Por Gonzalo Abascal
La inflación que estalló en diciembre germinó durante cuatro años. El silencio cómplice de la CGT.
Tiene que ver con los tiempos y la dinámica de los hechos. El gobierno de Milei, del que han pasado apenas 33 días, y del que, por lo tanto, es imposible evaluar resultados (sí se pueden analizar sus procedimientos y postulados) asume, en parte, un costo que no le corresponde.
O, para decirlo de otro modo, no es tiempo de responsabilizar a Milei por los más de 20 puntos de inflación, ni asociar ese número con evaluaciones definitivas. Aunque la crisis argentina acelera las interpretaciones e invita a atropellar conclusiones, cualquier intención en ese sentido es prematura o, aún más probable, interesada. Es el intento de difuminar las responsabilidades del gobierno anterior.
Es cierto que Alberto Fernández y Cristina Kirchner son el pasado, pero los números rezagados de su gestión se escriben en presente. Mejor no perder de vista ese desdoblamiento temporal.
¿Una obviedad? Puede ser, pero, atento a los hechos, quizá sea necesario recordar lo obvio. Hay razones para hacerlo. El actual gobierno, aún una incógnita a responderse en el futuro, ha recibido más expresiones críticas, de oposición dura y de rechazo, que la pareja mal avenida de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en sus cuatro años de gestión.
Ahí está como botón de muestra el anunciado paro general de 12 horas de la CGT, a sólo 44 días de la asunción.
Ahí están las voces lunáticas reclamando “ganar la calle hasta que caiga el gobierno”. Su falta de representatividad no justifica minimizarlas.
Ahí está Pablo Moyano amenazando con que “el objetivo es voltear el DNU y la Ley Ómnibus y hacer una gran marcha el 24”.
Y también los más de 40 amparos presentados por distintos grupos, desde los farmacéuticos hasta los agentes de viajes y los despachantes de aduanas (“un grupo socialmente vulnerable”, según se definieron en la presentación judicial), que muestran que el corporativismo se extiende mucho más allá de los grandes gremios.
Sí, en cambio, es tiempo de cerrar el balance de la gestión kirchnerista. ¿Tarde? En términos concretos, recién ahora el resultado final está puesto y sellado. Los números son definitivos y a la vista.
Veamos: inflación de 211,4% en 2023, la segunda más alta del mundo y la mayor en la región, por arriba de Venezuela. También el registro más alto en la Argentina desde 1990.
Hay más. En los cuatro años de gestión de los Fernández, la inflación alcanzó el 814%, según el Indec. En diciembre de 2019, cuando Mauricio Macri dejó el gobierno, el índice interanual fue de 53,8%; cuatro años más tarde, en diciembre de 2023, cuando Alberto Fernández y Sergio Massa dejaron la Casa Rosada y el Ministerio de Economía, fue -se reitera- del 211,4%.
No es todo. 44,7% de la población, es decir algo así como 17,5 millones de argentinos, en la pobreza. Y 4,2 millones viviendo en la indigencia, sin cubrir necesidades básicas.
A propósito, un breve paréntesis, conocido hace horas el último índice de aumentos de precios y la inflación anual, en un verano de playas semivacías y vacaciones de “tres o cuatro días” en la Argentina.
Hay algo muy difícil de asimilar al confirmar esos números y comprobar el fracaso de la gestión de Alberto Fernández, y contrastarlo con su presente de lujo madrileño, de vida privilegiada y despreocupaciones. Transmite una indiferencia casi violenta el ex presidente en ese contraste. Un desinterés que exige un esfuerzo de tolerancia de millones de argentinos que están lejos de cualquier alivio.
Ninguno de los números anteriores, sin embargo, y según se interpreta de las voces que hoy manifiestan su enojo con el Gobierno, parece haber perjudicado a los trabajadores en los cuatro años pasados.
Hay que recordarlo, a riesgo de ser redundantes: la inflación creciente desde 2019 a 2023, determinante para la vida de los argentinos, nunca mereció una marcha, y mucho menos un paro ordenado por los jefes de la CGT.
Héctor Daer, principal socio de Alberto Fernández y de Sergio Massa desde que asumió con superpoderes como ministro, y Pablo Moyano, hoy voz opositora casi diaria (para alivio del Gobierno, por otra parte) terminaron alentando y aplaudiendo en la plaza del Congreso la candidatura del ex ministro, autor intelectual y responsable mayor de las penurias del presente.
Fuente Clarin