Por Nicolás J. Portino González
La situación en Jujuy ha cruzado todos los umbrales de lo concebible en una democracia que se precie de tal. En la provincia que gobernó Gerardo Morales, también ex Presidente de la “Unión Cínica Radical”, se ha desplegado un escenario dantesco que evoca los momentos más oscuros de la historia latinoamericana.
Los ciudadanos jujeños,Nahuel Morandini y Roque Villegas han sido detenidos ilegalmente, sin orden judicial alguna y según declaraciones, con inteligencia interior, ilegal, simplemente por expresar en redes sociales sus opiniones sobre la “borroneada” vida conyugal del ex gobernador.
Estas acciones no solo violan los principios básicos de la libertad de expresión sino que instauran un estado de terror donde el pensamiento crítico se paga con la privación de la libertad.
La metodología empleada para estas detenciones y el posterior trato a los detenidos es abominable. Informes indican que estos ciudadanos fueron sometidos a condiciones humillantes, desnudos, sin las garantías mínimas necesarias y expuestos a vejaciones que aluden directamente a las peores prácticas del SEBIN venezolano en el Helicóide. Esta analogía no es casual ni hiperbólica; es una descripción precisa del nivel de deshumanización al que se ha llegado.
La complicidad de la “Unión Cínica Radical” en estos hechos es palpable en el silencio ensordecedor de sus figuras más destacadas. Martín Lousteau, presidente del partido -a quien Guillermo Moreno trata de AMORAL- ha optado por una incomprensible mutis, al igual que otros legisladores como Facundo “Neurus” Manes y la ex radical, siempre ancla, Elisa Carrió. Su silencio es una forma de complicidad que mancha indeleblemente la historia de un partido que alguna vez se consideró baluarte de los derechos civiles en Argentina y también de la “Coalición Cínica”.
Este patrón de conducta no se limita a los confines de Jujuy. La actitud de la UCR frente a otros episodios controvertidos, como la entrega al kirchnerismo del Tribunal de Cuentas de la Provincia de Buenos Aires a cambio de los puestos de directorio que ocupan miembros de dicho partido -y de Horacio Rodríguez Larreta- en el BAPRO, demuestra una alarmante tendencia hacia la negociación de principios éticos y democráticos por intereses políticos. La falta de una condena firme a estas prácticas desde dentro del partido sugiere una erosión de los valores que deberían defender.
A este cuadro de descomposición institucional se suman aliados de baja estofa como Emilio Monzó, Nicolás Massot y Rogelio Frigerio, agentes desestabilizadores del pasado Gobierno del Presidente Mauricio Macri, en maniobras para anular -desestabilizar- el DNU del presidente Javier Milei, lo que refleja una alianza política dispuesta a sacrificar la integridad democrática en aras de la conveniencia política.
La “Unión Cínica Radical” con su silencio y acciones, parece haber abandonado cualquier autopretendido lugar de liderazgo moral y ético en el país. Al igual que en el 2001, en la actualidad, gran parte de la ciudadanía percibe a la UCR y sus aliados -Kirchnerismo y “Palomas” de JxC- como cómplices de un sistema de desestabilizadores.
La pregunta que surge es si habrá algún remanente de conciencia en el partido, capaz de enfrentar -al menos comentar- estos graves e inaceptables hechos y trabajar por una verdadera renovación ética y moral. La historia juzgará si son capaces de resurgir de sus cenizas o si, como muchos piensan, están destinados a permanecer enterrados bajo el peso de sus propias contradicciones, falencias y posiciones engañosas, siendo capaces -como ya han demostrado- de ignorar al jefe de su propio bloque, en este caso de callar y así también de, supuestamente, producir un golpe y voltear al Presidente Milei.
Morales llora….