Por Dr. Jorge Corrado*.
“Poder es la capacidad de convertir todas las ideas en acciones”.
Proverbio Zen
Toda idea relacionada con el concepto de Defensa Nacional involucra, como mínimo, los siguientes aspectos y en la siguiente secuencia:
- La existencia de una sociedad y de un Estado, objeto de la Defensa.
- La natural presencia de eventuales amenazas o intenciones hostiles contra la sociedad y el Estado, antes definida.
- La voluntad política de hacer frente al agresor y defenderse ante los ataques que se dirijan hacia el cuerpo social o a sus instituciones.
- Finalmente, toda Defensa Nacional importa la traducción de esa voluntad política en una Política de Defensa, al mismo nivel de las otras políticas del gobierno. De ella surgirán los fines y los medios, no sólo militares, para concretar la voluntad de eludir o enfrentar al riesgo estratégico.
Elementos en Torno a los Cuales se Diseña una Política de Defensa
El primer aspecto a aceptar para formular una Política de Defensa, es entender que la probabilidad de verse envuelto en una guerra es y será una alternativa válida para toda sociedad humana.
Sin entrar en detalles respecto a este punto, destacaremos una idea aparecida en una reciente publicación, respecto a la sicología de la guerra:
“A pesar de lo que afirman numerosas teorías simplistas sobre la guerra, a menudo muy difundidas, las guerras son entabladas por seres humanos educados bajo cualquiera de los diversos métodos de crianza infantil y en todas las formas conocidas de sociedad”.
Aunque una persona se críe en una tribu, en una ciudad, en una comunidad agrícola, en La primera condición, entonces, de una Política de Defensa, es reconocer la necesidad de creer en ella. De lo contrario, no se tendrá el impulso para sustentarla, preverla, dimensionarla y conducirla.
En segundo lugar se debe entender que la Defensa Nacional no puede delegarse. No puede depender de otros Estados.
Podrán existir alianzas o coaliciones, pero éstas durarán lo que duren los intereses de los aliados y, por otro lado, se pondrán en ejecución cuando se vean afectados los objetivos del sistema, los que no siempre se corresponden con los de sus integrantes.
En síntesis y relacionando este aspecto con el anterior, existe la necesidad de contar con un poder militar propio y con directrices respecto a la forma de emplearlo, en forma combinada o como poder nacional.
Otros de los elementos en torno a los cuales se articula la Política de Defensa son la situación internacional y los compromisos de ese tipo contraídos por el país. Ambos aspectos, íntimamente relacionados con la Política Exterior, se refieren al escenario mundial, continental y regional en el cual el Estado se desenvuelve y busca el desarrollo de su población. En ese escenario, además, un Estado adquiere compromisos que le obligan a renunciar a parte de sus intereses, en función de la armonía con los otros integrantes del sistema internacional.
También pueden mencionarse dentro de los factores que se comentan, aquellos referidos a la necesaria observancia de la normativa jurídica imperante. Ello significa que todos los lineamientos de una Política de Defensa deben encuadrarse en el marco legal (agonal) que rige al Estado, ya que sólo de esa forma se logrará el consenso y el respeto de la comunidad internacional.
La Política de Defensa como Política de Estado
Habiéndose alcanzado con estas líneas un concepto bastante claro acerca de la Política de Defensa, falta aún una precisión final. En efecto, para una adecuada formulación de ella debe tenerse presente la diferencia entre Política de Gobierno y Política de Estado.
Se acepta que la primera es la idea, concepción o plan de acción de un gobierno para abordar un tema determinado, en tanto que la segunda se refiere a la idea, concepción o actitud que tradicionalmente siguen o han demostrado la sociedad y los sucesivos gobiernos de un Estado, sobre una materia específica.
