Por Matías Moreno
Adversario de los porteños en la interna del radicalismo, el bonaerense intenta edificar un perfil antagónico al economista para liderar una renovación de la fuerza; el juego oculto detrás de su indefinición sobre el juez Lijo
La carrera política de Maximiliano Abad encontró un cauce definitivo cuando el kirchnerismo consolidaba su poder en la Casa Rosada. Con años de militancia en la corriente alfonsinista de la agrupación Franja Morada, Abad fue electo como presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA) en 2004. Meses después participó de la contracumbre de las Américas en Mar del Plata, donde Hugo Chávez fue el principal orador. Para ir a la marcha, Abad hizo estampar remeras con un mensaje explícito en rechazo a los Estados Unidos: “Fuck you, Bush”.
Por ese entonces, Ernesto Sanz ya había desembarcado en el Senado de la Nación y se ubicaba en la vereda de enfrente de los Kirchner. El centenario partido atravesaba una profunda crisis de identidad; otra etapa llena de disputas internas. Ante la decisión de Julio Cobos, gobernadores, intendentes y legisladores de la UCR de aceptar la convocatoria de Néstor Kirchner a sellar un acuerdo transversal para conformar una gran coalición en 2007, Sanz buscó cobertura en un grupo de jóvenes dirigentes con anclaje territorial para armar la resistencia radical. Así, estrechó lazos con líderes estudiantiles como Abad, quien luchaba para evitar las fugas de jóvenes radicales a las filas del kirchnerismo. Se conocieron en las trincheras. Y, con el correr del tiempo, Abad se convertiría en el hijo político de Sanz.
Abad atravesó las distintas etapas de la vida radical. Fue militante estudiantil, armador político, legislador bonaerense, jefe partidario en la estratégica provincia de Buenos Aires y senador nacional. Sin embargo, el discípulo de Sanz prefiere cultivar un segundo plano y oculta su ambición de conducir, a futuro, el radicalismo nacional. Adversario interno de Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti en la disputa por el manejo de la UCR bonaerense –una puja que se judicializó y aún sigue con final abierto–, camina con pies de plomo en un escenario cargado de interrogantes por el devenir de la gestión del presidente Javier Milei.
Frente a la grieta que provoca en el partido el posicionamiento frente a los libertarios, Abad elige pararse cerca de figuras como Alfredo Cornejo o Rodrigo de Loredo. Con Sanz y Jesús Rodríguez como evangelizadores, adhiere al estilo de oposición cooperativa con la Casa Rosada y apuesta a construir una alternativa alejada de los extremos de Milei o el kirchnerismo. En concreto, pretende que la UCR integre “un espacio republicano, institucional y moderno”: “La opción no puede ser un populismo de izquierda de Estadocentrismo ni un populismo de derecha de mercadocentrismo”, retratan cerca de Abad.
Habitual consumidor de encuestas, el senador opta por el repliegue en un contexto incierto para la oposición a Milei. En su entorno notan que los correligionarios, como Lousteau, que intentaron pararse en el ring y confrontar con el Presidente salieron golpeados en términos de imagen. En el mar de intrigas que produce la fragmentación opositora y la incertidumbre que hoy rodea el desenlace de la política económica de la gestión libertaria, Abad elige ser precavido a la hora de aventurar un esquema de alianzas para 2025: “La cancha todavía no está clara; no hay que asomar la cabeza”, dicen a su lado.
Eso sí: mantiene contactos frecuentes con todos los actores del arco no libertario. Sus consejeros especulan con que sectores de Pro, el peronismo no kirchnerista o del progresismo, incómodos con el estilo dogmático, de tinte autoritario y extremista de Milei, buscarán refugio en una opción socialdemócrata que aporte “una visión de Estado moderno” y respeto a la institucionalidad. Abad integra la lista de dirigentes de la oposición que se ilusionan con reeditar el esquema de JxC, con una versión aggiornada. No ven un colapso definitivo del centro político.
Con ese trasfondo, Abad no se ubica ni cerca de la oposición férrea de Lousteau ni de los “radicales con peluca”, el grupo de diputados que declama sin titubeos su acompañamiento al rumbo económico que trazó el líder de los libertarios y ayudó a blindar los vetos presidenciales. En las votaciones clave para Milei en el Senado, Abad osciló entre alinearse con los intereses de la Casa Rosada y rechazar las propuestas del Poder Ejecutivo. Por caso, se abstuvo en la sesión en la que se trató del DNU 70/23 para desregular la economía y desburocratizar el Estado, un pilar de la gestión de Milei. Y apoyó, en general, la Ley Bases y el paquete fiscal. Pero se opuso al decreto que asignaba unos $100.000 millones a la SIDE en fondos reservados, y respaldó tanto la reforma jubilatoria como la ley de financiamiento universitario, dos normativas que luego fueron vetadas por Milei.
