Por Ricardo Roa
La obstinación por el equilibrio fiscal del presidente pareciera hoy ser compartida por muchos más que en cualquier otro tiempo
El operativo clamor por Cristina, hasta ahora, es apenas un gemido
Al final, Milei cumplió la promesa de Massa de noviembre de 2022: que la inflación mensual empezara con un tres (3) adelante. No será un gran número, pero es una noticia muy importante. La más importante es algo difícil de determinar. Lo siguiente en importancia sería (o es) que con su puñado de legisladores propios y una nada pequeña ayuda de sus amigos, Milei se las volvió a rebuscar para frenar el veto a su veto de fondos extra para la Universidad. Segundo veto que consigue. ¿Y, entonces, dónde está o estaría lo más importante? En el por qué consiguió lo que consiguió o, mejor dicho, consigue lo que consigue.
Lo de la inflación, que es el declarado objetivo central del presidente, es resultado de su intransigencia a aflojar un mango con el déficit cero. O, si se lo quiere explicar de otro modo, a su obstinación por el equilibrio fiscal que pareciera hoy ser compartida por muchos más que en cualquier otro tiempo. Incluso, por una porción de los propios ajustados. Algunos dirán: milagro. Otros: tardó pero llegó. Y otros: habrá que ver si llegó para quedarse y seguir bajando. Pero ojo con que siga demorándose la salida de la recesión.
La vieja casta está con grandes problemas: el radicalismo no sabe cómo pararse frente a Milei y el peronismo o, dicho mejor, los diversos peronismos no saben cómo enfrentar a Cristina, que ahora se autopostula para presidir el PJ, ese que en 2018 mandaba a “suturarse el orto”.
Pero empecemos revisando el papelón radical en la interna bonaerense, geografía en la que el partido le compite al peronismo en cantidad de intendentes, aunque no en cantidad de intendencias bien pobladas. De un lado, las dos mayores autoridades partidarias, el presidente de la UCR, Lousteau, y el presidente de la Convención, Gastón (no su hermano Facundo) Manes, y del otro, casi desconocidos como el ex intendente de Trenque Lauquen, Miguel Fernández. Perdieron los jefes famosos, que estaban debilitados y ahora están deslegitimados. Pero más perdió la UCR al salir a la luz cómo se manipulan las internas en el partido más institucional del país.
Los perdidosos denuncian fraude y, ¿dónde cae la denuncia?: en lo del juez Ramos Padilla, que es como decir en lo de La Cámpora. En el medio hubo menos votantes, barrabravas que ocuparon un rato el Comité Provincia y un audio que se volvió viral donde un dirigente de Lousteau y Yacobitti pide ayuda a otro de la lista ganadora y lo felicita por cumplir la máxima de Ricardo Balbín: si hay una urna sin fiscal, es una obligación moral llenarla de votos. Quien lo quiera escuchar, pique debajo.
Añadamos que el Manes más conocido, Facundo, generalmente locuaz, en esta ocasión prefirió total silencio. Ni siquiera un tuit. ¿Cómo sigue? ¿Habrá un proceso de ruptura en el partido? Cada cual siga como pueda es la consigna. Y, de pronto, reaparece Massa, y lo hace en la marcha universitaria contra el veto, justo él que recortó fondos para la universidad, eso sí, prometiendo aumentarlos después. Cifras: la ley vetada aumentaba un 24% el presupuesto de tres mil millones de este año. La mayor parte a salarios, otra para recuperar inflación del 2024 y la tercera por la pérdida sufrida con Massa en 2023. Ninguna a rareza: de este último recorte nadie habló.
Va yendo para viejazo que no conmueve ni convence esta triquiñuela de un día somos una cosa y al otro, otra. Primero la épica para los jubilados y enseguida la épica para los universitarios, pero en el fondo la intención política indisimulable fue (es) la de estropearle al gobierno el déficit cero, que es riesgo partidario para el algo más que alicaído radicalismo y riesgo creciente para la desorientación del peronismo, donde se autopropone para presidirlo quien lo timoneó a la confusión. Se sabe: la única realidad que cuenta para Cristina es ella. Impulsó primero a Wado de Pedro, y como no caminó, se lanzó ella misma. Pero el operativo clamor, hasta ahora, es apenas un gemido.
¿Qué se ve? Se ve con Cristina a un par de gobernadores: Insfrán, el eterno de Formosa y el pampeano Ziliotto. Jaldo (Tucumán) y Jalil (Catamarca) están en la vereda de los buenos términos con Milei. Y sin acompañarla pero tampoco animándose a enfrentarla, Kicillof: jugador principal como jefe de la provincia que decide las presidencias, y a quien La Cámpora humilla cada vez que puede. La última, en La Plata: acto en el club Atenas con Cristina y los cuatro ministros que tienen en la Provincia pero sin el gobernador, que no fue invitado.
Kicillof se encontrará el martes con la ex vice. Todos creen que se bajará y declarará prescindencia en la interna Cristina versus Quintela, pese a que Kicillof fue quien alentó al riojano a ser candidato. Kicillof tiene que decidir ya: el sábado se cerrará el plazo para presentar listas. Sin Cristina, los intendentes bonaerenses apuestan a juntar lo que puedan el jueves, en Berisso, por el famoso Día de la Lealtad.
Mientras el clamor no despega permitiendo que la interna se anime y se extienda, la idea fija de Cristina es apoderarse de la lapicera para definir las listas de candidatos. La elección se hará en otro día emblemático del partido: el 17 de noviembre, en que Perón regresó de su larguísimo exilio. Cuatro días antes, está oficialmente anunciado, se conocerá el fallo de Casación en la causa Vialidad, el monumental negociado con la obra pública en Santa Cruz. La sociedad turbia de Báez con los Kirchner que ha sido absolutamente probada.
Se sabe y también se intuye, que confirmará la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos. El fiscal pidió duplicar la pena por el delito de asociación ilícita. Muchos de los hasta ahora principales actores de la política no aciertan con los cambios porque tal vez no saben leer qué cambios profundos se están produciendo en el país que no pudieron arreglar, cuando no lo empeoraron. En concreto, dicen que están para arreglar el país, pero antes tendrían que arreglar su partido, ¿o no?
Fuente Clarin