Por Nicolás J. Portino González
Durante casi una década, una narrativa dominante ha inundado los medios occidentales: que Donald Trump era una amenaza sin precedentes para la democracia, comparándolo con figuras dictatoriales como Hitler, describiéndolo como un golpista en potencia y prediciendo que su presidencia desencadenaría una nueva Guerra Mundial. Esta insistente retórica plantea una cuestión fundamental: ¿Qué responsabilidad le cabe a la prensa hegemónica en la perpetuación de estas afirmaciones?
Desde su ascenso en la política estadounidense, Trump ha sido objeto de una cobertura mediática intensamente negativa. El 95% de los medios de comunicación occidentales han adoptado un enfoque alarmista, alimentando el miedo y la desconfianza hacia su figura. Las comparaciones con Hitler, por ejemplo, no solo fueron exageradas, sino que trivializaron los horrores del nazismo, utilizando el terror histórico como una herramienta política. Esta estrategia no solo distorsionó la percepción pública de Trump, sino que también erosionó la confianza en los medios de comunicación.
En una democracia saludable, la prensa debe actuar como un guardián imparcial, proporcionando información veraz y equilibrada para permitir que los ciudadanos tomen decisiones informadas. Sin embargo, en el caso de Trump, muchos medios abandonaron esta responsabilidad, optando por una agenda más sensacionalista y partidista. La constante demonización de Trump y la predicción de catástrofes que nunca se materializaron crearon un ambiente de histeria colectiva.
La Perpetuación del miedo como estrategia de infundir miedo no es nueva en la política, pero la escala en la que se aplicó durante la era de Trump es notable. Las predicciones de una tercera Guerra Mundial, la demonización de Trump no solo influyó en la opinión pública, sino que también polarizó aún más la sociedad, profundizando las divisiones políticas y culturales.
El Impacto de la persistente estrategia de la desinformación, la cobertura negativa y las predicciones apocalípticas sobre la presidencia de Trump, tuvieron consecuencias tangibles, tal cual hemos observado hace horas. Además, minaron la confianza en las instituciones democráticas, ya que muchas personas comenzaron a ver los medios como actores políticos en lugar de fuentes de información imparciales. En segundo lugar, esta narrativa alarmista exacerbó la ansiedad y el miedo entre la población, creando un clima de paranoia y desconfianza.
Es esencial examinar la responsabilidad de los medios hegemónicos en la configuración de esta narrativa. La falta de equilibrio y objetividad en la cobertura no solo dañó la credibilidad de los medios, sino que también contribuyó a un ambiente de desinformación y confusión. En una época donde el acceso a la información es más amplio que nunca, los medios tienen la responsabilidad de proporcionar noticias precisas y equilibradas, en lugar de sensacionalismo.
¿Por qué seguimos consumiendo esta basura?
Pese a la evidente falta de objetividad, una gran parte de la población continúa consumiendo estos medios. Esto se debe, en parte, a la comodidad y la inercia: es más fácil seguir consumiendo lo que siempre hemos consumido que buscar fuentes alternativas. Además, la polarización y la segmentación de los medios han creado burbujas informativas, donde los consumidores solo reciben información que refuerza sus creencias preexistentes.
En tanto el camino a seguir, es crucial que tanto los consumidores como los productores de noticias reflexionen sobre el papel de los medios en la sociedad. Los consumidores deben ser más críticos y selectivos con las fuentes de información que eligen, buscando perspectivas variadas y cuestionando la veracidad de las noticias. Por su parte, los medios deben reevaluar sus prácticas y comprometerse con un periodismo más ético y responsable.
En conclusión, la cobertura mediática de la presidencia de Trump revela profundas fallas en la forma en que los medios occidentales -guiado por el globalismo “pseudo-progresista”- han abordado su papel en la democracia. La desinformación y el sensacionalismo no solo socavan la confianza en los medios, sino que también dañan el tejido mismo de la sociedad democrática. Es hora de exigir un periodismo que informe, en lugar de asustar; que aclare, en lugar de confundir; y que sirva a la verdad, en lugar de a una agenda particular que como los gobiernos que los financian…también han fallado por completo.