Por Argemino Barro. Nueva York
Tiene de los peores ratios de popularidad. Pero al menos es un rostro conocido cuando apenas quedan cuatro meses para las elecciones estadounidenses. Pero eso, claro, solo si Biden dimite
Ahora que la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se baraja como la más probable sucesora de Joe Biden si este finalmente retira su candidatura, el Partido Republicano está produciendo anuncios contra ella en cantidades industriales. Y no lo tiene difícil.
Parece haber horas y horas de discursos insulsos y repetitivos y de risas nerviosas y descontroladas de las que sacar oro político. Pero el estado de emergencia en el que están los demócratas nos obliga a revisar la figura de Harris, que pegó muy fuerte en 2019 y que, de repente, se vio confinada a los sótanos de la popularidad política.
El repentino ascenso de Harris en la última semana, tal y como refleja una encuesta de Ipsos que la coloca mejor posicionada que Biden para vencer a Trump, tiene dos dimensiones. Una es la dimensión logística, que incluye organizar una sucesión controlada de Biden a Harris puede ser más sencillo que desencadenar, a cuatro meses de las elecciones, un incierto proceso de guerra interna para elegir candidato. La segunda dimensión es personal y tiene que ver con las fortalezas y flaquezas políticas de Kamala Harris.
La ventaja logística más inmediata es que Harris ya está en el ticket de Joe Biden, de manera que, si la nominación finalmente recae en ella, la estructura y el dinero de la campaña se pondrían fácilmente a su servicio. Si no, como explica Ezra Klein en The New York Times, ese dinero tendría que pasar al Comité Nacional Demócrata o a un Comité de Acción Política (PAC) para poder ser destinado a otro candidato.
Aunque Joe Biden no puede elegir a dedo al nuevo nominado, podría dar su respaldo oficial a Harris, lo cual, como especula Axios, atraería después los apoyos oficiales de Bill Clinton y Barack Obama.
Y esa ya sería realmente la bendición. Los casi 4.000 delegados apalabrados a Biden en las primarias irían a Harris, y así, de manera rápida y relativamente indolora, ya habría nueva aspirante presidencial.
Además, hay que tener en cuenta el tamaño de este país: EEUU es más del doble de grande que la Unión Europea. Es un continente. Hace falta un largo proceso de primarias, debates, mítines, entrevistas y anuncios para dar a conocer a los candidatos a nivel nacional. Por eso las campañas presidenciales duran un año y medio.
Todos esos nombres de gobernadores y congresistas que barajan los analistas están muy bien, pero sólo los conocen en sus respectivos estados y quienes se dedican, profesionalmente, a seguir la política. Josh Shapiro, J. B. Pritzker, Sherrod Brown, Gretchen Whitmer, etcétera, pueden ser formidables en mil aspectos, pero, ¿qué americano medio ha oído hablar de ellos? Quedan cuatro meses para las elecciones; desde la Convención Demócrata de Chicago, dos meses y pico. Puede que ese tiempo no baste para elegir a un candidato, lanzarlo y darlo a conocer.
Al menos este aspecto Harris lo tiene cubierto. Con ella habría que trabajar muchas cosas, pero ya se sabe quién es y cuál es su biografía. Esa parte del trabajo ya está hecha. La otra única posible candidata con ese mismo reconocimiento de nombre es Michelle Obama, que es popular; de hecho, es la demócrata más popular de todos. Pero ha reiterado una y otra vez que no se va a presentar, que no le interesa. Que la política “tiene que estar en el alma. Y no está en mi alma”.
Luego está el aspecto de las fortalezas y flaquezas de Harris como candidata. Aquí seguramente estaría el desafío, a tenor de su fallida campaña de las primarias en 2019 y de su consistentemente baja popularidad como vicepresidenta. Una antipatía que pone nerviosos a muchos demócratas de cara a ganar los estados del interior.
Harris, ¿preparada para la presidencia?
Para empezar, los republicanos perderían la ventaja de presentar a Donald Trump, de 78 años, como el candidato más enérgico y vigoroso de estas elecciones. Kamala Harris tiene casi 20 años menos y, en los debates de las primarias del ciclo anterior, demostró que puede tener el gancho y la rapidez adecuados para poner al magnate contra las cuerdas en un cara a cara. De hecho, fue el primer debate, en julio de 2019 , la que la situó en segunda posición de una veintena de candidatos.
Lo cual nos lleva a la pregunta de por qué, si había empezado con tanta fuerza, su campaña se desplomó en unos pocos meses y ni siquiera llegó a los caucus de Iowa. Hay diferentes razones. Entre ellas, que la vertiente moderada de esa campaña ya había sido ocupada por Joe Biden y que la vertiente socialista era patrimonio de Bernie Sanders y Elizabeth Warren. Por lo tanto Kamala Harris, que apenas llevaba dos años largos en el Senado, tuvo las puertas cerradas desde el principio.
Se ha dicho también que 2019 y 2020 eran años identitarios, donde la raza y el género y cuestiones como la violencia policial pesaban mucho en los discursos demócratas. Dado que Kamala Harris fue fiscal del distrito en San Francisco y luego fiscal general de California, y que tiene un amplio historial de proponer mano dura contra el crimen — llegando a escribir hasta un libro al respecto — sus asesores le aconsejaron que dejara esa faceta de lado. Eso hizo que optara mejor por una imagen política más acorde con los tiempos, lo que, del mismo modo, habría generado esa imagen de falsedad e incongruencia que la persigue.
