Por Anastasia Austin y Henry Shuldiner
Ecuador declaró la guerra a 22 bandas criminales nacionales en enero, proclamándolas organizaciones terroristas y deteniendo a más de 11.000 sospechosos. Pero algunos de los golpes más duros hasta la fecha han sido contra redes transnacionales.
En febrero, una operación conjunta entre España y Ecuador acabó con una red de narcotráfico dirigida por albaneses, apenas dos semanas después de que la policía ecuatoriana detuviera a un importante jefe de la guerrilla colombiana que operaba en la provincia de Imbabura.
Situado entre los principales productores de cocaína del mundo –Colombia y Perú– Ecuador se ha convertido en centro y base de varias redes delictivas transnacionales. Su larga costa y sus grandes puertos de contenedores lo convierten en una pista de despegue perfecta para los cargamentos de droga que se dirigen a Estados Unidos y Europa. Las organizaciones de tráfico de drogas (OTD) colombianas, mexicanas y albanesas tienen una presencia establecida en el país.
Estas OTD internacionales envían intermediarios y emisarios para subcontratar y coordinar los envíos de cocaína, pero hay pocas pruebas de que interfieran directamente en la dinámica o los conflictos internos de las pandillas ecuatorianas.
Su principal impacto es financiero. Al pagar a grupos ecuatorianos especializados en el transporte de cargamentos, redes de despacho, cadenas de pandillas, sicarios y funcionarios corruptos, los grupos extranjeros han estimulado el desarrollo de sofisticadas y poderosas redes locales en Ecuador, debilitando las instituciones en el camino.
A continuación, InSight Crime presenta un mapa de estas redes.
Grupos armados colombianos
Los grupos criminales colombianos —principalmente las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)— se establecieron en Ecuador en la década de 1990, creando amplias redes de tráfico de drogas, armas y suministros en las regiones fronterizas.
Las provincias ecuatorianas de Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos limitan con los departamentos colombianos de Putumayo y Nariño. La proximidad de Ecuador a estas zonas vitales de cultivo de coca y producción de cocaína lo convirtió en un refugio atractivo para las FARC, que aprovecharon la frontera a menudo porosa para establecer campamentos y rutas de narcotráfico en el lado ecuatoriano al tiempo que buscaban refugio de las operaciones de las fuerzas armadas colombianas.
Desde la desmovilización de las FARC en 2016, la influencia de los grupos criminales colombianos ha disminuido en Ecuador, y ningún grupo criminal en particular regula el tráfico transfronterizo de drogas. Pero tanto en Sucumbíos como en Esmeraldas, los disidentes de las FARC y otros grupos criminales que habían trabajado anteriormente con la guerrilla, retomaron el negocio de las FARC.
En la actualidad, al menos tres grupos colombianos operan a ambos lados de la frontera: Los Comandos de la Frontera (CDF), el Frente Oliver Sinisterra (FOS) y el frente Urías Rondón. Estos grupos, todos ellos pertenecientes a las ex-FARC mafia, controlan los principales puntos de paso para el transporte de cocaína hacia Ecuador. Su presencia se extiende también a las provincias fronterizas.
Dado que los grupos colombianos son los principales proveedores de cocaína para los compradores transnacionales, suelen tener relaciones directas con grupos delictivos extranjeros. Por ejemplo, el FOS suministra cocaína al Cartel de Sinaloa, mientras que el frente Urías Rondón envía cocaína al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), según un informe de las Defensorías del Pueblo de Colombia y Ecuador.
Los grupos colombianos subcontratan a grupos ecuatorianos para almacenar, transportar y enviar la cocaína a estos socios internacionales. Recientemente, las autoridades ecuatorianas afirmaron que el FOS trabaja con los Tiguerones, mientras que el frente Urías Rondón se alía con los Choneros, de acuerdo con una investigación del diario colombiano El Tiempo. Pero todavía no se han detectado alianzas a largo plazo entre grupos criminales colombianos y ecuatorianos.
A pesar de estas alianzas logísticas con grupos ecuatorianos, algunos grupos colombianos han ampliado su presencia hacia el interior de Ecuador, especialmente en puntos clave para el narcotráfico, lo que podría sugerir una falta de confianza en los grupos ecuatorianos para supervisar eficazmente los envíos de droga. Las autoridades ecuatorianas alegan que han atacado e intimidado a poblaciones cercanas a la frontera y han establecido campamentos en territorio ecuatoriano.
