Por Ricardo Auer
El gasto global en sistemas de armas se ha elevado un 9% en el 2023. Este dato indica que la transición hacia un mundo multipolar no será sencilla ni pacífica
El mundo ha comenzado el año 2024 sumergido en un clima de riesgos globales y su economía está siendo reanimada por la carrera armamentística. Ucrania, Palestina, Israel, el Mar de la China y el Sahel africano son sus actuales epicentros, pero pueden surgir nuevos focos (el Ártico, la Antártida, la península de Corea, Irán, entre otros). Hay quienes alientan estos conflictos como las élites que las financian y quienes las desalientan, como el Papa Francisco. En la próxima década se hablará poco de globalización, de desarrollo humano, de medio ambiente, de democracia, de pobreza. La agenda actual refiere a friendshoring, defensa de la industrialización y el empleo nacional, geopolítica de las tecnologías, uso de la energía como arma, genocidios, migraciones forzadas, autocracias “seudodemocráticas” y “democracias” formales, controladas por las élites globalistas.
El gasto global en sistemas de armas se ha elevado un 9% en el 2023, llegando a un nivel récord de 2.000.000 millones de USD. El aumento de los gastos militares solo podría justificarse si los países consideran que los conflictos se multiplicarán al menos durante la próxima década. Las migraciones forzadas se han vuelto masivas y permanentes; los países receptores están poniendo restricciones a las mismas; esto se traducirá en nuevos y sucesivos conflictos.
El crecimiento económico durante las últimas tres décadas ha ocurrido principalmente en Asia. En consecuencia, el porcentaje del PBI de EEUU disminuye relativamente frente al total mundial. En 1950 era 50%; en 1960 era 40%; en 1970 era 27% y en 2023 bajó a 15%. También Europa está decayendo. La arquitectura del mundo actual se ha vuelto claramente multipolar, con China como potencia desafiante, pero seguida de numerosas potencias intermedias que quieren participar activamente del juego global. Es por ello que el poder geopolítico de los EEUU se fundamente crecientemente en su poder militar, que se expande creando alianzas militares continentales y ejerciendo presiones para mitigar la expansión de China. Europa deberá asumir sus propios gastos de defensa porque la política exterior de EEUU se concentrará en Asia Oriental en las próximas décadas.
Europa
El gasto total militar europeo es de 260.000 millones de USD (1,6% del PBI), muy semejante al de China. Los países europeos aumentaron el gasto militar un 32% desde el año 2014. Diez de ellos cumplieron la meta de gastar el 2% del PIB durante 2023 (una década atrás eran sólo dos). Desde el “Zeitenwende” o “punto de retorno” del 2022, Alemania ha comenzado a suministrar armas a terceros países (no lo hacía desde la II GM); ahora tiene el mayor gasto en defensa de los últimos 80 años. La UE gastó más de 100.000 millones de euros en comprar material militar: el 80% fuera de la UE, y más del 60% sólo a EEUU; es decir, la mitad de las importaciones de armas provinieron de EEUU. Pero hacia adelante la Unión Europea aspira a adquirir hasta el 2030, el 40% de los equipos de defensa entre sus miembros. Francia, después de perder su mercado africano, alardea de envíar tropas a las trincheras ucranianas, con el fin mejorar sus oportunidades de ventas. Alemania se desindustrializa en su territorio, pero quiere mantener activas sus industrias bélicas.
Rusia
Su gasto militar es de 86.000 millones de USD (2022), un 4,1% (2022) del PBI, aunque lo llevaría a un 7,5% de su PIB. Luego de las sanciones occidentales sus cadenas de suministro se han rediseñado para asegurar muchos insumos clave. Sus fábricas de municiones, vehículos, drones y equipos funcionan las 24 horas del día.
Lanzamisiles ruso
China
Su gasto militar es de 260.000 millones de USD, un 1,6% del PIB (2022), muy semejante al de la Unión Europea. China aumentará su gasto militar un 7% en 2024, con eje en la modernización de las FFAA, y con énfasis en las tecnologías modernas. Además, extendió su presencia militar internacional accediendo a instalaciones navales en Camboya y recientemente instaló una base en Yibuti, ubicado en el estratégico estrecho de Bab el-Mandeb (Cuerno de África). Sigue con su política de recuperar el control total de Taiwán, pese a las advertencias en contrario de EEUU.
El grupo QUAD (India, Japón y Australia) tienen un gasto de 160.000 millones de USD y los estados de Medio Oriente (Arabia Saudita, Israel, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos) suman otro total de 130.000 millones de USD. Ambos son aliados de EEUU, aunque Arabia Saudita ha adoptado últimamente posiciones bastante independientes.
EEUU
Su gasto militar es de 830.000 millones de USD, equivalente al 3,5% de su PBI (2022). Pero hay que sumarle 24.000 millones USD para programas de armas nucleares ejecutados en el Departamento de Energía y lo que gastan otras agencias para operaciones militares y de inteligencia, obviamente secretas. El total estaría cercano al billón (1.000.000 millones) de USD. Lo que nadie duda es que su gasto es superior a la suma de los 12 países que le siguen y representan un 40% del total mundial.
