Por Martín Rodríguez Yebra
El Presidente entró en modo electoral en medio de un bache de popularidad y sin definir un modelo permanente de alianzas; el rol de Karina y el avance de la política tradicional
El dilema del outsider se cruza de lleno en el camino de Javier Milei y su hermana Karina. ¿Es posible gobernar exitosamente sin partido, en minoría parlamentaria y sin una red de aliados estable? A punto de cumplir diez meses en el poder, la dinámica de la política tradicional se impone ante ellos como la ley de la gravedad.
El Presidente se dirime entre la domesticación y el miedo a convertirse en lo que detesta. Viene de dar una señal de orden interno con el lanzamiento institucional de La Libertad Avanza (LLA), un acto en el que el espíritu antisistema claudicó ante los bombos, las banderas y la movilización orquestada por punteros con gimnasia peronista. En los días subsiguientes se sumergió en otra crisis con el Pro, desatada por la gestión del veto a la ley de financiamiento universitario.
Lo tironean dos almas. Aquella que lo impulsó hasta la cima, como el enemigo de una “casta” que llevó a la Argentina a la decadencia, y el sentido común que lo tienta con las ventajas de gobernar con un partido propio y un sistema de acuerdos permanentes. La lógica de discutir ley por ley empuja al oficialismo a un vértigo desgastante, con el miedo exagerado y constante a que de repente “se venga todo abajo”. La posibilidad de un pacto expone a Milei a una pregunta ingrata: ¿cómo va a revolucionar lo establecido si termina por hacer lo mismo que todos?
La encrucijada se materializa en medio de un bache en la popularidad del Gobierno. Milei matiza la ansiedad con actos de fe. Se mantuvo inflexible en la idea de vetar la ley de financiamiento universitario, a pesar de la manifestación masiva del miércoles, porque otra cosa podría ser interpretada como una capitulación. “Quiere demostrar que se va a atar al mástil, como Ulises, para no tentarse con los cantos de sirena de los degenerados fiscales”, dice una fuente de su entorno.
Pero el problema al que se enfrenta no es tanto fiscal, sino de índole político. El veto se decidió sin atender a la opinión de los diputados del Pro, con Cristian Ritondo a la cabeza, ni de ninguno de los “87 héroes” a los que Milei agasajó con un asado por haber bloqueado la ley que promovía un aumento de los haberes jubilatorios.
Las alertas de Ritondo y compañía sobre la dificultad actual para juntar un tercio de los diputados, necesario para impedir que la oposición dura convalide la ley educativa contra la voluntad del Gobierno, no recibieron la menor empatía.
La negociación quedó teñida por el ruido electoral. Al lanzamiento de LLA le siguió un acuerdo entre Karina Milei y Patricia Bullrich para unificar bloques en la Legislatura bonaerense. Ritondo –que comanda el Pro de la Provincia– nunca fue consultado. Mauricio Macri no pudo verlo más que como otro gesto de hostilidad de la Casa Rosada.
Las intenciones de acercamiento, con el daño ya hecho, no despejan el horizonte cercano. El jueves se reunieron en secreto el asesor Santiago Caputo y Macri. Pocas horas después el alter ego macrista Fernando de Andreis aludió en sus redes a la fábula de la rana y el escorpión, con la que parece sentirse tan identificado el fundador del Pro al analizar el vínculo de los suyos con la cúpula libertaria.
¿Está en la naturaleza de Milei matar a quienes lo ayudan a cruzar el río? ¿O lo que lo agobia es el miedo a mimetizarse con la rana del cuento y dejar de ser la figura peligrosa que emergió desde los márgenes para hacer lo que nunca nadie se había atrevido?
Algunos habitantes del nuevo poder le atribuyen a Caputo, más que al propio Milei, la postura más intransigente sobre la forma que deben adquirir el diseño electoral y el modelo de alianzas del oficialismo. No es una cuestión dogmática. De hecho, el asesor estrella ha mostrado un enrome pragmatismo para entablar relaciones. Hay que ver cómo lo elogian “los Gordos” de la CGT porque “habla el mismo idioma” que ellos, en el propósito de explorar una tregua sindical. La obsesión se centra en el “parecer” antes que en el “ser”: cómo conseguir que Milei siga expresando “lo nuevo”.
El concepto mismo de una coalición de gobierno podría conspirar contra esa expectativa. Pero el costo de quedarse a mitad de camino es alto. Al fastidio del Pro, se suma el desconcierto de los radicales que enfrentaron a su partido para apoyar el veto a la ley previsional y a las dudas que ahora embargan a los gobernadores peronistas que ayudaron al Presidente con sus votos en el Congreso, como el tucumano Osvaldo Jaldo.
“No tenemos más que 60 votos garantizados para bancar el veto a la ley universitaria”, dice un integrante del oficialismo legislativo. Si no prospera la seducción al Pro y a los demás “héroes” del pasado reciente con una compensación en el proyecto del Presupuesto, el Gobierno tendrá que asumir esta semana el impacto de que el Congreso le imponga una ley no deseada. Buscará resistir en la Justicia. O podrá también resignarse a aceptarla, ya que en términos fiscales la obligación sería módica, al menos en comparación con lo que hubiera significado la norma que cambiaba el cálculo de las jubilaciones.
