Por Carlos Pagni
El Presidente entre el rol de profeta y rey; de la negociación con el Congreso a la puja con los gobernadores; los reparos de Gita Gopinath al programa de Caputo; Tierra del Fuego y una versión escandalosa sobre Massa: ¿quién es José Jabbaz?
Si tuviéramos que encontrar una palabra para caracterizar el clima que se vive en la política, durante todo un ciclo que arrancó a mediados del año pasado, sería desconcierto. No solo en la sociedad, que ve cómo se construye una escena de poder inesperada, sino en los propios protagonistas de la dirigencia política. Hay desconcierto en el peronismo por una derrota muy importante. Si uno mira la trayectoria de ese partido a lo largo de la historia, podría calificarse hasta de derrota histórica. Hay desconcierto -uno superior al del peronismo- en Juntos por el Cambio porque se supone que era la alternativa al peronismo y fue desplazado de ese lugar. El electorado eligió otro instrumento para cambiar de gobierno y castigar a la administración anterior. Y hay desconcierto en los integrantes del propio Gobierno, ya que no pensaban llegar, no creían que iban a gobernar. Nadie se preparó en el último año para semejante velocidad en el ascenso de Javier Milei a la plataforma del gobierno.
Este desconcierto produce mutaciones en las personas. Cada uno está buscando su lugar, su discurso, y entre todos el más destacado en esa búsqueda es el propio Milei. Podríamos recurrir para caracterizar lo que está pasando en la personalidad del Presidente, y tal vez a él le gustaría, a categorías bíblicas. Milei ha puesto de moda la religión para metaforizar y darle un lenguaje a la política. Un texto de un gran teólogo argentino llamado Gonzalo Zarazaga señala que hay dos tipos de modalidad de liderazgo. Si uno mira el Antiguo Testamento hay dos figuras centrales para encarnarlo: una es la del profeta, aquel que señala lo que va a venir y hacia dónde vamos; y el otro papel es el del rey, el que gobierna.
El profeta señala un horizonte que, en general, la mayoría no percibe o no imagina. Es también quien dice lo que falta por hacer. Es el que, muchas veces en términos apocalípticos, denuncia lo que está pasando, corre el velo.
Daría la impresión de que Milei, durante todo este tiempo, ha tratado de encarnar ese rol. Es el Milei de Davos. Mucha gente se preguntó: “¿Y por qué no fue a presentar su plan de Gobierno, a vender el país o buscar inversiones?”. Pero no, él fue a Davos con un mensaje profético para todo Occidente. Tiene un aporte desde esa postura. El Presidente se encarga de mostrar un submundo que había por debajo de la política, al que accedíamos los que estamos muy vinculados al fenómeno. Milei ha sacudido el árbol. Por supuesto, muchas veces asume ese rol de profeta como un iluminado, como el dueño de la verdad, característica peyorativa, autoritaria, lo contrario de lo que uno espera de un líder liberal. Un ejemplo es la forma en la que se ensaña con los periodistas, como Martín Rodríguez Yebra y Marcelo Bonelli, con una descalificación que supone que hay un error en aquel que solo mira distinto y piensa distinto.
Hay otro rol si uno consulta la Biblia: el rey. Tiene que tener en cuenta hacia dónde quiere ir, pero al mismo tiempo tiene que implementarlo. Se le piden resultados. No alcanza con que muestre los problemas, los tiene que resolver. Y para resolver tiene que negociar, tiene que tener algún sentido práctico, coordinar voluntades y entender el punto de vista del otro. Estas son algunas cosas de las que el profeta está relevado de hacer. Estamos viendo entonces que Milei transita por una especie de mutación de profeta a rey. Está buscando su fórmula política. Cristina Kirchner también está buscando su fórmula política, igual que Mauricio Macri. Este país estuvo dominado por una ecuación nítida desde el 2008 en adelante: kirchnerismo-antikirchnerismo; peronismo-antiperonismo. Esa forma de entender el juego explica menos ahora. Y para gobernar hay que encontrar otra ecuación.
En las últimas horas, el vocero presidencial, Manuel Adorni, mostró el borrador que el mismo Milei garabateó para el discurso del viernes pasado. ¿Cuál es la lógica del gráfico? Milei piensa: “Tengo proyectos como la ley y el DNU que no me importa tanto si salen o no. El objetivo principal de aquellas iniciativas es mostrar una realidad, revelar, correr el velo”. Por lo tanto, desde este punto de vista, no hay derrota. Pero a un gobernante sí se le piden éxitos, no alcanza con mostrar la realidad. Lo bueno sería que lo que se propone lo ejecute, que haya un éxito de realización. Y eso se le pide al rey, no al profeta.