Según podemos apreciar, en la primera (política de gobierno) está presente un elemento sectorial, una inspiración partidaria del gobierno o del grupo que en un momento rige los destinos del país. La segunda (política de Estado), en cambio, sugiere una idea de mayor permanencia, un plazo más prolongado; subyace una visión ajena a lo que desea un gobierno específico, pero que es común a varios de ellos, cualquiera haya sido su inspiración, lo que normalmente será concordante con lo que ha sido el sentir nacional a través del tiempo.
Así entonces se podrá comprender que la Política de Defensa tiene más de política de Estado que de política de gobierno. Es más, debe trascender a los gobiernos, tener consistencia y estabilidad en el tiempo, toda vez que su fin está radicado en un bien público anterior y superior a ellos. Aquí reside también la calidad de “confiabilidad o credibilidad” de esa sociedad y de ese Estado.
Por otro lado, hay que considerar que si bien la Política de Defensa debe constituir idealmente una constante en la vida nacional, por otro lado debe poseer la suficiente flexibilidad para evolucionar y adaptarse al rápido ritmo del mundo actual, que implica cambios en la dinámica situación que viven hoy los Estados.
De tal forma puede decirse que la Política de Defensa es la expresión de los criterios y lineamientos generales con que el Estado organiza la Defensa Nacional, proporcionando las directrices fundamentales de orden político, económico y militar, a los distintos sectores del poder nacional.
Es parte integrante de la Política General o Gran Política y establece los recursos y acciones necesarios para la correcta conducción de la Defensa Nacional.
Su mayor interrelación está con la Política Exterior, con la cual debe existir una estrecha y continua comunicación. Tal como se había adelantado al principio, las decisiones entre ambas están íntimamente relacionadas, toda vez que la Política de Defensa es emergente de la Exterior y a su vez se constituye en su permanente soporte.
Una política exterior de bloques o de compromisos integrativos de los Estados Regionales, como los que se deberían estar desarrollando en Iberoamérica, y esto es una falencia central, pueden exigir cambios en toda la estructura de la Defensa Nacional, orientándola hacia el logro de una mayor capacidad negociadora del conjunto y de disuasión frente a los riesgos internacionalizados del presente.
Según se aprecia, son opciones que los argentinos aún no hemos resuelto, a pesar de la grave crisis generalizada que nos azota.
Ahora bien, de la Política de Defensa se desprende lo que se conoce como la Política Militar. Para algunos diletantes, Política Militar es lo mismo que Política de Defensa. No es así. La Política Militar desarrolla solo uno de los aspectos de la Política de Defensa. Éste concepto es mucho más amplio y abarcativo, al estar íntimamente relacionado con la guerra, como hecho político.
La Política Militar tiene un carácter más bien de política administrativa de gobierno. Se puede definir como “aquellas actividades gubernamentales que están relacionadas fundamentalmente con las Fuerzas Armadas”, o bien como “una expresión de la intención del gobierno y los criterios generales de éste en cuanto a cómo deben ser y cómo deben comportarse las Fuerzas Armadas en el contexto del Estado en tiempo de paz y cómo deben accionar, en coordinación con los otros organismos del Estado, de acuerdo con el objetivo político nacional del período de Gobierno”.
Bases para la Formulación de una Política de Defensa
En general, un Estado-Nación puede presentar alguna de las siguientes situaciones en relación con su estructura de Defensa:
- Puede considerar el empleo de la fuerza como un elemento clave de su Política Exterior, a fin de asumir la iniciativa y asegurar el logro de algún objetivo.
- Puede prever el empleo de la fuerza como la respuesta ante un ataque proveniente desde un enemigo exterior. Dentro de esta situación podría encontrarse hoy Estados Unidos o Israel, los que en alguna medida se mueven en un ambiente internacional y/o vecinal que le es hostil.
- Finalmente un Estado-Nación puede mantener una actitud eminentemente disuasiva, aunque en condiciones de reaccionar con la fuerza en defensa de sus intereses, no haciendo distinción entre agresiones estratégicas de carácter interno o externo.
