Por Ricardo Kirschbaum
El senador radical tiene algunos aliados con comprobable cercanía a Stiuso.
De allí que se haya sostenido la versión de que Caputo, al tener dividida la tropa propia, no habría objetado que se quedara con el manejo de la comisión.
Y que preferiría tener la auditoría de Lousteau que los ojos de Villarruel o de Macri.
Martín Lousteau estuvo en boca de todos y no por las buenas razones. Su encumbramiento en la estratégica comisión bicameral de control de los espías, para llamarla sin sus títulos grandilocuentes, dejó a muchos estupefactos y confusos. Y a otros no alabándolo, precisamente. El vocero Adorni, aquel que suele usar la palabra fin para cerrar tuits, como si dictara su sentencia divina, llamó al jefe formal del radicalismo “senador kirchnerista”. Milei, jefe de Adorni, pretendió ser por una vez algo más polite, describiéndolo como un “kirchnerista de clóset”. Se sabe que significa salir del placard.
No hay duda alguna que Lousteau sabe pésimo en el paladar libertario y que su alianza con el kirchnerismo para presidir la comisión que, entre otros menesteres, husmeará en los gastos reservados de la renacida SIDE, avivó ese mal gusto. Por si faltaran motivos para el encono, los laderos del senador serán dos ultrakirchneristas de probado fanatismo, el ex radical Leopoldo Moreau y Oscar Parrilli.
Pero además de ese manifiesto disgusto oficial ¿hay algo más detrás de esas descalificaciones?
Para el apuntado, es decir Lousteau, lo esencial es invisible a los ojos, una de las frases de El Principito más trilladas y verificadas. La vigilancia del espionaje gubernamental no podía -ni debía- quedar en manos del oficialismo, cada vez más dividido, o del kirchnerismo, que se relamía ante la oportunidad que las peleas de sus adversarios le servían en bandeja para repetir sus conocidas maquinaciones e intrigas. Ante esas alternativas, reflexionan aun en veredas radicales opuestas, el gobierno se hubiera auto examinado, o le hubieran dado a los escuderos de Cristina una plataforma para actuar con impunidad. Esta conducta ya ha quedado clara en el período anterior con Moreau y sus marcianas operaciones.
El control parlamentario de la SIDE significa poder controlar a Santiago Caputo, pieza clave del estrechísimo núcleo de poder libertario. Una tentación irresistible para una larga fila: Villarruel, Bullrich, Mauricio Macri y Cristina Kirchner, entre otros. Caputo, el joven, concentra en su contra demasiadas pasiones, recelos, envidias y sospechas, algunas infundadas, como suele suceder con estos personajes que susurran al oído presidencial… y son oídos.
Todos actúan con la certeza de que la “nueva” SIDE está en esas manos y que se ha confiado en el asesoramiento de Jaime Stiuso y de Lucas Nejamkis. Lo nuevo y lo viejo del espionaje criollo vienen en el mismo envase. También, y tampoco es novedad, que el nuevo jefe de la SIDE, Sergio Neiffert, haya obtenido el informal placet de la CIA, antes de ser nombrado, según una fuente inobjetable.
Lousteau tiene algunos aliados con comprobable cercanía a Stiuso. De allí que se haya sostenido la versión de que Caputo, al tener dividida la tropa propia, no habría objetado que el senador radical se quedara con el manejo de la comisión. Y que preferiría tener la auditoría de Lousteau que los ojos de Villarruel o de Macri, su enemigo explícito, sobre sus andanzas.
Por supuesto, esto no implica necesariamente que hubiera habido un acuerdo explícito, ni siquiera conversaciones directas. La política tiene siempre explicaciones más profundas que las del primer golpe de vista. En este episodio, sin embargo, cobra vigencia aquella frase de Macri sobre la predilección de Santiago Caputo de “negociar con los malos”.
El ex presidente ha querido dar una muestra de que su liderazgo y el PRO siguen vivos. Primero, disparó con perdigones contra el “entorno” de Milei. Le pegó a Santiago Caputo, su blanco preferido, y también a Karina. Es decir, atacó al esquema de poder presidencial pero tocó un cable pelado. Después ajustó la mira, pero ya era tarde. Milei respondió que no dejará a Caputo a la intemperie y que los que creen eso “están locos”. Luego de soportar que Macri ayudase a voltear el DNU de fondos para la SIDE, que sigue vigente hasta que pase al Senado y está siendo usado, volvió a recibir al ex presidente en Olivos. Fue un largo diálogo de dos dirigentes que llegaron a la Presidencia detestando la política. A ambos los aburre gastar el tiempo en discutir sus entresijos. Macri había propuesto antes, sin respuesta positiva, y se desconoce si lo volvió hacer ante la milanesa que le sirvió Milei, la incorporación de Guillermo Dietrich al gobierno y la fusión de Obras Públicas con Transporte. El macrismo niega que haya hecho esta propuesta. Como haya sido, luego respaldó el veto al reajuste de jubilaciones, que votaron los senadores del PRO. Estos le respondieron que no tienen jefe y que deciden por sus propias conciencias, lo que le dio pie a Milei para poner en duda la solidez y el alcance de la jefatura de Macri.
Si el ex presidente quiere influir en el gobierno, primero debería, creen en la Rosada, disciplinar su partido. Claro que también lo debería hacer el oficialismo con su bloque de diputados, a punto de estallar. El carácter aluvional de la candidatura de Milei hizo funcionar la “ambulancia” recogiendo candidaturas de cualquier lugar, y de idoneidad y formación política no probada. Si el tema jubilaciones desató esta tormenta, qué podrá pasar si el Senado aprueba la financiación de las universidades nacionales, que ya tiene media sanción de Diputados. Puede ser el próximo jueves.
El pronóstico no es auspicioso para Milei, que dice estar cuidando los “brotes verdes” que las estadísticas todavía no registran. Más bien todo lo contrario: el consumo sigue bien para abajo. La inflación en caída es su capital y el dólar retrasado, su ancla. Ya lo dijo el reconocido economista Arriazu: una devaluación hará saltar todo por los aires. Por eso, Milei se desespera porque a pesar de sus reiterados gestos de amistad con Estados Unidos no hay indicios de una tangible asistencia financiera. El presidente está convencido que con Trump sería más fácil que con la ascendente Kamala Harris, pero hay quienes creen que ese cheque no llegará hasta que Milei haga los deberes pendientes, es decir devalúe como quiere el FMI. Sea con Trump o con Harris, que está en ascenso.
Mientras se desarrollan los capítulos de violencia de género de Alberto, su “harén”, y Fabiola, que promete nuevos episodios, todo surgido a raíz de una investigación sobre corrupción, esa neblina maldita que vienen provocando los gobiernos (y no sólo aquí), el peronismo intenta aislarse del efecto ácido de esos casos. Intentan demostrar que Fernández fue un paracaidista noruego que cayó en Argentina.
Aparte de ese esfuerzo para crear un espejismo y confundir, estos últimos días evidenciaron como pocas otras veces la fragmentación y fragilidad del sistema.
Es como si a la dinamita que Milei había prometido que usaría para volar el Banco Central la hubieran puesto para hacer explotar al sistema político, estallido que también alcanzó de lleno a los perpetradores.
Fuente Clarin