Ahora estamos viendo un giro. En la alocución ante el Congreso propuso cosas concretas: un acuerdo fiscal con los gobernadores y un paquete de leyes aprobadas. Hay una especie de ilusión en la que pareciera que todo gira en torno a Milei. El piensa: “Cambio las leyes que se aprueban por un paquete de medidas y de objetivos que también formulo yo”. No está el otro en ese acuerdo. Es muy probable que no se pueda realizar así y que él tenga que negociar.
¿Qué pasó para que Milei empiece a pasar de profeta a rey? Fracasó la ley. El Gobierno podrá decir que no es nada, pero es un fracaso. Es el fracaso de un objetivo y es el fracaso de un método. También, se abrió una crisis federal de muy mala manera, un enfrentamiento entre dos novatos, dos inexpertos. Un Presidente que recién llega a la actividad política y un gobernador, Ignacio “Nacho” Torres, de Chubut, que también hizo una carrera meteórica. Se enfrentaron y era obvio que había una gran falta de profesionalismo de ambos lados. Si ese clima hubiese perdurado, el Gobierno estaría en una crisis mayor todavía. Es probable que alguien se lo haya señalado a Milei. ¿El Fondo Monetario Internacional? ¿Estados Unidos? ¿Es verdad que hubo un mensaje aconsejando algún grado de acuerdo? Anoche, Adorni dio una entrevista y a muchos les llamó la atención el nivel de moderación. Era otro vocero, era otro gobierno el que hablaba por su boca. Mucho más comprensivo de la oposición y de la gente que la está pasando mal.
En el corazón de este problema, reaparece en la Argentina la cuestión federal. Uno puede mirar los últimos años de la vida en el país como un constante enfrentamiento de partidos, como enfrentamiento de corrientes políticas. Radicalismo contra peronismo, el Frepaso contra el peronismo y el radicalismo, kirchnerismo contra macrismo. Pero hay otra forma de mirar: Nación y provincias. Uno podría interpretar la historia de la democracia como un avance y un retroceso en el poder de la Nación frente a las provincias. Si uno recuerda el gobierno de De la Rúa o Duhalde, fueron presidentes que tuvieron que implementar todo en acuerdo con una especie de colegio de cardenales que son los líderes provinciales. Néstor Kirchner nació dentro de esa lógica, la superó y llevó adelante una de las experiencias centralizadoras más grandes que tuvo la historia argentina. En este juego, Macri estuvo borroso, nunca definió del todo su ecuación, y tal vez a esto se deba que no haya sido reelecto.
Hoy estamos en esa encrucijada. Lo que está en discusión es quién avanza. ¿Avanza Milei sobre las provincias o viceversa? Hubo un episodio importante, que tiene que ver con la reunión de un grupo de gobernadores del norte, el 20 de febrero y por la conmemoración de la batalla de Salta, en esa provincia. Con Gustavo Sáenz a la cabeza, el ministro del Interior acudió al encuentro y allí, por primera vez, se habló de “salgamos de este pantano en el que quedamos metidos en el Congreso”. Y el Gobierno ensaya otro método. Tal vez alguien les podría haber dicho en aquel momento inicial, “era por ahí”. Había que ir a las provincias, acordar con los gobernadores y ese acuerdo proyectarlo sobre el Congreso, y no ir a un acuerdo parlamentario en primera instancia. Están cambiando de puerta de entrada a un sistema al que están conociendo, a un aparato que todavía no manejan, y que no maneja nadie ya que el desconcierto, como sabemos, es de todos.
Entonces tenemos ahora un cambio de escenario, actores y otro ensayo: el de un acuerdo entre la Nación y las provincias que pasa centralmente por lo fiscal. Vemos un Milei distinto, al que le interesa implementar y tener un éxito concreto. Y un Milei que ya está pensando además en las elecciones del año que viene, y que le encargó a una figura que será cada vez más gravitante en el poder, “Lule” Menem, sobrino del senador Eduardo Menem, empezar a pensar en la creación de una estructura partidaria de nivel nacional para ir con dicha estructura a las elecciones del año que viene. Ahí se abre toda una agenda de problemas que es crucial: ¿Cuál es el lugar del Pro en esa aventura? ¿Será un aliado? ¿Se subsumirá en esta nueva derecha? ¿Va a ser una tercera fuerza, destinada a salir tercera? El interrogante es el rol de Mauricio Macri, que todavía no fue definido.
