Por Nicolás J. Portino González
El nombramiento de Martín Lousteau al frente de la comisión bicameral de control de los organismos de inteligencia es el último (será?) y más aberrante capítulo en la saga de traiciones que ha escrito la alianza entre el Kirchnerismo y el Radicalismo. Esta designación, orquestada desde las sombras por quienes ven en la política una simple transacción de poder, no solo representa una burla a la seguridad nacional, sino que también es el sello final en una alianza oportunista y miserable, que pone en peligro la integridad del Estado argentino. Centralmente porque su nombramiento responde al traspaso de información sensible y altamente secreta a la ex Presidente Cristina Fernández de Kirchner…”enlace” necesario de Venezuela, Cuba, China, Rusia e Irán a quienes reportó siempre.
Lousteau, cuyo historial de fracasos estrepitosos lo precede, es el ejemplo vivo de la inutilidad revestida de arrogancia. Su gestión como Ministro de Economía bajo Cristina Kirchner fue un absoluto desastre, marcado por la infame Resolución 125, una medida que casi desata una guerra civil en el país. Este episodio dejó en claro su incapacidad para comprender las complejidades económicas y sociales de Argentina, pero lo que es aún más alarmante es su desmedido ego, que lo lleva a creerse capacitado para liderar una comisión tan crítica como la de control de organismos de inteligencia. Una heladera en el living. Desubicado.
Sin embargo, la incompetencia de Lousteau no se limita a la economía. Su paso por la Embajada argentina en Estados Unidos fue otro fracaso rotundo, caracterizado por la indiferencia y el desinterés de quienes, en teoría, deberían haber sido nuestros socios estratégicos, además de haber traicionado al entonces Presidente Argentino Mauricio Macri. Luego, en su carrera política, Lousteau se ha dedicado a acumular derrotas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, convirtiéndose en un personaje que solo conoce la derrota, al más puro estilo Filmus. Pero, a diferencia de Filmus, que al menos mantenía una apariencia de humildad, Lousteau ha dejado que su ego se infle hasta niveles grotescos, creyéndose indispensable en un país que ha demostrado una y otra vez no necesitarlo.
Es en este contexto que se gestó su nombramiento, fruto de la alianza más perversa que la política argentina ha conocido: el pacto entre el kirchnerismo y un radicalismo que hace tiempo dejó de ser la UCR para convertirse en un club de negocios oscuros y maniobras oportunistas. Y en el centro de estos manejos, encontramos a Lousteau y Emiliano Yacobitti, un personaje aún más peligroso que la peor versión 80’s del Coti Nosiglia. Juntos, han hecho de las cajas de la Universidad de Buenos Aires su coto de caza personal, saqueando recursos con la misma avidez con la que Martín visitaba a la actual nieta de los almuerzos, entonces embarazada.
Este escenario no solo es preocupante, sino que es directamente peligroso. El control de los organismos de inteligencia, una responsabilidad que debería recaer en manos capaces y experimentadas, está ahora en manos de un economista fracasado, un diplomático rechazado, y un político eternamente derrotado. El control de la inteligencia estratégica nacional, una de las patas más cruciales en la defensa del Estado, ha sido entregada a alguien que ni siquiera tiene la capacidad para gestionar una economía de escala provincial, como quedó demostrado durante su paso por el Banco Provincia.
Y todo esto ocurre en un contexto en el que los celos de Lousteau hacia el actual Presidente, Javier Milei, son patentes. La inseguridad que siente al ver cómo Milei, sin las conexiones ni las alianzas de la vieja política, ha logrado lo que él nunca pudo: ganar, gobernar y marcar el rumbo del país, es palpable. Pero esos celos no lo convierten en un mejor político; al contrario, solo sirven para inflar aún más su ego desmedido y empujarlo a tomar decisiones desde la envidia y el resentimiento, en lugar de desde la razón y el deber.
El nombramiento de Lousteau es una afrenta a la seguridad nacional y un reflejo de hasta dónde están dispuestos a llegar aquellos que solo ven la política como una extensión de sus propios intereses personales. Con Lousteau al mando de la bicameral de inteligencia, la alianza Kirchnerista-Radical ha sellado su destino. Pero…como se sabe en el ámbito de la inteligencia, todo es cuestión de tiempo.