Por Enrique Guillermo Avogadro
“Errar es humano. Perdonar es divino. Rectificar es de sabios”.
Alexander Pope
Mi estado de ánimo frente a la gestión de Javier Milei podría resumirse así: “Sí, claro, pero …”. Y creo que la mayoría de la ciudadanía, tal como confirman las encuestas que circulan, tiene la misma posición, aunque los “peros” de cada uno de nosotros puedan ser disímiles, ya que en general debidos a la recesión y a la pérdida de poder adquisitivo de salarios y jubilaciones que, por supuesto, también me afectan pero no priorizo. En mi caso, me duele aplaudir gestos y actitudes del Presidente que, sin piedad alguna, critiqué en Néstor y Cristina Kirchner cuando hacían algo similar, aunque en sentido opuesto.
No entiendo la inexplicada pretensión de llevar a la Corte Suprema al actual Juez de Primera Instancia en lo Criminal Federal Ariel Lijo. Comparten mi estupor, y así lo han manifestado, cámaras empresariales, colegios de abogados, periodistas prestigiosos, académicos de todos los colores ideológicos; en los muchos años que llevo ejerciendo mi profesión, nunca he visto un rechazo tan unánime ni extendido.
La razón para esa férrea oposición es simple, pero tajante. Lijo no reúne, ni por asomo, las virtudes morales y los antecedentes académicos necesarios para llegar a ser ministro del supremo Tribunal de la Nación, intérprete definitivo de la constitucionalidad de las leyes y reglamentos que rigen nuestra vida en común, de nuestras libertades individuales y de nuestros patrimonios. Tan trascendentes son sus responsabilidades institucionales que el más elemental criterio exige que sus miembros sean, a la vista de la sociedad en su conjunto, absolutamente impolutos e intachables aunque, a veces, no coincidamos con sus sentencias. Ese rol le ha sido asignado a la Corte Suprema por la misma Constitución, que la convirtió en cabeza de uno de los tres poderes del Estado y, en definitiva, en árbitro y contrapeso de las disputas entre el Ejecutivo y el Legislativo.
Por eso, esta candidatura es mucho más grave aún que la designación del cuestionable Mariano Cúneo Libarona como Ministro de Justicia de la Nación; éste puede ser desplazado por un simple decreto presidencial mientras que la remoción de un Juez de la Corte, inamovible hasta los 75 años, requiere cumplir un engorroso trámite ante el Congreso de la Nación, vía un juicio político. Tan complicado es el procedimiento y tan difícil obtener allí las mayorías especiales necesarias que ni siquiera la nefasta dupla de los Fernández² logró concretarlo cuando intentó echar por mal desempeño a Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda, pese a que disponía de mayorías simples en ambas cámaras legislativas.
Entonces, ¿qué ha llevado a Milei a proponer a Lijo como candidato? Como es economista y, por tanto, desconoce el mundo tribunalicio, ¿puede atribuirse a un mero error? Si así fuera, ¿por qué no desiste ahora, que se le ha explicado con claridad? Por otra parte, si además de este impresentable, propuso al incuestionable Manuel García-Mansilla, un constitucionalista de enorme relevancia, para la Corte en reemplazo de Maqueda para cuando éste cumpla la edad máxima (75) a fin de año, ¿por qué no invierte los términos y relega hasta entonces al más cuestionado? En la medida en que no cuenta con un grupo significativo de senadores y sabe que, para que su candidato resulte aprobado, se requerirá del apoyo de las bancadas kirchneristas; ¿qué está dispuesto a ofrecer a Cristina Fernández para que ella ordene que lo acompañen con sus votos?
Como dije más arriba, la sociedad está mayoritariamente dispuesta a sacrificar su presente y soportar el irremediable ajuste que exige el poner orden en el desquicio heredado de las cuentas públicas y en la desmadrada inflación, con vistas a un futuro mejor para cada uno y sus descendientes. Pero, correlativamente, casi como un proceso de sanación colectiva, demanda las mismas (y malversadas) “memoria, verdad y justicia”, hasta ahora no concretada, para los imprescriptibles delitos de defraudación al Estado cometidos por los cleptócratas que nos gobernaron 16 de los últimos 20 años, ninguno de ellos en la cárcel. Porque ha sido tan gigantesca la malversación de caudales públicos y tan procaz la exhibición de las riquezas mal habidas, que ya nadie niega que es la real causa de la pobreza y la indigencia, del deterioro de la educación y de la salud públicas, de la extensión del narcotráfico y de la violencia cotidiana.
Entonces, si a la profunda herida que, al menos entre las élites, ya produjo en la imagen del Presidente esta horrible nominación, se le sumara que la sociedad entera comenzara a percibir que la moneda de cambio para la aprobación de la candidatura de Lijo hubiera sido garantizar la impunidad del kirchnerismo, el castigo a La Libertad Avanza en las elecciones de medio término se convertirá en una realidad irreversible. Esta misma semana vi a Milei claramente en campaña para ellas y me parece que eso debiera llevarlo a reflexionar sobre este peliagudo tema y hacerlo desistir de esta tan criticada postulación, que todos ignoramos quién le propuso. Si hubiera sido Cúneo Libarona, que tanto conoce al mundo de Comodoro Py, sede de la Justicia Penal Federal en la Capital Federal, el Ministro habrá sumado una nueva mancha a su tan atigrado curriculum.
Dada la importancia de la fecha, deseo a cada uno de mis lectores y a la Argentina misma, una muy feliz y santa Pascua de Resurrección. Recemos para que este Cristo, que mañana habrá salido nuevamente del sepulcro, recuerde que alguna vez se puso la camiseta nacional y otorgue, con su infinita paciencia, el perdón a nuestros tan reiterados pecados colectivos.