También Cristina Kirchner está buscando una fórmula política. No hay que olvidarse nunca de que antes de ser presidenta, fue una legisladora muy importante que expresaba en la Capital Federal los intereses de una provincia. Si uno va a las actas de la Constituyente del año ‘94, ella se destacaba sobre todo en la Comisión de Asuntos Federales. Si alguien conoce el juego Nación-provincias, ese alguien se llama Cristina Kirchner. Y está viendo o pensando una hipótesis: este Gobierno está llevando adelante un ajuste fiscal, imprescindible, sobre la base de avanzar sobre las finanzas provinciales. Ella está razonando en esos términos. Si se tolera que ese avance se produzca, la gente en las provincias va a tener malestar, y ese malestar no se va a expresar contra Milei, sino contra los gobernadores. Y el destino del peronismo va a estar más complicado de lo que está en este momento. Estas son preocupaciones que tiene el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Es obvio que él, a quien también Milei le recortó recursos y gobierna una provincia donde está radicada una de las zonas más vulnerables, como es el conurbano bonaerense, está preocupado, porque tiene que pagar sueldo de maestros, policías y médicos. En esos tres frentes puede haber convulsión, aunque sea amigo de Baradel.
Cistina Kirchner, que también tiene que reubicarse en la escena y tiene que tratar de ser útil al peronismo, antes de que la acusen de haberlo llevado a la derrota, está pensando en otra fórmula política: a partir de la fuerza parlamentaria del partido, y a partir de la inquietud de sectores del radicalismo en relación al recorte en las universidades, pensar en un blindaje fiscal para las provincias y esas universidades. Obtener la mayoría necesaria, difícil de alcanzar, para coparticipar el Impuesto PAIS, que hoy es el impuesto estrella, porque desde que se devaluó, la recaudación se disparó. Se trata de un impuesto que, como todos en la Argentina, iba a ser provisorio, pero que parece que llegó para quedarse. Un nuevo impuesto sobre el comercio internacional. También, ella querría volver a asignarle el 30% de las retenciones de la soja a las provincias, como hizo en 2008, cuando se le insubordinaban en el conflicto con el campo. Sumado a restituir el Fondo de Incentivo Docente con una ley especial. Y de paso voltear el DNU 70. Este es el programa que piensa la expresidenta.
Lo que estamos viendo, podría ser pensado como una carrera entre Milei y Cristina para ver quién es el primero que logra consolidar una fórmula política que le permita avanzar en sus objetivos. El campo de batalla de esa guerra son las provincias, los gobernadores. Obviamente que si Cristina pudiera lograr ese objetivo, que es dificilísimo porque necesita dos tercios del Congreso para resistir el veto de Milei, el programa económico de este gobierno estallaría en mil pedazos. Si el mercado empezará a ver que ese proyecto es viable, estaría empezando a pensar que los objetivos de Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, son inalcanzables, porque es imposible llegar a los niveles de austeridad fiscal que proponen si hay que coparticipar todos los impuestos.
Esto se está discutiendo con una Cristina en la que se pareciera haber un nuevo discurso que quedó cifrado en el documento de 33 páginas que publicó. Muy probablemente por un reflejo rutinario de los que adhieren a Cristina -y sobre todo de los que se oponen a ella- no fue leído correctamente. Porque en ese texto había muchas novedades, que habrá que ver si las puede implementar. Ella también tiene mucho de profetiza, que después no realiza lo que promete.
En un párrafo del documento que dice: “El resultado electoral y las divisiones políticas posteriores conformaron un Poder Legislativo más fragmentado aún. La situación del país y la responsabilidad de quienes han sido elegidos para gobernar y legislar va a requerir la construcción de un sistema de acuerdo parlamentario”. ¿Qué quiere decir? ¿Se terminó la grieta? ¿De ese lado lo dicen ahora? ¿Milei o Guillermo Francos habrán leído esto? Hay una oferta de algo ahí. Esto fue escrito antes del viernes y de la propuesta de los pactos de mayo. ¿Se están leyendo? ¿Cada orilla sabe lo que pasa en la otra orilla?