En su largo perfil de la vicepresidenta, titulado The Kamala Harris Problem y publicado en The Atlantic, Elaina Plott Calabro se hacía la siguiente pregunta: “Muy poca gente cree que está preparada para ser presidenta. ¿Por qué?”. El reportaje empezaba con una visita a la residencia oficial de los Harris, en Washington, en la que la vicepresidenta mostraba a la periodista los cuadros con los que había decorado sus dependencias. Todo lo que tenía que decir de los cuadros era cuál era la identidad de sus autores, es decir, “una mujer indio-americana, un gay afroamericano, un japonés-americano”. Tras el tour, el comentario: “Pillas la idea”.
A la reportera le sorprendió que Harris no hubiera hecho absolutamente ninguna observación sobre las cualidades estéticas de las obras o sobre por qué le gustaban. Lo único que parecía importarle era el fenotipo del artista. Como si Harris, que cumplirá 60 años este otoño, se hubiera puesto de la noche a la mañana el traje de joven militante woke urbanita y este, en realidad, no le encajará del todo.
Dice Elaina Plott Calabro que el salto de la Kamala Harris pre-2020 a la Kamala Harris post-2020 ha sido una maniobra difícil. La pre-2020 seguía siendo la fiscal, una persona competente, serena, confiada y llena de datos y hechos, como se vio en sus implacables interrogatorios durante las comparecencias en el Senado. Siempre que el tema a discutir es preciso, Harris es excelente. Sin embargo, cuando da el salto al rol nacional de la vicepresidencia, se embute torpemente el traje woke y se pone a hablar de generalidades como la igualdad o el futuro de la democracia. Se la ve fuera de onda, nerviosa, bifurcándose en su retórica, disolviéndose en la nada.
Otro elemento es que el Ala Oeste, es decir, el equipo de Joe Biden, no le habría dado un espacio en el que operar. Al principio del mandato se adjudicó a Harris la cartera de inmigración: la misma que Barack Obama le encomendó al entonces vicepresidente Biden. Pero estos últimos cuatro años el problema se ha agravado y le ha tocado a Harris ir de charco en charco con esta desagradecida tarea.
Un antes y un después en la política de EEUU
Entonces, ¿podría Harris volver a su rol de fiscal, dejar de lado los pronombres “She” y “Her” que menciona al principio de las entrevistas y demostrar que puede poner a Trump contra las cuerdas con una serie de hechos verídicos y bien presentados? ¿Puede recuperar la magia efímera que se vivió en aquel verano de 2019, cuando empezó a forjarse un perfil nacional y logró estar entre los favoritos?
En esta línea, uno de los factores movilizadores para los demócratas, sobre todo desde la derogación de la ley Roe v. Wade por el Tribunal Supremo en 2022, es el aborto. El aborto fue en parte responsable de que los demócratas se desempeñaran mucho mejor de lo esperado en las midterms de 2022 y el hecho de que 14 estados hayan prohibido completamente este derecho es algo que planea siempre sobre los mítines y las conversaciones. Y Kamala Harris puede marcar la diferencia.
Luchar por los derechos de las mujeres es una tarea que la vicepresidenta ha desempeñado con gusto. Podría ser una buena abanderada en los próximos cuatro meses. Algo que Joe Biden, un señor octogenario católico cuya opinión sobre el aborto ha sido variable este último medio siglo, no es capaz de aprovechar.
Otras razones es que, con todo, Harris tiene su propia base dentro del partido: es fuerte entre las mujeres y entre los afroamericanos, un colectivo en el que Donald Trump está desbrozando algunos, si bien estrechos, caminos. Además la narrativa de la elección de Harris como número dos en 2020 nos ha hecho pensar que estaba llamada a suceder a Biden en la presidencia. Siempre se ha entendido así. Darle de lado ahora puede generar, también, rencillas dentro del partido, que lleva décadas deseando tener una mujer presidenta que rompa el famoso “techo de cristal”.
Estos motivos, sin embargo, no van a satisfacer a todos los demócratas. Esta semana el portal Semaforo publicó una conversación entre asesores y donantes demócratas que estudiaban cómo proceder respecto a la campaña de Biden. Uno de ellos, el asesor Dmitri Mehlhorn, dijo que Kamala Harris sería una amenaza mayor para los estados clave que un Biden “muerto o comatoso”. Mehlhorn se refería a Michigan, Pensilvania y Wisconsin, Estados que se llevó Joe Biden en 2020 gracias a un mayor apoyo que el conseguido por Hillary Clinton entre los hombres blancos de clase obrera. Resulta casi imposible imaginarse a Harris llevándose este voto esencial.
Una última ventaja para la candidata es que Donald Trump ya le ha puesto el broche de honor: la ha bautizado con su propio mote, “Laffin’ Kamala Harris”, o “Kamala Harris la Riente”, por esos vídeos que circulan por las redes en las que la vicepresidenta, por la manera desaforada en que se ríe, ha sido comparada con tu tía la soltera que es adicta a las pastillas. Trump la quiere retratar como una persona frívola, sin experiencia e impostada. Si Harris hereda la candidatura, está por ver si seguirá siendo la de estos últimos años o si demostrará que se le ha subestimado.