminó del camino peatonal ante el asombro de propios y extraños. El turismo, que tuvo que ser remolcado por los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, dobló por error a la izquierda en el esquinazo entre la calle de La Palma y la del Dos de Mayo, sin advertir de que esta última está restringida al tráfico rodado.
La conductora y el pasajero que llevaba resultaron ilesos, a una hora, cercana al mediodía, en la que por suerte ninguno de los transeúntes de la plaza se vieron alcanzados. Superado el suceso, un usuario de la red social X advertía al perfil de Línea Madrid (la marca municipal que identifica la atención al ciudadano) de la falta de bolardos en una zona peatonal con un colegio y una escuela infantil a menos de 40 metros. «Buenos días, solicitamos instalación de bolardos con número 7914899. Saludos, gracias», respondían desde la cuenta interpelada.
Unos pivotes que, sin embargo, hace dos años fueron retirados por el propio ayuntamiento para que el tramo afectado sirva a su vez de vía de evacuación y de acceso a los vehículos de emergencia. Fuentes municipales incidían ayer a este periódico en la necesidad de mantener este paso y apuntaban a la posibilidad de colocar una señalética que haga más visible la prohibición de circular.
La ristra de accidentes prendió su mecha a finales de 2018, cuando un Hyundai cayó en picado en un espacio convertido desde entonces en un ‘agujero negro’. Este año, sin ir más lejos, otro automóvil quedó encallado en el mismo punto, con celebración de botellón incluida. En las imágenes se observa a una multitud jaleando al conductor, antes de que este logre desatascar el coche escaleras abajo gracias a la ayuda de varios de los presentes. Es tal la juerga que uno de los jóvenes se sube al capó y avanza encaramado unos metros. Salvo el último, todos los accidentes han ocurrido de noche.
La situación se repite en el cercano barrio de Chueca, donde al menos cuatro VTC se han visto afectados de forma idéntica en la plaza de Pedro Zerolo. En este caso, los coches giran a la derecha desde la calle de Costanilla de los Capuchinos y se meten en el pasillo peatonal de la cara norte de la plaza, como si de una vía de circulación más se tratara. Y fuera del centro, todavía colea el incidente registrado a las puertas del Hospital 12 de Octubre: un vehículo se lanzó por las escaleras de la entrada principal, llegando a provocar el hundimiento de parte de los escalones.
Pero ahí no acaba la cosa. En las inmediaciones de la popular discoteca La Riviera, un Uber giró a la derecha desde el Puente de Segovia por uno de los márgenes peatonales del río Manzanares y quedó igualmente atascado. «No me lo puedo creer. Me descojono. Nuestro Uber se ha quedado atascado en las escaleras, ‘bro’», gritaban sorprendidos los clientes, al tiempo que registraban la escena.
Este particular ‘rally urbano’ de escaleras, bolardos, sendas peatonales o ciclistas (como el último caso registrado este mes, cuando un VTC accedía al carril bici de la carretera de Colmenar) dibuja un abanico de situaciones surrealistas. Visto en perspectiva, el aumento desmedido de licencias en Madrid parece haber generado un efecto dominó: a más vehículos, más demanda y más percances en extrañas circunstancias.
Fuente ABC