El campo de batalla son las provincias que están en una situación muy peculiar. Primero, por la caída de recaudación que afecta al estado nacional y que afecta a las provincias en todo lo que tiene que ver con impuestos coparticipables. Los economistas que siguen la cuestión fiscal dicen que hay en las provincias una caída de la recaudación del 8% real. Es decir 8% por encima de la inflación, porque caen las ventas y, al caer, cae el impuesto a los Ingresos Brutos que es una de las claves de la vida fiscal de todos los distritos. Además de la caída del IVA que es coparticipable. A su vez, el Gobierno les frena las transferencias discrecionales, que en muchos casos son el 7% de sus ingresos. Les corta el fondo del subsidio al transporte que es el que hizo que varias provincias fueran a la Justicia. Los gobernadores perdieron Ganancias y no dijeron nada sobre el tema cuando Massa, desesperado por ganar las elecciones, lo recortó. Este es importante porque se coparticipa distinto a todos los demás impuestos. Casi todos los impuestos coparticipables se dividen 50% para las provincias y 50% para el estado nacional. De Ganancias, en cambio, las provincias se llevan el 70%, por lo que un recorte allí es un cañonazo importante.
Hay algo en el pacto de mayo, en el punto tres, que es muy importante. Dice que un objetivo es “volver al peso que históricamente tuvo el Estado sobre el producto bruto de la Argentina”. El 25% de todo el Estado. Significaría volver a la etapa anterior al kirchnerismo. Eso implica un ajuste brutal sobre las provincias. Es imposible alcanzar ese objetivo con solo un ajuste del estado nacional. Los gobernadores temen que ese ajuste se traslade a la gente en sus distritos, sobre todo entre los empleados públicos. Todos tienen las mismas preocupaciones de Kicillof. Cuando cualquier gobernador se levanta a la mañana lo primero que quiere saber es si puede pagar los sueldos. Hay que recordar la historia: si uno vuelve a los 90 -cuando se habla de que Milei es una especie de revival del menemismo- recuerda que la normalización económica presentaba un panorama muy distinto al que conocimos en los últimos años a nivel federal. Gobernadores que se caían, puebladas en algunas provincias, y la aparición de líderes sindicales estatales-provinciales, muy combativos. A la cabeza de todos, el “Perro” Santillán. Son las señales y movimientos de aquella época, que era un momento de ajuste, modernización y desregulación de todo.
Ante esto, los gobernadores dicen que no quieren esperar hasta mayo y que quieren negociar esta semana. Piden, con exageración, coparticipar todo. Antes de que empiecen las paritarias provinciales. Quieren saber con cuánta plata van a enfrentar a sus sindicatos provinciales, sobre todo a policías, médicos y maestros. Este jueves varios gobernadores se reunirán con Milei en el sur. Desde el Ejecutivo mandan una señal muy a lo Néstor: el que se porta bien tiene premio. A Osvaldo Jaldo, por ejemplo, el gobernador de Tucumán, no solo no le recortan, sino que le dan adelantos de coparticipación. Porque antes que nadie prestó sus diputados y dividió el bloque para aprobar la ley de Milei. Es una señal.
Este es el frente federal, al que se puede agregar el frente sindical. El Gobierno quiere una pauta de ajuste salarial, limitado, a un 16% de aumento en abril y un 12% en marzo. A los sindicalistas les sugieren que, si tienen algún problema, lo hablen con “Toto” Caputo porque es él el que fija la pauta. Esto empezó a tener consecuencias porque en la secretaría de Trabajo del Ministerio de Capital Humano de Sandra Pettovello, no están convalidando y homologado los acuerdos entre partes, las paritarias. Sobre todo una: la del transporte. Moyano ya dijo el viernes pasado a los empresarios de su sector: “Si no me homologan la paritaria empiezan los problemas este miércoles”. Él también debe estar desconcertado con todo lo que pasa. Habrá que ver si cumple la amenaza. Los empresarios, por su parte, plantean que si no está homologado el convenio, no van a pagar los sueldos que le prometieron que iban a pagar.