Desde agosto de 2023, las autoridades ecuatorianas han capturado, al menos en tres ocasiones distintas, a presuntos miembros del FOS en Esmeraldas, incluido el líder del grupo, Carlos Arturo Landázuri Cortés, alias “El Gringo”, y el tercero al mando, Janer Cortés Ortiz, alias “Guasón”.
Además, las fuerzas de seguridad ecuatorianas encontraron cultivos de coca a pequeña escala e instalaciones de procesamiento de cocaína en las zonas fronterizas de Carchi y Sucumbíos en agosto de 2023. Los grupos criminales colombianos han capitalizado la mínima presencia del Estado y han utilizado estos enclaves de coca a pequeña escala como laboratorios para experimentar con la cristalización y refinación de clorhidrato de cocaína en territorio ecuatoriano, según un informe del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO).
La disponibilidad de precursores químicos de bajo costo para la producción de cocaína en provincias como Sucumbíos también ha contribuido a esta dinámica, añade el informe del OECO.
Sin embargo, la escala de cultivo y producción en Ecuador no se acerca en absoluto a la de Putumayo y Nariño, dos de los mayores centros de producción de coca de Colombia.
Organizaciones de narcotráfico mexicanas
En el pasado, los grupos mexicanos -que son los principales compradores de cocaína traficada a Estados Unidos- establecieron y mantuvieron una presencia permanente en Ecuador, dirigiendo grandes operaciones con una importante infraestructura comercial y de tráfico. Hoy, en cambio, sus operaciones son más ágiles y dependen de la presencia a corto plazo de coordinadores.
En noviembre de 2021, las autoridades ecuatorianas detuvieron a uno de estos coordinadores que trabajaba para el Cartel de Sinaloa.
Cuando fue detenido, Brayan Rodríguez ya se enfrentaba a cargos de narcotráfico y lavado de dinero en Estados Unidos. Entró al país para coordinar con grupos nacionales que proporcionaban servicios de transporte, seguridad y logística, y para supervisar personalmente un gran cargamento de cocaína programado para diciembre de ese año, según informó la policía a los medios de comunicación ecuatorianos.
Actualmente, el Cartel de Sinaloa confía en este tipo de representantes, enviados desde México por un periodo corto, para hacer tratos con los proveedores colombianos y los transportistas ecuatorianos, asegurarse de que los acuerdos se cumplan y entregar los pagos en efectivo procedentes de México. Pero no siempre ha sido así.
Durante años, el Cartel de Sinaloa contó con una extensa red de transporte dentro del país, formada por intermediarios colombianos y transportistas ecuatorianos que trabajaban directamente para los líderes del Cartel de forma permanente.
Pero, cuando estas figuras fijas se convirtieron en objetivos cada vez más importantes para las fuerzas de seguridad ecuatorianas, el Cartel de Sinaloa cambió de táctica. En la actualidad, el grupo alterna coordinadores que trabajan con diversas pandillas, especializadas en distintos métodos de transporte, como narco vuelos clandestinos, lanchas rápidas y contenedores contaminados en grandes embarcaciones de carga.
“Tienen esta tercerización”, afirmó María Fernanda Revelo, experta ecuatoriana en seguridad.
Este sistema de representantes temporales y alianzas contractuales a corto plazo hace de las operaciones del Cartel de Sinaloa un objetivo en movimiento, siempre cambiante y difícil de rastrear o desmantelar.
Desde el cambio de década, el principal rival del Cartel de Sinaloa, el CJNG, también ha empezado a operar en Ecuador.
Al igual que el Cartel de Sinaloa, su presencia parece concentrarse en provincias costeras como Manabí y Santa Elena, pero se sabe menos sobre el modus operandi del grupo, en parte porque son relativamente nuevos.
Más o menos al mismo tiempo que el CJNG entró en escena, algunas de las pandillas más pequeñas de Ecuador, como los Chone Killers, los Tiguerones y los Lobos, rompieron lazos con los Choneros y forjaron una alianza contra ellos, a la que llamaron “Nueva Generación”, supuestamente en honor a sus vínculos con el CJNG. Esto se cita a veces como prueba de que los grupos mexicanos están librando una guerra por poderes en Ecuador.