Una derrota exhibiría la debilidad parlamentaria en toda su magnitud y reinstalaría la pregunta de la gobernabilidad, que parecía superada desde la sanción de la Ley Bases. El fantasma de los dos tercios atormenta otra vez a los Milei.
Karina conducción
Cuando decidió presentar el partido propio en Parque Lezama, el Presidente subió la vara de su desafío de gobierno.
Desde ahora todo lo que se pacte o se deje de pactar queda teñido de la especulación electoral de cara a las legislativas de 2025. Gobernar y armar listas van de la mano.
Milei dio la orden estricta de que no quiere primarias en ningún distrito y que se debe llegar a los acuerdos más amplios posibles, con el Pro adentro. Al menos eso es lo que transmite Karina Milei a los dirigentes de su mesa chica.
La hermana presidencial está en plena transformación de su personaje político. La decisión de dar un discurso en el acto del parque Lezama se pensó como una advertencia explícita de que, si es necesario, va a ser candidata. “No es lo que quiere, pero la posibilidad está sobre la mesa. Fue un mensaje hacia adentro y hacia afuera”, explica un integrante de su círculo operativo.
Los libertarios saben que no pueden repetir la experiencia de 2023, cuando dejaron que sus boletas legislativas se poblaran de arribistas, quintacolumnistas o amateurs sin vuelo porque pensaban que no les tocaría gobernar. Aún sufren la escasez de figuras con peso propio para sentarse a una mesa de negociación de listas con el Pro o con gobernadores afines. La carta de “jugar a Karina” es un recurso de “casta”, aprendido del “pingüino o pingüina” de los Kirchner.
La aprobación de la ley de boleta única, tan celebrada por los libertarios, le trajo un dolor de cabeza a los armadores karinistas, sobre todo en Buenos Aires, territorio encargado a Sebastián Pareja. Al despegar de hecho la elección de diputados nacionales de la de cargos provinciales, LLA necesita nombres que no tiene para encabezar las listas de las 8 circunscripciones electorales de la Provincia. “Serán 8 elecciones distintas, donde ya no pesa el arrastre de la boleta nacional. El Pro tiene gente, el peronismo también. Nosotros tenemos que salir a buscar”, dice uno de los armadores oficialistas.
A Karina le llevan propuestas para explorar pactos individuales con dirigentes del Pro, como Diego Santilli. Por ahora no los valida para no tensar más el vínculo con Macri. Solo aceptó ceder a la presión de Bullrich para unificar los bloques bonaerenses de LLA con los de los legisladores que responden a la ministra de Seguridad. Es un acuerdo pírrico para los Milei. “A la hora de negociar una lista nacional con el macrismo, los lugares de Patricia los tendremos que pagar nosotros”, se resigna una fuente libertaria.
La secretaria general asume costos en favor de la paz interna. En los últimos tiempos ha intervenido para contener a ministros irritados por el avance de Santiago Caputo, el otro vértice del “triángulo de hierro” del que habla su hermano. Pasó con Guillermo Francos, con Sandra Pettovello y también con Bullrich. Su relación con el asesor estrella se ha enfriado. Le puso una barrera en el armado del proyecto territorial, cuentan entre sus allegados. “Está todo bien entre ellos, pero cada uno tiene su rol”, explica un diputado que participa del proyecto electoral libertario. ¿Será verdad que esta semana ella se irritó con Caputo cuando se enteró del dato revelado por Carlos Pagni de que en el discurso de Milei ante la ONU le colaron una frase copiada casi textual de un diálogo de la serie The West Wing? Todo un traspié para la imagen del hombre “auténtico y espontáneo” que siempre quiso vender.
En el horizonte electoral del karinismo no entra Victoria Villarruel, sin ningún espacio en la discusión de listas. El viaje que anunció la vicepresidenta para ver al Papa aumentó las sospechas conspirativas de Milei.
Una de las incógnitas que despierta el proyecto 2025 es quién cambiará a quién: Milei a las necesidades del equipo electoral o viceversa.
Entre los organizadores del acto en el parque Lezama algunos se tomaban la cabeza cuando el Presidente, movido por la euforia rockera de otros tiempos, anunció: “A partir de ahora sólo habrá buenas noticias”. La promesa sonó demasiado anticipada a juzgar por las perspectivas del plan económico en medio de la recesión y el ajuste.
El tono furioso, insultante y vengativo del discurso de Milei contagió a sus seguidores del espíritu adolescente de la época en que el poder era un sueño lejano, pero también le puso límites a su política de acuerdos con sectores que se han presentado históricamente como defensores de las instituciones y los valores republicanos.
Es tiempo de contrastes. El outsider antipolítica convive con los colectivos arreados con militantes del conurbano. El líder dogmático que define el consenso como un crimen necesita aliados para que sus reformas prosperen. Este Ulises que se ata al mástil para no gastar navega hacia al año electoral y descubre que entre las sirenas que cantan están los propios, ansioso de fondos para solventar la campaña.
Fuente La Nación