El frente sindical, que se abre, tiene que ver con una caída del salario real que es la que determina, desde siempre, la imagen de los gobiernos. Hay un horizonte que el gobierno de Milei debe estar mirando: el nivel de malestar en la opinión pública, por un recorte del salario que quiere que aumente menos que la inflación. Esto es interesante. Los sindicalistas se preguntan entonces, ¿el único precio que controla este Gobierno ultraliberal es el salario? ¿No eran anarco-libertarios? Pero intervienen en las paritarias que es un acuerdo entre partes. El Gobierno carece de una política dialogada de ingresos. Mientras tanto, se prepara todo para un aumento de tarifas que prevén hacer en tres meses. Van a subsidiar solamente a aquellas familias para las cuales la canasta completa de la energía supere el 10% de los ingresos y lo van a subsidiar solamente en lo que supere ese 10%. Va a haber millones de familias que van a tener una boleta de gas y luz aumentada por el aumento del precio de la electricidad mayorista y también por el aumento de la distribución que se le concedió hace muy pocos días a Edenor y Edesur.
Este panorama de ajuste muy fuerte pone en tela de juicio los rasgos principales del programa económico. Ahí aparece una voz inesperada. Como en el documento de Cristina, hay un pronunciamiento de otra mujer que ha sido mirado con alguna superficialidad: se trata de Gita Gopinath, la representante de Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, en esa calidad, la responsable del programa y de la negociación con la Argentina. Hace unas semanas estuvo en Buenos Aires y dio dos entrevistas. Una de ellas a LA NACION, pero en ambas dijo lo mismo:
● “No levantar el cepo por ahora, hasta que haya reservas”.
● “La dolarización no es una fórmula mágica. Y para implementarla se necesita una economía ordenada”.
● “El ajuste no puede ser solo licuación. Hay que mantener el valor real de las jubilaciones y los planes sociales. El programa debe tener consenso social”.
● “Los que más tienen deben aportar más (reposición de Ganancias)”.
● “Tiene que haber más partidos apoyando”.
● “Hay exenciones regionales que deben ser revisadas (Tierra del Fuego)”.
Las dos primeras afirmaciones de Gopinath son muy importantes porque es imposible que este Gobierno llegue a un acuerdo con el Fondo, si no despeja la incógnita monetaria y cambiaria. Si no adopta un régimen monetario explícito. Es una de las grandes incógnitas de la Argentina: ¿ va a la dolarización? ¿va a un sistema bimonetario? ¿Habrá una sola moneda fortificada?
Esas condiciones, ¿serán una imposición del Fondo? ¿Algunas de estas frases van dirigidas a Milei? Pareciera que sí. El superávit fiscal al que llegó el Gobierno hay que mirarlo tres veces: está basado en adelantos de pagos de enero en diciembre; en no pagar los subsidios a la generación eléctrica, en una licuación de los salarios y pensiones. Además, el Ejecutivo tampoco quiere estar obligado a devolver Ganancias, porque le sirve con una cuerda de negociación con las provincias.
En tanto, en el punto de las exenciones, y a propósito de Tierra del Fuego, cuando se habla de esa provincia siempre se habla de los electrónicos, de Nicky Caputo, y Rubén Cherñajovsky. Pero hay muchos otros sectores beneficiados por ese régimen tan irracional, como por ejemplo los textiles. Hay una versión muy insistente en el sector textil ligado a Tierra del Fuego, de que hubo una negociación con Massa para que el exministro de Economía, pocos días antes de la segunda vuelta, firme un decreto para prorrogar el régimen textil que había quedado fuera de la prórroga general del Congreso. Aparentemente, pero esto es sólo una versión reiterada, había una contraprestación de US$2.000.000 de dólares. Pero, ¿cómo hacer para que Massa firme y esté seguro de recibir el aporte y cómo hacer para evitar darle la plata y que después no firme? Había un problema de confianza mutua. Por eso, eligen a un tercero. Todos dicen que el encargado de manejar esa plata, el que tenía que pagar cuando se firmara el decreto, se llama José Jabbaz. Es un financista sobre al cuál había ya mucho ruido en relación al movimiento de dinero que podría haber hecho la Secretaría de Comercio, la Aduana y el Ministerio de Economía de Sergio Massa con la cuestión de las SIRAs, de los permisos de importación. Aparentemente Jabbaz manejaba ese dinero y tiene antecedentes: fue investigado y procesado en la Ruta del Dinero K. Todos fueron a juicio oral pero el abogado de Jabbaz consiguió que él no fuera. Está esperándolo con la ventaja de que el Tribunal Oral no le pone fecha. ¿Quién era el abogado de Jabbaz? Mariano Cúneo Libarona. Por supuesto que no hay que pedirle explicaciones a Cúneo Libarona porque todo el mundo tiene derecho a la defensa. Pero es interesante la circularidad de las conductas y algunos nombres. Cuando uno consulta eso con gente ligada a Massa, todos niegan. Pero algunos aclaran que no eran US$2.000.000 sino cuatro, y que la mitad fue para La Libertad Avanza. Tiene lógica. Cuatro días antes del balotaje, ¿quién me va a asegurar el cumplimiento del decreto? ¿Massa o Milei? Era un misterio en ese entonces. Todo esto navega en un mar de habladurías.