Pero estas alianzas son volátiles y parecen estar motivadas más por la competencia interna por rutas, redes y prestigio que por fuerzas externas. Según el coordinador del OECO, Renato Rivera-Rhon, la alianza de la Nueva Generación se desmoronó en la segunda mitad del 2023, cuando los Tiguerones y los Chone Killers se volvieron a alinear con los Choneros.
“El retorno de los Tiguerones a los Choneros fue con más legitimidad… Son aliados y ya no tanto subordinados de los Choneros”, explicó.
Redes albanesas
Las redes albanesas son otro actor clave en Ecuador y utilizan el país como base para sus operaciones en América Latina. Aunque a menudo se las denomina “mafia albanesa”, estas redes están formadas por clanes familiares descentralizados y por individuos cuyas relaciones entre sí y con grupos ecuatorianos son fluidas.
Han estado presentes en Ecuador al menos desde 2009, cuando un ciudadano albanés fue acusado de crear una empresa fachada para enviar cocaína a Europa, actuando como representante de la poderosa mafia italiana ‘Ndrangheta. Durante los últimos 15 años, las redes albanesas se han independizado.
Los agentes albaneses en Ecuador suelen estar vinculados a redes descentralizadas, como la “Kompania Bello” y el Clan “Farruku”, con tentáculos en otros países latinoamericanos y en Europa. Pero estos agentes rara vez forman parte de una estructura jerárquica y, aunque suelen trabajar juntos, a veces compiten, y de forma violenta.
Su principal objetivo en Ecuador es negociar acuerdos con proveedores colombianos y redes de distribución ecuatorianas y lavar dinero. Las relaciones de los albaneses con los grupos locales son puramente operativas y no exclusivas: contratarán a cualquier grupo ecuatoriano que pueda prestarles el servicio que necesitan con las mejores garantías y al precio más bajo.
Dado que la mayor parte de la cocaína viaja a Europa en buques de carga, sus operaciones se concentran en el puerto de Guayaquil y otras zonas de Guayas y El Oro.
Aunque su presencia es a veces transitoria, muchos emisarios albaneses han establecido su residencia a más largo plazo en Ecuador, adquiriendo empresas frutícolas y madereras, así como negocios de importación y exportación, como forma de lavar sus ganancias ilícitas y mover cocaína. También se les conoce por ensuciarse las manos, llevando a cabo sus propios asesinatos en lugar de contratar a sicarios locales.
En la operación de febrero de 2024, las autoridades ecuatorianas lanzaron una operación masiva contra la red de Dritan Gjika, alias “Tonny”. Gjika, un traficante que encarna el modelo de intermediario albanés en Suramérica, sigue prófugo.
Residía en Ecuador desde 2009 y, cuando la policía detuvo a más de 30 miembros de su red, esta se extendía por Ecuador, España y el Reino Unido y enviaba cocaína a los Países Bajos, España, Bélgica, Rusia, Rumania y Albania.
Gjika tenía vínculos “contractuales” directos con laboratorios colombianos, que le suministraban cuatro toneladas de cocaína al mes en Ecuador, según la policía europea y ecuatoriana. Contrataba a transportistas ecuatorianos para trasladar esa cocaína a puntos de almacenamiento en Cotopaxi, El Oro, Santa Elena, Azuay, Pichincha y Guayas.
Junto con sus socios ecuatorianos, Gjika era dueño de empresas frutícolas que utilizaba como fachada para exportar cocaína a Europa, ocultando cargas más pequeñas de cocaína, de 15 a 40 kilogramos, dentro de cargamentos de banano. Los cargamentos más grandes se ocultaban en contenedores que salían del puerto de Guayaquil con destino a puertos europeos.
En función de sus necesidades, Gjika contrató a varios proveedores de servicios ecuatorianos y se sabe que trabajó tanto con Adolfo Macías, alias “Fito”, uno de los mayores narcotraficantes del país y líder de los Choneros, y con Samir Maestre Mena, alias “Samir”, que tenía fama de ser el contador de los traficantes antes de su asesinato en octubre de 2023.
Fuente Insight Crime