“Sólo quien tenga de la naturaleza humana una idea arbitraria tachará de paradoja la afirmación de que las legiones romanas, y como ellas todo gran ejército, han impedido más batallas que las que han dado. El prestigio ganado en un combate evita otros muchos, y no tanto por el miedo a la física opresión, como por el respeto a la superioridad vital del vencedor. El estado de perpetua guerra en que viven los pueblos salvajes se debe precisamente a que ninguno de ellos es capaz de formar un ejército y con él una respetable, prestigiosa organización nacional. En tal sesgo, muy distinto del que suele emplearse, debe un pueblo sentir su honor vinculado a su ejército, no por ser el instrumento con que puede castigar las ofensas que otra nación le infiera; éste es un honor externo, vano, hacia afuera. Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales”.
José Ortega y Gasset, en “España Invertebrada” (España, 1921)
Los cultores de la confusión interesada pretenden relativizar el concepto de Occidente. Saben muy bien lo que hacen. Así como el movimiento de países no alineados fue funcional a los intereses del comunismo internacional, esas voces que hoy se levantan para negar la existencia de un conjunto de valores a los que nos referimos como “Occidente” no hacen más que abonar el camino para el avance islámico sobre nuestra civilización. ¿Qué fue lo que nos ocurrió en el camino?
Para generaciones de estudiantes de literatura castellana, su primer contacto con un texto fue el Cantar del Mío Cid, que relata las hazañas de Rui Díaz de Vivar (s. XI d.c.), el “Cid Campeador”, mítico héroe de “La Reconquista” contra el invasor musulmán. Más adelante se llegaba al estudio de la obra de Miguel de Cervantes, el “manco de Lepanto”, que nos recordaba que en 1571 había existido una tal batalla de Lepanto en la que fuerzas occidentales aliadas al Imperio español derrotaron a la armada otomana, ese poder que se extendía por la Europa meridional un siglo después de la caída de Constantinopla.
Los historiadores marcan el inicio de La Reconquista española en el año 722 con la batalla de Covadonga, la primera derrota de los musulmanes en Europa, convirtiendo a Asturias en el primer territorio libre en la península ibérica. Liderados por Don Pelayo, ese puñado de combatientes marcaría un hito fundamental en la historia de Occidente. Del otro lado de los Pirineos, en el 732, un ejército de francos liderados por Carlos Martel pararía el avance musulmán en la batalla de Poitiers. Sólo unos años antes, el islam parecía destinado a gobernar Europa. ¿Qué es lo que no entienden aquellos que critican el concepto de “Occidente”? ¿Estarán actuando bajo el influjo de las ideas de Jorge Verstrynge?
Hoy Benjamín Netanyahu se enfrenta al mismo enemigo externo e interno que Pelayo y Carlos Martel en su época. El externo es un islam que pretende imponer su civilización totalizante al resto del mundo. El interno se compone de aquellos conciudadanos que a lo largo de los años han tejido alianzas de intereses con el invasor, al cual le facilitan su accionar en el territorio y la cultura a cambio de poder, dinero y prestigio, en el proceso debilitando el futuro de su propia civilización.
Por estos días da pena escuchar los argumentos y estratagemas para negarle a Israel la victoria que está consiguiendo en el campo de batalla. La semana pasada la administración Biden pretendía asesorar al gobierno de Netanyahu sobre la mejor forma de terminar con la guerra de Gaza, basado en la experiencia de su Estado Mayor Conjunto en las guerras de Afganistán e Iraq… Como esa “línea argumental” no prendió, surgió luego la idea de encomendar a una empresa catarí la construcción de un puerto marítimo en Gaza para hacer llegar una ayuda “humanitaria” que inevitablemente termina en poder del enemigo que Israel combate en el territorio sin cesar. ¿Imaginan a Don Pelayo haciendo un alto al fuego para alimentar a los poblados que daban asistencia a las tropas de Al Qama? ¿O al papa Pío V pidiendo para cargar de víveres a lo que quedaba de la flota otomana emprendiendo el regreso después de la derrota de Lepanto?
El último intento por frenar a Netanyahu estos días fue el de imponer una misión de paz de Naciones Unidas en Gaza, como la inoperante Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FNPUL), estacionada en la frontera entre Israel y Líbano desde la Segunda Guerra del Líbano. Recordemos que esta concluyó en 2006 con un cese al fuego y la aprobación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que ordenaba a Hezbolá a desarmar todas sus fuerzas, y prohibía cualquier despliegue de fuerzas al sur del río Litaní, con la excepción de las del propio Ejército libanés y las de la FNPUL (UNIFIL por sus siglas en inglés). Claro que nada de esto se ha cumplido, y que la presencia de FNPUL en la frontera es puramente testimonial, a modo de atalaya viendo pasar los cohetes que periódicamente Hezbolá lanza hacia Israel. Pero parecería que nadie se incomoda mucho con esta flagrante omisión…
Netanyahu es consciente que todas estas son chicanas para privar a Israel de una victoria estratégica. Para ello, el Ejército israelí tendrá que seguir combatiendo a los terroristas en Gaza, mientras un gobierno civil local (y no una misión de Naciones Unidas, que ya estaba presente en el territorio a través de UNRWA y habilitó el desastre actual), apoyado por una fuerza policial eficaz, permita canalizar los apoyos económicos y civiles internacionales y regionales. Esto debería conducir en los próximos años a la estabilización de Gaza sin el control de Hamás sobre ella.
La historia nos enseña que el poder de un hombre es directamente proporcional al empeño y a las fuerzas de quienes lo quieren derribar. A través de sus organizaciones y gobiernos, los enemigos utilizarán todo tipo de artilugios legales e ilegales y capitales abusivos para lograr su objetivo.
Hoy, como ayer, el enemigo del Occidente helénico y judeo-cristiano se encuentra en un Oriente islamizado. La antigüedad nos ofreció a Leónidas, Temístocles y Escipión el Africano. La Edad Media nos regaló a Don Pelayo y Carlos Martel. Hoy Dios presenta ante nosotros a un moderno titán de Occidente. Los antiguos eran paganos, los que le siguieron eran cristianos, este es judío. Se llama Benjamín Netanyahu y con su pequeña Nación encolumnada tras de él, tal moderno David, se mantiene altivo y fuerte enfrentando a potencias mundiales, que ante su vergonzosa falta de voluntad para enfrentar al enemigo, optan en su lugar por intentar derribar a quien emerge como líder indiscutible de la mayoría judía en Israel.
Mientras tanto el primer ministro israelí libra una guerra que él no buscó, y que encontró a su país distraído por luchas políticas internas, provocadas por enemigos desleales y opositores políticos que compraron por conveniencia ese discurso progresista afín a los intereses del enemigo persa y sus sucursales en España y América del Sur.
Es justamente esta firmeza e intransigencia ante sus adversarios representada por el primer ministro Benjamín Netanyahu lo que asusta a quienes pensaron que acomodándose al calor persa navegarían con viento de popa. ¿Olvidaron que tuvo que enterrar a su hermano Jonathan luego de Entebbe? ¿Qué con solo 22 años y como integrante del comando de Sayeret Matkal participó voluntariamente del rescate del avión de Sabena?
Enemigos de Occidente: calcularon mal, ¡a Benjamín Netanyahu NO LO DOBLEGARAN!
Benzión