Escribe Héctor A. Leis*
La adopción de un Sistema Parlamentario en Argentina es un debate necesario para modernizar las instituciones democráticas del país.
Es que la elección de un sistema de gobierno es uno de los aspectos fundamentales que define el funcionamiento de una democracia.
En el caso de nuestro país, como en muchos países de América Latina, se ha adoptado históricamente un sistema presidencialista.
Sin embargo, el debate sobre la conveniencia de adoptar un sistema parlamentario ha resurgido en diversas ocasiones.
Nuestro país, como muchas naciones latinoamericanas, adoptó un sistema presidencialista inspirado en el modelo estadounidense tras su independencia.
La Constitución de 1853 estableció un gobierno fuerte y centralizado, con un presidente que concentra el poder ejecutivo.
Este sistema fue concebido en un contexto de inestabilidad y fragmentación, donde se consideraba necesario un liderazgo fuerte para mantener la unidad y el orden.
A lo largo de su historia, Argentina ha enfrentado numerosos desafíos políticos y económicos que han puesto a prueba su sistema presidencialista.
La concentración de poder en la figura del presidente ha llevado en ocasiones a abusos de poder, golpes de Estado y periodos de inestabilidad.
Y esta rigidez propia del sistema presidencialista, con sus mandatos fijos y la dificultad para remover a un presidente inepto o corrupto, ha sido objeto de críticas recurrentes.
Una de las principales ventajas del sistema parlamentario es su flexibilidad.
En un sistema parlamentario, el gobierno está directamente vinculado al parlamento y depende de su confianza.
Esto permite cambios más rápidos en el liderazgo político en respuesta a crisis o cambios en la opinión pública.
En contraste, en un sistema presidencialista, la rigidez de los mandatos fijos puede llevar a una parálisis gubernamental en tiempos de crisis.
El sistema parlamentario promueve una mayor responsabilidad y rendición de cuentas.
Dado que el primer ministro y su gabinete son miembros del parlamento y dependen de su apoyo, existe una supervisión constante y directa de sus acciones.
Esto puede reducir la corrupción y mejorar la eficiencia del gobierno.
En un sistema presidencialista, el presidente y su gabinete pueden actuar con más independencia del legislativo, lo que nos lleva a una menor rendición de cuentas.
Contrario a la mirada común, los sistemas parlamentarios nos ofrecen una mayor estabilidad política a largo plazo.
La posibilidad de convocar elecciones anticipadas permite resolver rápidamente las crisis políticas sin la necesidad de esperar el final de un mandato fijo.
Además, la formación de gobiernos de coalición, común en los sistemas parlamentarios, fomentan la cooperación y el consenso político.
- Ejemplos contemporáneos
Países como el Reino Unido, Canadá, Alemania y Japón han demostrado el éxito y la estabilidad de los sistemas parlamentarios.
Estos países han logrado mantener gobiernos estables y eficaces, adaptándose rápidamente a los cambios políticos y económicos.
La experiencia de estos países sugiere que un sistema parlamentario puede ser efectivo para gobernar democracias complejas y diversas.
- Qué dicen los politólogos
El politólogo Juan Linz ha argumentado en su influyente ensayo “The Perils of Presidentialism” que los sistemas presidencialistas son más propensos a crisis políticas y constitucionales.
Linz nos señala que la dualidad de legitimidades entre el presidente y el parlamento puede llevar a conflictos de poder, y que la rigidez del mandato presidencial puede dificultar la resolución de crisis políticas.
Según Linz, los sistemas parlamentarios, al permitir cambios más flexibles en el liderazgo, son menos propensos a este tipo de conflictos.
Maurice Duverger, politólogo, argumenta en su obra “Los Partidos Políticos” que los sistemas parlamentarios tienden a ser más eficientes en la formación de políticas públicas.
Duverger sostiene que la integración del ejecutivo y el legislativo en un sistema parlamentario facilitan implementación de políticas gubernamentales, ya que el gobierno cuenta con el apoyo directo del parlamento.
Esta eficiencia es particularmente importante en contextos donde se necesitan respuestas rápidas y coordinadas a los desafíos económicos y sociales.
Arend Lijphart, en su obra “Democracies: Patterns of Majoritarian and Consensus Government in Twenty-One Countries”, defiende las virtudes del modelo parlamentario en sociedades diversas y fragmentadas.
Lijphart argumenta que los sistemas parlamentarios de tipo consociacional, que fomentan la cooperación y el poder compartido entre diferentes grupos políticos y sociales, son especialmente efectivos para mantener la estabilidad y la paz en sociedades con profundas divisiones.
- Reforma constitucional
Adoptar un sistema parlamentario en nuestro país requiere de una reforma constitucional significativa.
Esto implicaría redefinir la estructura del poder ejecutivo y legislativo, y establecer un nuevo marco para la elección y responsabilidad del primer ministro y su gabinete.
La reforma constitucional debería ser aprobada por el Congreso y, posiblemente, sometida a un referéndum nacional para asegurar su legitimidad y aceptación popular.
Con un sistema parlamentario, es común que ningún partido obtenga una mayoría absoluta en el parlamento, lo que requiere la formación de gobiernos de coalición.
En Argentina, esto fomentaría una cultura de cooperación y compromiso entre diferentes partidos políticos, promoviendo la estabilidad y la eficacia gubernamental.
La formación de coaliciones también podría ayudar a representar mejor la diversidad política y social del país.
Para que un sistema parlamentario funcione eficazmente, es crucial fortalecer las instituciones parlamentarias.
Esto incluye mejorar la capacidad legislativa y de supervisión del parlamento, y asegurar la independencia y la profesionalidad del servicio civil.
Además, se necesitarían reformas para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas en el proceso político.
- Riesgo de inestabilidad
Una de las críticas más comunes a los sistemas parlamentarios es el riesgo de inestabilidad política debido a cambios frecuentes de gobierno.
Aunque esta flexibilidad puede ser una ventaja en términos de adaptabilidad, también puede llevar a una percepción de inestabilidad si no se maneja adecuadamente.
Es crucial diseñar mecanismos que permitan cambios de gobiernos ordenados y predecibles.
Por esto, la transición a un sistema parlamentario también requeriría un cambio en la cultura política de nuestro país.
- Resistencia al cambio
La tradición presidencialista está profundamente arraigada, y podría haber resistencia al cambio tanto entre la clase política como entre la ciudadanía.
Por esto, la educación y la comunicación efectiva serían esenciales para explicar los beneficios del nuevo sistema y ganar apoyo para la reforma.
Otro desafío es asegurar que el sistema parlamentario refleje adecuadamente la diversidad política y social del país.
Es fundamental diseñar un sistema electoral que permita una representación justa y equitativa de todas las regiones y grupos de interés del país.
Además, se deben fomentar mecanismos de participación ciudadana para fortalecer la legitimidad del sistema parlamentario.
La adopción de un sistema parlamentario en el país puede ofrecer numerosas ventajas, incluyendo una mayor flexibilidad, eficiencia y responsabilidad en el gobierno.
- Los desafíos
Sin embargo, este cambio también presenta desafíos significativos que deben ser abordados cuidadosamente.
A través de una reforma constitucional bien diseñada y una adaptación cultural y política adecuada, Argentina podría beneficiarse de las ventajas de un sistema parlamentario, promoviendo una gobernanza más estable y efectiva.
La implementación de un sistema parlamentario podría representar una oportunidad para renovar y fortalecer la democracia argentina, adaptándola mejor a los desafíos contemporáneos.
*Abogado, Director Editor de la Revista D, R y F Democracia, República y Fraternidad
Fuente Srsurnewsagency