Por Carlos Manfroni
“Recuerda que el mundo se divide en dos: lo que es Calabria y lo que será Calabria”.
Esta aseveración presuntuosa fue escuchada hace más o menos una década durante la intercepción de una conversación telefónica entre dos capos de la ‘Ndrangheta, la famosa mafia calabresa y hoy la más activa del planeta. Habrá que saber qué era el mundo y qué era Calabria para ellos, pero si se referían nada más –y nada menos– que a las ramificaciones de su poder, la sentencia no parece exagerada.
A semejanza de una enorme multinacional, los brazos de la ‘Ndrangheta operan en los cinco continentes: la totalidad de los países de América del Sur, incluida la Argentina, por supuesto; la totalidad de los países de América del Norte, y también Costa Rica, República Dominicana, Italia, España, Portugal, Francia, Bélgica, Alemania, Reino Unido, Irlanda, República Eslovaca, Países Bajos, Malta, Marruecos, Turquía y Australia.
El asesinato a manos de la Cosa Nostra del magistrado antimafia Giovanni Falcone, cuyo automóvil fue dinamitado en la ruta de Trapani a Palermo, y el arresto de Bernardo Provenzano, que llevaba 43 años prófugo, debilitaron a esa antigua mafia siciliana. A partir de entonces, la ‘Ndrangheta creció sin cesar, con un método distinto al de la Cosa Nostra, cuyos orígenes se pierden entre los siglos.
La ‘Ndrangheta, una palabra que se pronuncia como esdrújula, al parecer tiene su origen en el término griego andragathos, de “andro”, como “hombre”, y “agathós”, que en la antigüedad se atribuía a los buenos en su sentido más amplio, los que generaban triunfos o beneficios para su grupo, los valientes.
Esto es el folclore, claro, aunque no tanto. El ingreso en la ‘Ndrangheta mantiene hoy los mismos códigos que en sus orígenes, con fuertes lazos de sangre, y sus miembros están obligados a promover beneficios para la organización.
A diferencia del estereotipo del mafioso que espera en el puerto su cargamento de narcóticos, rodeado de custodias con armas automáticas, los miembros de la hermandad calabresa pueden ocupar cargos de alto nivel ejecutivo en sus compañías comerciales, en la política, en los clubes de fútbol, en las empresas de juego, en los grandes hoteles y los restaurantes de lujo, mientras diversifican sus inversiones en miles de negocios, incluyendo la obra pública. Todo esto sin descuidar, por supuesto, el viejo y lucrativo comercio de la cocaína, que sigue representando hoy el 47% de los ingresos de la organización. La mayor parte del resto de las actividades –un 39%– está destinada al lavado de activos.
Si algunos de los capos de la Cosa Nostra eran capaces de vivir como pastores en la campiña siciliana –porque lo que les apasionaba no era el lujo, sino el dominio territorial–, los hermanos de Calabria pueden pasar entre las filas de los grandes hombres de negocios o sentarse a las mesas de los círculos sociales más elegantes y no despertar la mínima sospecha. Sus empresas y su poder político tributan a la organización, ya sea con dinero o con algún privilegio.
Pero el folclore existe; no hay que engañarse. Es lo que consolida los lazos de lealtad entre los miembros de cualquier comunidad; y la mafia, al fin y al cabo, es una comunidad.
La ‘Ndrangheta usurpa símbolos de la religión católica, tales como una forma algo extraña de santiguarse con la señal de la cruz y la mano derecha apoyada sobre el pecho, con tres dedos extendidos hacia el hombro izquierdo. También imágenes de santos o de ángeles; para comenzar, nada menos que San Miguel Arcángel, el que lucha contra el demonio; o la imagen de la Anunciación, o Santa Liberata, entre otras.
El máximo nivel de la pirámide mafiosa se llama, precisamente, “la Santa”. El ingreso en ella es precedido por un rito sacramental a la luz de las estrellas.
–Santa sera a li santista –dice el que toma el juramento.
–Santa sera –le responden.
–Siete pronti per formare la Santa?
–Siamo prontissimi (Grazie).
–Giusto apponto questa santa sera…
La fórmula es larga y, tras la “bendición” de la noche, el padrino pregunta a los aspirantes si están listos para ingresar en “la Santa”.
A pesar de los símbolos religiosos, al final del juramento, los capos invocan a Mazzini y Garibaldi, los máximos líderes masones de Italia que consiguieron la unificación de la península, a la vez que lucharon contra el papa y los Estados Pontificios en la segunda mitad del siglo XIX.
Por debajo de la cúpula, se estructuran grupos de jerarquía escalonada. En la base están las ‘ndrines, que representan a una o más familias criminales.
Un grupo de ‘ndrines forma una “localidad” (locali). Se trata de la organización en municipios de la región, que a su vez reportan a los “mandatos” (mandamenti).
Hay tres mandamenti: el Tirreno, el Central y el Jónico, designaciones que, como es obvio, indican de qué lado de la península se agrupan los locali.
Esas son las jerarquías de los grupos, pero también existen rangos entre las personas que los integran: santista (santo), en el escalón más bajo; vangelista (evangelista); quartino (cuarto); trequartino (tres cuartos) y padrino, que es el máximo rango. Esto en la Sociedad Mayor, porque existe una Sociedad Menor, la que agrupa a los niños y jóvenes, con sus propias jerarquías.
Al ingresar en los grados inferiores, al novato se le pregunta qué busca. “Sangre y honor”, debe responder. A continuación, se pincha un dedo con una aguja y deja caer algunas gotas de sangre sobre una estampa de San Miguel Arcángel, que acerca a una vela encendida para quemarla en uno de sus vértices.
Existe también un alfabeto de símbolos, cada uno de los cuales equivale a una letra del abecedario y el dibujo estilizado de una araña, que es el logo de la organización.
Además de su propio poder, que se extiende a casi todo el mundo occidental, la ‘Ndrangheta tiene acuerdos de cooperación con otras organizaciones criminales en el mundo. Entre ellas, figuran la mafia albanesa, las FARC y los carteles colombianos, los mexicanos Cartel del Golfo y Los Zetas, la mafia serbia y la criminalidad de Montenegro, la Criminalidad Nigeriana, la mafia rusa, la mafia china Big Circle Boys, la Cosa Nostra Americana y el Primer Comando Capital, con centro de operaciones en Brasil.
A sus negocios tradicionales han agregado, en los últimos años, el de la inmigración. Los inmigrantes de África llegan de a decenas de miles al sur de Italia y los capo mafia se frotan las manos. Una operación policial llevada a cabo en Calabria, en mayo de 2017, reveló que de los 110 millones de euros que recibió el centro de ayuda social Santa Ana, la tercera parte había ido a parar a la caja de la ‘Ndrangheta. Fueron detenidas allí 68 personas. Nada nuevo bajo el sol, que hasta hace muy poco tiempo alumbraba aquí por igual a los pobres y a los líderes piqueteros.
Sí, cada tanto, los buenos hacen valer su poder, como en diciembre de 2019, cuando los Carabineros de Italia detuvieron de un solo golpe a 334 miembros de la ‘Ndrangheta. Entre ellos había abogados, escribanos, contadores, un coronel de los Carabineros y un exsenador. Pero en mayo de 2022 fue asesinado el fiscal antimafia de Paraguay Marcelo Pecci, en la isla Barú, de Colombia, y todas las sospechas recaen sobre la ‘Ndrangheta.
El final está abierto.ß