Por Maia Jastreblansky
El Presidente necesita acuerdos en el Congreso con el líder de Pro mientras hay tensión por el 2025; con la exmandataria se espera una gestión por la Corte Suprema que puede incluir un menú judicial más importante
La alta política transita un momento peculiar. Javier Milei hoy necesita, por motivos muy distintos, zurcir acuerdos de cúpula tanto con Mauricio Macri como con Cristina Kirchner. Con el primero debe definir si después de diez meses de un vínculo ambiguo -y por momentos tóxico- avanza en una sociedad electoral. Con la segunda, ubicada en sus antípodas ideológicas, el Presidente necesita cerrar un pacto en lo judicial para que Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla accedan a la Corte Suprema.
Los dos expresidentes, viejos rivales de una polarización que se extendió por más de dos décadas, hoy siguen asomando como los líderes más fuertes de sus espacios políticos. Sin sucesores claros, son aún el principal eje gravitacional de sus partidos. Macri, de hecho, recuperó centralidad con la presidencia de Pro. Y Cristina podría jugar en espejo si finalmente queda entronizada como titular del PJ.
Con este paisaje político, Milei y su mesa chica tiene canales abiertos con ambas terminales. Son situaciones muy distintas: si con el líder de Pro zigzaguea entre una posible alianza y una competencia directa para disputar el electorado de centroderecha, con Cristina busca confrontar en lo público sin cerrarle la puerta a un acuerdo subterráneo en materia judicial.
“Es agotador”, bromearon en las últimas horas cerca del Presidente. Milei no se está ocupando personalmente de gestionar estas intrigas sino que delegó la operación en su mano derecha, el asesor Santiago Caputo. Al menos eso fue lo que se evidenció en las últimas semanas: el estratega presidencial ya se venía ocupando de los asuntos tribunalicios, pero ahora, a partir de su reencuentro con Macri (que estuvo lejos de dejar conforme al expresidente) comenzó a administrar la convivencia con la cúpula amarilla.
Tanto en el Instituto Patria como en la Casa Rosada perjuran que la negociación en torno a la Corte Suprema todavía no comenzó. Reconocen, sí, que las cartas están sobre la mesa y que hay mensajes que ya fueron transmitidos. “No hay una negociación activa pero ellos ya están anoticiados de cuál es nuestra postura”, dicen en Balcarce 50. Muy cerca de Cristina replican: “Nosotros seguimos callados y expectantes”.
En principio, Caputo y su ladero, el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, están regulando los tiempos. Primero pretenden conseguir dictamen en la Comisión de Acuerdos del Senado para ambos candidatos. El viernes, fuentes oficiales aseguraban que Lijo ya juntó siete de las nueve firmas, mientras que García-Mansilla tiene cinco.
En caso de que consigan dictamen, deberán salir a buscar los dos tercios de la Cámara alta, en donde, sí o sí, necesitarán el favor de los dos bloques de Unión por la Patria. El trazo grueso de la discusión está dado porque Cristina pide la ampliación de la Corte Suprema mientras que los libertarios dicen que, antes de sumar sillas al máximo tribunal, tienen que ingresar Lijo y García-Mansilla.
Pero hay otros platos en el menú. En el Gobierno creen que son apetecibles las 140 ternas que tiene el Poder Ejecutivo para llenar juzgados vacantes. Además, el kirchnerismo tiene interés en que avance en el Consejo de la Magistratura -donde Amerio es el representante por el Poder Ejecutivo- la investigación sobre el juez Gustavo Hornos, denunciado semanas atrás por una expareja por supuesta violencia de género. Se trata de uno de los camaristas de Casación que debe definir si confirma la pena de Cristina en la causa Vialidad y que fue recusado por la expresidenta.
En el Gobierno especulan con ese expediente, que tarde o temprano recaerá en el máximo tribunal. “La única certeza que tiene Cristina es que esta Corte, como está integrada, la va a embocar”, soltó un colaborador de la Casa Rosada.
Con Pro
Para el kirchnerismo, García-Mansilla, un catedrático conservador emparentado con el ideario libertario, “no va a pasar nunca la prueba del Senado”, donde talla el PJ. A la inversa, la candidatura de Lijo a la Corte es un factor que repele a Macri. El expresidente suscribe a la política fiscal de Milei pero busca diferenciarse de su agenda institucional.
Hace un mes y medio que Macri -que ahora viajó a los Estados Unidos- no se reúne con el jefe de Estado en Olivos. Su último encuentro fue con Caputo, el jueves pasado. De Lijo no hablaron.
En una y otra terminal hay versiones opuestas. En la Casa Rosada aseguran que la reunión entre Macri y Caputo fue “buena” y en el entorno del exmandatario dicen que salió mal. El expresidente le habría transmitido a su tropa que, en rigor, fue “irrelevante”.
Ambos acordaron, no obstante, algunas cuestiones. Macri aportó a su especialista en el área energética, Emilio Apud, para que colabore en la conformación de equipos. Y Caputo se comprometió a involucrar al titular de la bancada de Pro, Cristian Ritondo, en una mesa de decisiones políticas-parlamentarias.
El viernes Caputo recibió a Ritondo durante tres horas en la Casa Rosada. “No puedo estar corriendo a mis diputados con 20 horas de reuniones el día antes de una sesión”, le transmitió el diputado macrista al asesor presidencial. El Pro leyó de antemano el proyecto de ley “hojarazca” que el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, remitió al parlamento.
La cuestión de fondo sigue sin resolverse entre los socios. En Pro aseguran que, si no hay una alianza en la provincia, Milei puede perder con el PJ. En la Casa Rosada amagan con prescindir del partido de Macri: “No nos importa salir segundos. Nos importa sumar la mayor cantidad posible de bancas”.
Fuente La Nación