Por Ricardo Auer
Para Argentina, resultarán interesantes también las próximas elecciones
presidenciales en Venezuela y en Uruguay, y las municipales de Brasil
Durante el año 2024 votará la mitad de la población mundial; 4000 millones de electores en casi 100 países. Se ha hecho tendencia el desencanto con sus líderes, cualquiera sea su signo político. Ganaron opositores, pero también oficialismos, aunque obtuvieron menos votos que lo esperado. Se votó en Unión Europea, India, Indonesia, México, El Salvador, Panamá, Pakistán, Bangladesh, Sudáfrica, Rusia e Irán, mientras todavía faltan comicios cruciales con repercusiones geopolíticas; en noviembre el plato fuerte: EEUU. Interesantes para Argentina resultarán también las próximas elecciones presidenciales en Venezuela y en Uruguay, y las municipales de Brasil. Hoy solo analizaremos en detalle lo ocurrido en Gran Bretaña y en Francia.
Gran Bretaña. De los 46 millones de electores sólo un 60% fue a votar; la participación más baja desde 1885, reflejando un hastío generalizado. Se esperaba una avalancha laborista de más de 20% en el derrumbe conservador; sin embargo, viendo los resultados reales, sería discutible decir que la “izquierda haya aplastado a la derecha”. Las elecciones sin ballotage en GB se rigen por el sistema “first-past-the- post”; en que cada uno de los 650 distritos electorales, elige un solo representante parlamentario; quien saca más votos gana ese único escaño. Es un sistema que castiga a los partidos pequeños con votantes esparcidos por todo el territorio, aunque también alimenta el voto útil a nivel local, que se inclina por los candidatos más competitivos.
Datos. Los laboristas sacaron 9.700.000 (el 33,7%) votos y obtuvieron 411 escaños (un 63%). Los conservadores (Tories) sacaron 6.800.000 (el 23,7%) votos y obtuvieron 121 escaños (un 19%). El partido de derecha ReformUK, de Nigel Farage, obtuvo 4.100.000 (un 14,3%) votos y obtuvo sólo 5 bancas (un 0,8%), siendo la primera vez que entra al Parlamento. El partido centrista Liberal-Demócrata obtuvo 3.500.000 (un 12,2%) votos, pero obtuvo 72 bancas (un 11,9%). El partido Verde sacó 1.900.000 (un 6,7%) votos y obtuvo 4 bancas (un 0,6 %). Como se observa, la distorsión del voto en cada circunscripción es tan insólita que Partido Unionista de Irlanda del Norte sacó un total de 170.000 votos y obtuvo también 5 bancas. Una “democracia alla inglesa”. En resumen, el laborismo sacó un 10% (2.900.000) más de votos que los conservadores, con mayores diferencias en las circunscripciones desindustrializadas del norte. Fue una elección que perdieron los conservadores (241 bancas con respecto a 2019), más que una en que ganaron los laboristas que sólo subieron de un 32,2% en el 2019 a un 33,7% actual, pero que les permitió obtener casi el doble de banca
Imagen de un cartel que anima a la gente a votar instalado en el Festival de Glastonbury en Worthy Farm cerca de Pilton, Somerset, Gran Bretaña
Los Tories, la agrupación de Margareth Thatcher, sufrió la peor derrota desde 1906. No es casualidad. Su gobierno (desde 2010) dejó un país con los servicios públicos colapsados; 7 millones de pacientes (muchos graves) en listas de espera para ser atendidos por pocos médicos, que hacen frecuentes huelgas por (bajos) salarios; hay muchas quejas por deficientes servicios públicos, como los de agua y energía, privatizados por el Thatcherismo en los 80, pese a tener tarifas altísimas; salarios estancados; crisis en la vivienda; aumento de la pobreza y la desigualdad; ríos contaminados. La deuda pública llega al 90% del PBI, con intereses mensuales de 10.000 millones de libras, propio de un país bananero. Agreguemos el bochorno de Boris Johnson haciendo fiestas durante la cuarentena. La decadencia a plena vista.
Nigel Farage, promotor del Brexit, antinmigración y antisistema, omnipresente en los estudios de televisión del Reino Unido, dividió el voto de la derecha, impidiéndole la mayoría a los Tories en varios distritos. Su partido, el ReformUK, se convirtió en el tercer partido más votado, pese a las pocas bancas obtenidas.
Laboristas. Lejos del laborismo radicalizado dirigido por Jeremy Corbyn (expulsado del partido), el éxito del moderado y centrista Sir Keir Starmer (un Tony Blair actual o un Menem británico) se basó en el deseo popular de cambio, para castigar la incompetencia gubernamental de los Tories. Supo comunicar su postura moderada, prometiendo no subir impuestos a “la gente que trabaja” y financiar el aumento del gasto con crecimiento económico. El Partido Laborista fue siempre pro Unión Europea, contrario al BREXIT.
Centro. Liderado por Ed Davey, el partido Liberal Demócrata fue muy beneficiado por la debacle Tory, pasando de 8 a 72 bancas. Su exitosa campaña se situó en el justo medio de la clásica polarización entre Tories vs. socialistas porque supo imponer temas de campaña (ej. salud mental) que lo diferenciaron.