Este rumbo belicista nos indica que la transición hacia un mundo multipolar no será sencilla ni pacífica. Desarrollo sustentable, cuidar el planeta, mejorar la distribución económica, disminuir las diferencias sociales, eliminar la pobreza, democratizar a la sociedad, no parecen ser las actuales prioridades de las grandes potencias. Esa es la realidad, que es la única verdad.
El lobby armamentístico global, integrado por las empresas norteamericanas (Lockheed Martin, General Dynamics, Boeing, Raytheon) pero también por las correspondientes chinas, rusas, alemanas, francesas, inglesas, italianas, israelíes, indias, árabes, y otras, son las claras beneficiarias del estado de conflicto permanente y los diversos gobiernos de turno se ven en dificultades para frenar su accionar, que probablemente incluya el uso de mercenarios, de terroristas, o de grupos religiosos extremistas para generar o incrementar los conflictos a escala global y para presionar o incitar a otras naciones a hacer guerras proxy (por encargo) hacia otras.
Si bien en algunos países estas empresas eran originalmente estatales, el mundo financiero globalizado las ha transformado en verdaderas “anónimas”, diríamos muy anónimas. Grupos financieros concentrados como Blackrock, Vanguard y otros, son accionistas importantes de muchas de ellas, tanto en EEUU como en Europa; por ejemplo, son controlantes accionariamente de empresas armamentísticas alemanas como la Rheinmetall AG. La integración económica europea está muy atravesada por capitales financieros externos; sólo un 13% del valor del mercado bursátil alemán pertenece a alemanes mientras el 55% son capitales “anónimos” de origen norteamericano o inglés y hasta chino, quienes están resolviendo que, ante la pérdida de competitividad (falta energía a barata rusa), las empresas se trasladen a otros lares, disminuyan su producción o caigan en bancarrota. Esta penetración accionaria permitiría explicar el increíble suicidio des-industrializador de Europa y de Alemania en particular. La inversión extranjera directa (IED) en Alemania disminuyó un 50% interanual en 2022. Desde el 2019 el PIB de Alemania aumentó un miserable 0,6% en total, a precios constantes. La momentánea falta de voluntad nacional soberana es el resultado de la cooptación de su alta burguesía nacional, integrada al mundo de la financiarización, que es la expansión de las ramas financieras de la economía que perjudican el crecimiento de los sectores productivo y que expone, en blanco y negro, la tercera derrota alemana desde inicio del siglo XX.
Toda Europa se convierte en un apéndice de la voluntad de los grupos financieros globalizados, que la conducen desde Bruselas, por encima de las decisiones democráticas nacionales y que además controlan los mass-media imponiendo el relato de la “lucha por la democracia contra los autoritarismos”, agitando el supuesto que Rusia quiere invadir Europa, aunque sólo dispongan de un tercio de los gastos militares de aquella y sin poder controlar ni a Ucrania. Azuzar la hostilidad hacia Rusia, en lugar de atraerla, como proponía Kissinger, tiene como objetivo motorizar el gigantesco negocio armamentístico, pero actúa simultáneamente como mecanismo de la subordinación estratégica de Europa hacia EEUU. Pero la realidad no es estática y ya hay varias voces europeas que se oponen al mantenimiento de este status quo, iniciado luego de la II GM, con la ocupación militar norteamericana de Alemania.
Siempre EEUU y Gran Bretaña vieron como extremadamente peligroso la gestación de un poderosos eje ruso-alemán, es decir la unidad del hinterland euroasiático, que uniera la tecnología con los recursos estratégicos, porque ese poder conjunto podría hacerle frente a la alianza atlantista anglosajona.
Para favorecer una sumisa aceptación popular del “estado de guerra”, de la pérdida del estado de bienestar, y para generar el clima de la “necesidad de responder en forma preventiva” a los conflictos, se realizan las operaciones de guerra cognitiva operadas por trolls y los algoritmos, sobre los mass-media y las redes sociales, aumentando los sesgos de confirmación contra los “enemigos”. Todo ello va creando el actual clima de odio, que favorece el negocio de las armas. Desnudar esa sinergia entre las que alimentan el armamentismo y la creación de grietas mediáticas es el verdadero desafío de los pueblos que buscan su bienestar, porque, aunque todo parezca bastante controlado, siempre surgen “agujeros negros” en toda estrategia corporativa. Las armas son vendidas en paralelo en el mercado negro mundial, muy relacionado al narcotráfico, a zonas fuera de control estatal manejadas por “barones de la guerra” locales, utilizadas como tropas mercenarias en cualquier dirección. Todo ello crea peligros riesgos a nivel mundial, difíciles de evaluar, porque siempre cabe la posibilidad que “una chispa pueda incendiar la pradera” (Mao Zedong).
En relación a Argentina, no deberíamos dejarnos encandilar con enfoques simplistas, con alineamientos automáticos, con soluciones exclusivamente economicistas y con seguir alimentando los conflictos internos, porque todos ellos terminan siempre beneficiando a terceros en contra de nuestros propios intereses. La realidad es siempre más compleja, en la cual, la geopolítica es un tema delicado en el largo plazo. Nuestra enorme debilidad en todos los campos solo puede superarse encontrando, mediante el diálogo fraterno, los caminos que conduzcan a la unidad nacional, para recrear un proyecto nacional hoy ausente. Como otros pueblos del mundo la esperanza debe colocarse en un destino de grandeza, de soberanía y de progreso para todos los argentinos.
Fuente Infobae