Hay otro cambio en el Gobierno. Hay una actitud distinta respecto del gobierno anterior. Se nota en el escándalo de los seguros. Cuando echaron a Osvaldo Giordano. Él dijo “está pasando todo esto en la Anses”, y mencionó a Héctor Martínez Sosa, marido de la secretaría de Alberto Fernández, empleada del expresidente que, muchos testimonios afirman, pedía en distintas dependencias del estado nacional que los seguros que esos entes debían contratar los contrataran a través de su marido, un broker de zona norte. Se los ofreció a intendentes importantes de la provincia de Buenos Aires que, cuando recibieron a otros operadores del seguro, dijeron “no, se lo tengo que entregar a Alberto porque me llamó la secretaria”. Se ve que la secretaría era una funcionaria que funcionaba. Por fin apareció una, Cristina.
Lo curioso es que se habla casi exclusivamente de Sosa y no se menciona a otro gran actor, competidor del marido de la secretaría de Fernández, que es Pablo Torres García. También tenía un negocio similar en la Anses y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Cuando en el año 2015 Macri llega a la Presidencia recibe una visita, la de su primo Jorge Macri, que estaba al frente de Provincia Seguros. Le dijo “Mauricio, ¿por qué nosotros en la Ciudad tenemos que pagar una comisión del más del 7% a un bróker, cuando en realidad la Ciudad contrata con Provincia Seguros? ¿Por qué no ahorramos esa plata?”. “Ahorrémosla ya “, dijo Macri. Y empezó a tener una cierta ojeriza, que dicen se prolonga hasta hoy, a Torres García.
Este último estaba en un cumpleaños de Nicky Caputo, quien le abrió las llaves de estos negocios, y en un momento llega Macri y dice: “A esta fiesta no entro si no echas a Torres García”. Aparentemente lo echó. Lo curioso es que Macri siguió gobernando cuatro años y Torres García siguió haciendo negocios en la Anses. ¿Podía ser más Nicky Caputo que Macri? No sabemos. Lo cierto es que Torres García recaudó, dicen los que saben, 800 millones de pesos en 2019.
Ahora hay una denuncia penal contra todo esto, dirigida a una persona: el encargado del Fondo de Sustentabilidad de la Anses, cuando esta fue gobernada por La Cámpora, que tampoco aparece en esta historia. También hubo responsabilidad de Massa, al que le asignan un vínculo cercano con Pablo Torres García. Igual que a funcionarios de la ciudad de Buenos Aires como, por ejemplo, Bruno Screnci, muy cercano a Diego Santilli. En la Argentina hay que lograr algunos consensos, pero a la vez romper con otros. Da la impresión de que, en el negocio de los seguros, estuvieron todos.
Otra conducta que está cambiando este gobierno tiene que ver también con Massa. Se acaba de ir de AySA Marcelo Papandrea, que llegó ahí con el beneplácito del excandidato. Este lunes por la mañana llegaron 100 telegramas de despido para gente de Malena Galmarini en la empresa de aguas. Massa debe estar despreocupado de todo esto porque se está yendo a trabajar al fondo buitre Greylock. Es más, Massa debe aplaudir el ajuste fiscal porque los tenedores de títulos argentinos, como el fondo que lo contrata, festejan que haya ajuste fiscal ya que es más pagable la deuda. Es una desgracia del Frente de Todos. Uno de sus candidatos termina en un fondo buitre. El otro termina siendo funcionario de Milei, Daniel Scioli. Más dolor para Cristina.
Fuimos a la Biblia. ¿Milei es profeta o rey? Podemos ir a otro ejemplo que al Presidente también le debe gustar: Mijaíl Gorbachov emprendió dos procesos, uno de transparencia con Glasnost, que todo se sepa; y después la Perestroika.
Milei está en la etapa de la Glasnost. Veremos si llega a la Perestroika.
Fuente La Nación