Por Orna Mizrahi
La escalada en el intercambio de fuego entre las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y Hezbollah tras la eliminación de altos oficiales del grupo libanés chií y las respuestas relativamente medidas pero inusuales de la organización reflejan que Hezbollah se apega a la estrategia elegida: una guerra de desgaste por debajo del umbral de la guerra, mientras intenta crear una clara ecuación de respuesta con Israel.
Sin embargo, en base a las acciones y respuestas actuales sobre el terreno, está claro que las FDI están dictando el alcance y la intensidad de la guerra con Hezbollah.
A pesar de los encendidos discursos de Nasrallah sobre la disposición de su organización para la guerra, se puede observar una notable cautela e intencionalidad en su política de respuesta, aparentemente para evitar la escalada hacia una guerra a gran escala que la organización no busca en esta etapa.
Esto se hizo evidente tras la eliminación el 3 de julio de un miembro de alto rango de la organización (Abu Naama, comandante del sector occidental en el sur del Líbano, con el rango equivalente al de un general de brigada de las FDI), y la eliminación el 6 de julio de un operativo que constituía una importante fuente de conocimiento sobre el sistema de defensa aérea de la organización, en lo profundo del territorio libanés.
Por ejemplo, en la semana anterior a la eliminación de Abu Naama, hubo una disminución en la magnitud de los ataques de la organización.
Incluso por la naturaleza de los ataques posteriores a la eliminación (lanzamiento de cientos de cohetes y docenas de drones el 3 y 4 de julio, que disminuyeron significativamente el 5 de julio), está claro que, a pesar del deseo de responder a una escala sin precedentes para mantener la ecuación de respuesta; la organización se abstuvo de atacar nuevos objetivos a una distancia mayor que antes.
En respuesta a la eliminación del 6 de julio en las profundidades del Líbano (a unos 100 km de la frontera), la organización optó por responder en consecuencia, con un alcance más limitado, pero más profundamente en el territorio israelí (en la Baja Galilea hasta Tiberíades y el área del Mar de Galilea).
Más allá del control de Israel sobre el ritmo y el alcance de los combates, al observar el balance de los resultados de la guerra hasta el momento, es evidente que las FDI siguen teniendo la ventaja.
Hezbollah ha sufrido graves golpes y daños tanto a sus capacidades como al escalafón de su mando central, además de grandes perjuicios en aldeas del sur del Líbano, lo que se ha traducido en un aumento de la oposición de la población libanesa a la participación de Hezbollah en la guerra en favor de Hamás y al servicio de Irán, mientras también se expone al Líbano a los resultados devastadores de una guerra a gran escala.
Sin embargo, a pesar de los impresionantes logros operativos y de inteligencia de las FDI en el conflicto, la determinación de Hezbollah de continuar luchando en el norte y vincular su fin a un acuerdo israelí con un alto el fuego en Gaza crea un dilema estratégico para Israel, ya que es difícil detener los actuales ataques y crear una situación de seguridad que permita a los habitantes del norte, que fueron evacuados, regresar a sus hogares.
La esperanza de resolver el «enredo» estratégico en el norte aparece con el cambio de posición de Hamás con respecto a un «acuerdo por los rehenes», que podría conducir al menos a un alto el fuego temporal en Gaza.
Los informes sobre el apoyo de Nasrallah a la nueva posición de Hamas, si son exactos, reflejan el deseo de Hezbollah de explotar el alto el fuego en Gaza durante la implementación del acuerdo para detener los combates en el norte.
Este acontecimiento no hace más que reforzar la recomendación de que Israel posponga, por ahora, sus planes de ampliar la guerra en el norte y dé prioridad a avanzar en un acuerdo con Hamás, lo que crearía también una oportunidad para lograr una resolución paralela en el norte.
Fuente Aurora