Esta distinción ha sido barrida por la globalización y por la transnacionalidad de las amenazas y así es asumida por la mayoría de los países del mundo. Entre nosotros esto aún no fue comprendido, por “ignorancia conceptual” y por los prejuicios que adornan a gran parte de nuestra dirigencia política.
Nuestro país carece de una Política de Defensa aggiornada los tiempos que corren (Siglo XXI), en medio de una fuerte e inédita crisis internacional y de una desastrosa situación doméstica. Ello debe preocuparnos. Tenemos conciencia que el ambiente internacional está cargado de posibles y probables agresiones.
El nuevo gobierno surgido de la voluntad popular del 56% del electorado ha votado un cambio, y en la esfera del tema que nos ocupa el Ministerio de Defensa conducido por el Dr. Luis Petri ha comenzado una lenta pero trascendente tarea de reconvertir nuestra obsoleta y disfuncional Política de Defensa. Algunas disposiciones tales como devolver la misión originaria de los Liceos Militares, Reglamentar la utilización de las FFAA en la lucha contraterrorista y especialmente fortalecer el espíritu sanmartiniano, que es el núcleo central de cohesión y fortaleza de las armas. Queda mucho aún por hacer, pero la tendencia y el camino es el correcto.
El cuerpo social argentino carece de “anticuerpos”, de defensas orgánicas. Desconoce los riesgos estratégicos que le acechan y percibe, en el inconsciente colectivo, su estado de desamparo. Durante muchas décadas el Estado había dejado de lado, voluntariamente, su responsabilidad central: la seguridad estratégica de la Nación.
Conclusión
Es más que probable que este trabajo haya dejado elementos sin mencionar, pero su intención no era abarcar todo el espectro de materias relacionadas con la Política de Defensa, ni tampoco agotar el tema.
En una reciente entrevista, antes de su fallecimiento, el premio Nobel de la Paz 1973, Henry Kissinger, refiriéndose a los errores de la guerra del sudeste asiático, señaló que “la lección más importante de la guerra de Vietnam, es que no se debe entrar a una guerra si no se la conoce y no se está está preparado para vencer”.
Una rápida mirada al escenario internacional refleja que ningún país puede considerarse a salvo de amenazas, ni siquiera la República Argentina, lo que hace preciso contar con una Política de Defensa, nutrida de un poder militar propio y eficiente. No cometamos el error de no estar preparados para defender los intereses e ideales de nuestra querida Patria.
Rehabilitar al Estado Nacional Necesario exige crear una Política de Defensa y refundar las FFAA, como factor imprescindible de un Poder Nacional equilibrado, en un particular momento histórico que nos brinda la oportunidad de revertir la centenaria decadencia argentina. La legislación heredada debe ser reconstruida considerando las reales amenazas y riesgos estratégicos en acto a nivel global, regional y nacional.
La actitud y las decisiones de las actuales autoridades del Ministerio de Defensa creemos están en la senda correcta. El Sr. Ministro Luis Petri ha manifestado públicamente, y consolidado con medidas concretas, un cambio de rumbo que lógicamente encontrará escollos a nivel legislativo por todos aquellos dirigentes que quedaron anclados en la Guerra Fría y que por conveniencia o por mera ideología desconocen absolutamente los riesgos y amenazas estratégicas que existen a la sobrevivencia de los Estados de la Región y que son en definitiva los responsables de la situación de indefensión y la consecuente crisis de seguridad que nos azota, sosteniendo una legislación anacrónica que nos anquilosa en el pasado y nos impide ganar el futuro. Ese es el desafío de todo el pueblo argentino. Por lo dicho:
“El progreso es imposible sin cambio y detrás de todo cambio subsiste un conflicto”
F. Aznar Fernández-Montesinos
- El Dr. Jorge Corrado es Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, profesor de Estrategia y Geopolítica de la Universidad Católica de La Plata, Profesor de Campus Internacional para la Seguridad y la Defensa (CISDE), Sevilla España. Miembro del Centro de Estudios Estratégicos del Ejercito del Perú.