Por Nicolás J Portino González
En la Argentina de los últimos años, “Fútbol para Todos” se convirtió en un sinónimo de despilfarro y corrupción. La idea de ofrecer partidos de fútbol gratis para todos los argentinos, financiada por el estado (o sea todos los ciudadanos), pudo haber parecido atractiva en teoría, pero en la práctica resultó ser un gravísimo error económico y moral. El concepto transformó el simple entretenimiento en una carga financiera para toda la población, independientemente de si querían o no ver los partidos. Pago por los impuestos de aquellos a quienes gustaba el fútbol y a aquellos a los que no.
El programa, impulsado por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y defendido por figuras como Julio Grondona, Jorge Capitanich, Segura y Aníbal Fernández, nos obligó a pagar por algo que muchos no deseaban consumir y además…nunca fue prioritario. Utilizaron el dinero de los contribuyentes para financiar una idea que, en última instancia, solo benefició a una minoría y empobreció aún más al país. Este dinero, extraído directamente de nuestros impuestos, no provino de los fanáticos del fútbol, sino de todos, incluidos aquellos que no tienen interés en el deporte.
Lo que es aún peor, este programa fue utilizado como herramienta de propaganda política. Los periodistas militantes, con su cerebro limitado a repetir la narrativa oficial, defendían el proyecto sin cuestionar sus verdaderas implicaciones. Mientras tanto, el IVA que paga la gente pobre al comprar alimentos se utilizaba para mantener una estructura corrupta y fraudulenta.
El juicio que imputa hoy a figuras como Aníbal Fernández y Capitanich, expone las entrañas de lo que, sin temor a equivocarnos, podemos llamar una verdadera banda de crimen organizado. No se trataba solo de ofrecer fútbol gratis, sino de una maquinaria bien aceitada para desviar fondos públicos, enriquecer a unos pocos y mantener una narrativa populista.
El “Fútbol para Todos” no fue solo una mala política pública, sino una auténtica imbecilidad de un gobierno de tumberos mentales, traumados irrecuperables y ladrones nefastos. Estas personas han saqueado las arcas del estado sin piedad, y es hora de que se haga justicia.
En definitiva, “Fútbol para Todos” es un ejemplo claro de cómo una idea aparentemente popular puede ser utilizada para cometer actos de corrupción a gran escala, y cómo una banda organizada puede manipular y explotar los recursos de un país para su propio beneficio. Los argentinos merecemos algo mejor, merecemos transparencia y responsabilidad en el manejo de nuestros impuestos, y sobre todo, merecemos justicia.