Por Aldo Duzdevich*
Al progresismo muchos tuvimos que adherir con desgano, para no “sacar los pies del plato”. Pero se fue agotando en su imposibilidad de dar respuestas a la sociedad.
La derrota del 19 de noviembre del 2023 no significó solamente un castigo electoral por cuatro años de gobierno desafortunados.
Quienes festejaron esa noche, no fueron solo los chetos de Barrio Norte, como vimos en 2015 con Macri.
Esa noche festejaron las chicas que trabajan de servicio doméstico, en las casas de mis amigos y compañeros.
Festejaron los del Rapi, los que hacen changas, los obreros de la construcción, los jóvenes trabajadores de fabricas cuyos patrones les explicaron días antes que había que votar a Massa.
Algo nuevo y profundo había pasado en el seno de nuestro pueblo.
El progresismo que nos impregnó en los últimos años le ganó la batalla político-cultural al peronismo clásico u originario.
Pero, ese progresismo, al cual muchos tuvimos que adherir con desgano, para no “sacar los pies del plato”, se fue agotando en su imposibilidad de dar respuestas a la sociedad.
Un día apareció la nueva derecha, que no es nueva en su esencia, sino en sus formas de presentar el debate, y le ganó la batalla cultural al progresismo.
Y, algunos viejos peronistas, entramos en desconcierto, si salir a defender las consignas y políticas progresistas, que nunca sentimos como propias, u opinar, con el riesgo que aparecer convalidando alguna decisión del anarco-libertario. Entonces nos llamamos a un prudente silencio.
Hoy creo que esta siendo tiempo de romper ese silencio, e intentar a dar los debates internos, que los que estamos de este lado de la grieta venimos postergando.
*Periodista, escritor, ex asesor de la Secretaría de Energía de la Nación
Fuente srsurnewsagency