Prospectivas. Las urgencias populares proseguirán pese a la consigna laborista de “Reconstruiremos GB”. Su mayoría parlamentaria deberá ser usada rápidamente para obtener algunos resultados inmediatos, siendo un reto complejo impulsar simultáneamente la economía nacional, fortalecer las políticas sociales, aumentar el salario mínimo y aumentar los impuestos. Starmer tendrá que “administrar la crisis” como una manera de salir adelante. Claves de la campaña electoral. ReformUK le robó una parte del electorado a los Tories, que deberán optar en el futuro por correrse a la derecha o correr el peligro de ser parcialmente absorbidos por ReformUK. Es un clásico que cuando un partido pierde, se radicaliza internamente, pero cuando aparece un tercer partido más radicalizado se produce la dispersión de adherentes. La clave de la victoria de los laboristas consistió en armar una campaña no ideológica, pragmáticamente centrista y localmente táctica, centrada en acumular bancas; sus votos no fueron tantos (Corbyn obtuvo más en 2017), pero rindieron mucho. Starmer es un abogado de raíces humildes y típicamente socialdemócrata liberal y globalista; muy diferente de Corbyn, un socialista y acérrimo anticapitalista.
Gabriel Attal, primer ministro francés y candidato de “Ensemble pour la Republique”, sale tras su discurso después de los resultados parciales en la segunda vuelta de las elecciones legislativas anticipadas francesas, en el Hotel Matignon de París, Francia. 7 de julio de 2024.
Francia. La segunda vuelta en las elecciones parlamentarias es el auténtico “ordenador”, vía alianzas tácticas, de la política francesa. En el sistema electoral francés, cada diputado debe conseguir, en la primera vuelta, la mayoría absoluta en su circunscripción, que tiene aproximadamente 125.000 habitantes.
Es habitual, en la segunda, que se realicen alianzas, retirándose los que tengan menos chances, para impedir que triunfe algún contrario, dado que en esta segunda vuelta gana directamente el que tenga más votos.
Eso fue lo que ocurrió este domingo pasado; una alianza táctica entre el Nuevo Frente Popular (NFP) (izquierda) de Mélenchon y Juntos por la República (JxR), de Macron, hizo que se retiraran más de 200 candidatos para evitar dividir el voto contra la Rassemblement National (RN) de Le Pen. Resultó así que la derecha de RN y sus aliados de UXD sacaron 10.100.000 votos (143 bancas); el NFP (Unión de Izquierdas) obtuvo 7.000.000 votos (182 bancas) y la Unión Demócratas Independients (JxR y aliados) de Macron, sacó 6.700.000 votos (168 bancas), mientras Los Repúblicanos (LR) lograron 1.500.000 votos (45 bancas). Al igual que en Gran Bretaña la relación entre votos y bancas no es proporcional. Una “democracia allá francesa”. En relación a la última elección NFP ganó 32 bancas; Macron perdió casi 100; RN ganó 50 y LR perdieron 30. Lo que sorprendió a todos es que la izquierda sacara más bancas que Macron, quien ha logrado así perder primero con RN y ahora con NFP. Pero sigue vivo y maniobra con habilidad. El hecho que Francia haya quedado fraccionada en tres bloques crea una mayor dificultad para gobernar, lo que abre una gama de combinaciones políticas.
Opción 1, preferida de Macron: una “coalición de amplio espectro”, con social- demócratas, radicales, ecologistas, demócrata-cristianos y gaullistas, con eje en su figura. Requiere escindir el NFP, separando a “Partido Socialista” de Olivier Faure, de la radicalizad “La Francia Insumisa” (LFI) de Mélenchon. Por ahora, no parece posible.
Opción 2, “coalición de proyectos”, ir acordando proyecto por proyecto dentro de la Asamblea, al estilo de lo vivido en Holanda o Bélgica. Bastante inestable.
Opción3; “solución técnica”, un gobierno apolítico, como el de Draghi en Italia en 2021, que realice reformas impopulares sin que nadie asuma responsabilidades políticas; un guardarse hipócritamente hasta la próxima. Macrón obtuvo una victoria (pírrica) porque perdió con todos, pero logró frenar a Le Pen y tampoco va a cogobernar con el NFP. De paso quedó bien con sus socios globalistas de la UE, frenando al más importante de los partidos soberanistas (RN) de Europa, en proceso de reagrupación.
Síntesis final. Con diferentes metodologías electorales, el statu quo resiste los cambios en el escenario estratégico de Europa. Ya se vio en las elecciones de la Unión Europea, en Gran Bretaña y en Francia. El poder detrás de los partidos políticos sigue vigente y sólo hay cambios de personajes o de estilos, pero no de fondo. Los sucesivos cambios de maquillaje son necesarios porque en realidad Europa continúa dentro de una gran crisis estructural. Los gobiernos, sean de derecha o de izquierda, no logran conformar las necesidades populares, las que a su vez, están fraccionadas por diferentes intereses o sentimientos y tironean a los gobiernos desde muy diversos ángulos: bajos salarios, migraciones masivas, agricultores que pierden sus tierras a favor de grandes grupos financieros, ecologistas ideologizados con el medio ambiente, islamización y crisis de identidad cultural, dependencia estratégica de EEUU, cuestionamientos a las políticas de seguridad, guerra en Ucrania, falta de competitividad, caída del liderazgo industrial y tecnológico, debate soberanistas vs. globalistas.
Actualmente Europa no enfrenta los antiguos problemas geopolíticos binarios como comunismo vs. capitalismo, sino que su interminable declive es producto de una seria crisis de identidad, a lo que se suma la financiarización (expansión de las ramas financieras perjudiciales del crecimiento productivo) de sus empresas, su falta de independencia estratégica frente a las decisiones norteamericanas, lo que provoca menor competitividad y que los pilares del capitalismo europeo están siendo desplazados por las fabulosas ganancias de las plataformas digitales, que no son precisamente europeas.
Fuente Infobae