Por Andrés Villota Gómez
Cada vez se hace más difícil para la extrema izquierda argentina sostener su narrativa en las calles. La gente pasó del fastidio al hastío, viendo a una caterva de desadaptados sociales, bloqueando las calles y destruyendo bienes públicos
Una intervención del senador José Mayans, fue la primera impresión que tuve del Congreso argentino. Me sorprendió, lo básico y lo primitivo de su argumentación, y el bajo nivel intelectual de un parlamentario, en un país al que considero que tiene un nivel superlativo en educación. Claro, luego supe que Mayans jamás había estudiado y, menos, trabajado y que llevaba ahí sentado, más de la mitad de toda su vida. Tal vez, por eso, el sedentarismo le había pasado una factura.
Formosa, de donde proviene Mayans, es la provincia que menos le aporta al PIB argentino, solo el 1 %, pero en la lógica del ultra Kirchnerismo, le daban el 3 % de las coparticipaciones del gobierno nacional, culpables de un pedazo del hueco fiscal que, en una lógica perversa, eso significa “hacer política”.
O cómo lo dijo Juan Manuel Santos, uno de los políticos más corruptos en toda la historia republicana de Colombia: “El difícil arte de gobernar”, que él lo entendía, como la virtud de comprar conciencias, repartiendo el erario público entre sus secuaces y sus detractores para neutralizarlos.
El gobierno del presidente Javier Milei se dedica a exterminar, de raíz, esa conducta delictiva y, por supuesto, esto ha generado el rechazo y la resistencia al cambio, por parte de toda la minoría de hampones que, durante muchos años, se ha beneficiado de ese esquema de corrupción, fabricado en nombre de la “justicia social”.
Una gran injusticia social, en realidad, si tenemos en cuenta que roban a los argentinos de bien para repartirse el botín entre tipos de la calaña de Mayans y los demás políticos y burócratas de extrema izquierda. Incluso, llegaron a niveles aberrantes, al cometer crímenes de lesa humanidad, creando inanición mortal, a cambio de votos y de apoyos políticos.
Los hampones, estaban confiados antes del ballotage porque la constante había sido que, siempre, ganaba uno de los suyos y cuando llegaba uno que no era parte de su banda, le daban golpe de Estado blando, en medio de una acción que consideran legítima e institucional, porque lo hacen diciendo que defienden “al pueblo”, cuando en la cruda realidad, lo único que defienden es el statu quo que les permita seguir apoderándose, de manera vitalicia, del multimillonario botín.
Ante la falta de argumentos y ante la contundencia de las pruebas de los crímenes perpetrados por la casta argentina, la violencia se hizo presente con el correr de los días, justificada en la “acción directa”. Pablo Moyano, miembro de la monarquía sindical argentina dijo que, al ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, había que asesinarlo, tirándolo a un río.
El video golpista de Enrique “Pepe” Albistur, exsecretario de Medios de Néstor Kirchner, filmado en la muy exclusiva playa de Pinamar, que usa una fachada de “empresario publicitario” para lavar el origen de su fortuna, obtenida después de su paso por el alto gobierno; muestra el afán del miembro promedio del club de beneficiarios del saqueo, que sueñan con tumbar al presidente Milei para poder volver a sus actividades delictivas, en paz. Hasta van en romería permanente al Vaticano, a pedir que se les haga el milagrito.
Se muestran desesperados porque saben que eso significa que se fueron para jamás volver. El tiempo pasa y el éxito de las medidas económicas del presidente Javier Milei, se consolida. La Ley Bases fue aprobada en el Senado y el pueblo argentino, en su mayoría, respalda a Milei para poder dar ese gran paso a la libertad.
Cada vez se hace más difícil para la extrema izquierda argentina sostener su narrativa en las calles. La gente pasó del fastidio al hastío, viendo a una caterva de desadaptados sociales, amedrentando a los periodistas, intentando asesinar a los policías, bloqueando las calles, destruyendo bienes públicos, prohibiendo la libre locomoción e incinerando autos, bicicletas y mobiliario urbano.
La intentona golpista de la noche del 12 de junio del 2024, marcó un punto de inflexión y de no retorno. La sociedad argentina no soporta más, esa situación de zozobra e incertidumbre y de miedo. Es evidente el rechazo al terrorismo, al vandalismo y al asesinato, desde todos los estamentos de la sociedad, diferentes al ultra peronismo kirchnerista.
El presunto golpe de Estado, se nota, había sido planeado. Salen los sindicatos de escena con sus costosas pancartas hechas en el mismo lugar y banderas de Irán y Palestina e irrumpen, de manera sincronizada, las hordas de salvajes cromañones que, afortunadamente, se encuentran con las fuerzas del orden, que impiden consumar sus planes golpistas.
El éxito de Benito Mussolini en la Marcha sobre Roma (1922), que llevó a la extrema izquierda italiana a tomar el poder, fue la ausencia total del ejército del rey Víctor Manuel III de Saboya. El fracaso del Putsch de Múnich (1923), fue culpa de la presencia de la policía que evitó que se consumara el golpe de Estado perpetrado por el partido nacional socialista obrero alemán en contra del gobierno de la República de Weimar.
Esto se lo saben de memoria los herederos argentinos de Mussolini y de Hitler. Eso explica, su ataque permanente a las Fuerzas Armadas, a las que pretenden ver arruinadas, desmoralizadas, diezmadas, sin capacidad operativa para que puedan derrocar al gobierno, sin mayor oposición o resistencia.
Existen elementos comunes al método y a la estrategia terrorista usada en otros países de la región. Las banderas de Palestina, por ejemplo, son usadas por los terroristas de La Primera Línea, los Camisas Negras de Gustavo Petro.
El relevo de la marcha “pacífica” por los salvajes encapuchados, es un proceso de manual, copiado de las calles colombianas que sirve, de paso, para desconocer culpas. “A esa hora ya no estábamos nosotros”, “esos no fuimos nosotros, esos son infiltrados”, “esos son policías disfrazados de terroristas”, es lo que dicen los políticos involucrados en el complot, los que pretenden salir airosos y no ser judicializados.
La forma de “producción” de las piedras usadas para lapidar a los policías, los cócteles Molotov, la destrucción del patrimonio de los argentinos sin ningún pudor, la celebración jubilosa porque saben que aseguraron su pago, son rasgos idénticos a lo visto en otros lugares, que solo puede ser obra de extranjeros o de argentinos entrenados por extranjeros.
Los regímenes que son hermanos gemelos de la oposición argentina, parecen como si estuvieran enviando a temidos terroristas, sacados de las cárceles, en un Mariel contemporáneo. La obsesión enfermiza de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Gustavo Petro, por evitar la permanencia del presidente Javier Milei en la Casa Rosada, es la misma obsesión enfermiza mostrada por el Kirchnerismo.
No es necesario ser científico de cohetes para intuir quiénes están detrás del presunto terrorismo y de la intentona golpista.
Fuente Pnam post