El intendente de Pehuajó, Pablo Zurro, lanzó una grosería incalificable al opinar sobre la reunión entre Milei y el presidente de China.
“Por definición se denomina a un enfermo mental como aquel que tiene un trastorno de la salud que afecta en el estado de ánimo, del pensamiento y del comportamiento de las personas”. Sentada en su banca, en pleno debate de la Ley Bases, la senadora kirchnerista Cristina López no dejó ninguna duda acerca del destinatario de sus palabras. “Necesitamos trabajar urgente en un proyecto de ley para proteger al pueblo argentino de futuros presidentes como Javier Milei”. Sin pergaminos que acrediten su capacidad para diagnosticar acerca de salud mental, la legisladora de Tierra del Fuego se refería así a la máxima autoridad de la Nación.
Tanto o más que las palabras de López impacta la casi nula reprobación que produjeron. Comentario al margen: ¿qué hubiera pasado de haber osado alguien dirigirse de ese modo a Cristina Kirchner?
Volviendo al presente, lo que en otro país habría desatado una reacción inmediata, desde el ejercicio ilegal de la psiquiatría perpetrado por la senadora a la falta de respeto a la investidura presidencial, acá pasa prácticamente inadvertido. Es parte del escándalo cotidiano en la arena de la política. Y ya lo decía Simone de Beauvoir: lo peor que tiene el escándalo es que uno termina por acostumbrarse.
El propio Presidente suele utilizar epítetos y expresiones que empañan su investidura. Días pasados, en un foro ante empresarios, hablando de quienes lo critican, “los detractores”, dijo: “Para todos los que descreen de la economía de mercado les dedico la frase de Maradona. Hago referencia a la que se puede sintetizar en tres letras: LTA”. Para algún depistado, “la tenés adentro”.
A tal grado llega la degradación del lenguaje de la política, y entre los políticos, que ya parecemos anestesiados. La vara de la agresión no para de subir, y en la misma proporción cae el nivel de la discusión y del debate de ideas. A veces se está más cerca de una pelea de barrabravas que de un diálogo entre funcionarios y representantes de la sociedad, o de un análisis profundo de la realidad.
En un alarde extremo de vulgaridad, conocida la noticia del viaje del Presidente a China después de la renovación del swap de US$ 5.000 millones con ese país, el intendente de Pehuajó Pablo Zurro dijo que Milei “se la va a chupar” a Xi Jinping en la bilateral que mantendrán. Hasta cuesta escribirlo.
No fue más feliz el comentario sobre Daniel Scioli de Mayra Arena. Dirigente peronista de muy humilde extracción que se hizo famosa años atrás por una charla Ted titulada “¿Qué tienen los pobres en la cabeza”?, lanzó: “El hijo de la gran puta de Scioli. Que ahora es su nombre completo. Y que no lo podemos cagar a piñas porque le falta un brazo”.
Poco que envidiarle al cruce en tribunales de Juan Grabois y Leila Gianni, fervorosa devota de Sergio Massa que “la vio” cuando ganó Milei y ahora trabaja codo a codo con la ministra Sandra Pettovello. “Kuka ladrona”, le tiró el dirigente piquetero. “Ahora te ponés un león (en alusión a la remera que usaba), antes te ponías un pingüino”. “Tarado, el león se comió al pingüino”, fue la réplica de la flamante mileísta.
No tuvo más nivel el enfrentamiento de Grabois con el legislador porteño y fanático de Milei de la primera hora Ramiro Marra. Marra lo llamó “chorro” y Grabois retrucó “Yo me cago de risa de boludos como vos”, y lo calificó de “garca”.
“El lenguaje de la política ha mutado, y con ello la propia política, renunciando a su función orientadora e integradora para convertirse en un arma para la destrucción del adversario. La consecuencia es que el debate político se ha convertido en un lodazal del que nadie sale bien parado y todos quieren creer que la culpa es de los demás”, escribió el consultor Pau Solanilla. De eso se trata.
Fuente Clarin