¿Lijo sí o no?
Abad es uno de los cuatro senadores radicales que integran la Comisión de Acuerdos, donde se tratan los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla, los candidatos que impulsa Milei para la Corte Suprema de Justicia. Si bien Abad fue designado como titular en diciembre, fue reemplazado de forma temporal por Pablo Blanco. El 21 de agosto, en una maniobra sugestiva ejecutada horas antes de que arranque la audiencia pública en la Cámara alta, Blanco –que ya había anticipado su rechazo al controvertido juez– fue sustituido por Eduardo Vischi, jefe de la bancada y cercano a Gustavo Valdés, quien no puso objeciones frente a la elección de Lijo. Por lo tanto, según indicaron fuentes parlamentarias, Abad no podría firmar el pliego salvo que Guadalupe Tagliaferri, a cargo del cuerpo, convoque a una nueva reunión para tratar las candidaturas. En conclusión, Vischi es quien por ahora quedó habilitado para firmar por haber reemplazado a Abad en la exposición de Lijo.
Si bien en el oficialismo presumen que Abad sería uno de los que apoye a Lijo en el recinto, el senador esconde sus cartas y envía señales de que acatará el mandato de la cúpula de la UCR: no discutir los pliegos hasta que se incorpore la paridad de género en la propuesta del Gobierno. “Abad es muy orgánico; si Milei no modifica este esquema de ‘los dos o ninguno’, no se va a mover de ahí”, confía uno de sus aliados. Tampoco respaldaría a una candidata impuesta por el kirchnerismo.
Es que en un sector de la fuerza meditan que Milei debe buscar una salida por arriba. Imaginan que podrían destrabar los pliegos si abre una negociación sobre la ampliación de la Corte y el puesto del Procurador General de la Nación, que incluya a peronistas y radicales, entre otros. ¿Abad apoyaría a Lijo si la UCR se garantiza sillas preciadas en el máximo tribunal? Él juega al misterio y espera a que se aclare el panorama. “No vamos a hablar sobre hipótesis. El Gobierno no ha hecho ningún planteo en el sentido de garantizar la paridad”, insisten en el entorno de Abad. Está claro que el consejero de Abad en este asunto es Sanz, un hombre que supo tener llegada a los Tribunales y mantiene vigentes sus puentes con el denominado “círculo rojo”. Elisa Carrió siempre le reprocha a Sanz su relación con Ricardo Lorenzetti, pese a que el exsenador niega tener un trato frecuente.
Sanz, su patrocinador
El vínculo con Sanz le abrió las puertas de la política grande y del mundo empresarial. También lo alentó a relacionarse con actores vinculados a los movimientos sociales, como Juan Grabois, los sindicatos y el Poder Judicial. “Hay que abrirse para entender mejor la economía y el país”, le aconsejó. El extitular de la UCR no solo se transformó en el mentor de Abad, sino que se encargó de promover su ascenso en la estructura partidaria. Lo cobijó en las negociaciones con Pro para la conformación de las listas tras el nacimiento de Cambiemos, en 2015, lo que le permitió a Abad dar el salto de concejal en General Pueyrredón a legislador provincial. Luego, lo apuntaló en la disputa por el control de la UCR bonaerense en 2021 y lo estimuló a trabajar en tándem con Facundo Manes para desafiar la incursión de Diego Santilli (Pro) en la provincia.
Finalmente, Sanz –quien recuperó el diálogo con Macri en los últimos años– lo escoltó en las conversaciones que derivaron en el pacto con Patricia Bullrich en los últimos comicios presidenciales. Ese entendimiento con la candidata de los “halcones” de Juntos por el Cambio catapultó a Abad al Senado nacional. Sin embargo, la alianza con Bullrich fue efímera. Apenas la extitular de Pro apoyó a Milei para el balotaje frente a Sergio Massa, Abad salió a tomar distancia de la decisión y se declaró neutral. Sus caminos se bifurcaron.
La interna con Yacobitti
Abad volvió a contar con el sostén de Sanz y el grueso de los intendentes radicales en su última gran batalla política: la pelea con Lousteau y Yacobitti por la conducción del comité radical de Buenos Aires. La elección interna del 6 de octubre pasado entre Miguel Fernández, el delfín de Abad, y Pablo Domenichini, dirigente del riñón de Yacobitti, derivó en un escándalo, con acusaciones cruzadas de fraude y denuncias en la Justicia por presuntas irregularidades. Por ahora, según el escrutinio provisorio, Fernández se impuso por estrecho margen sobre Domenichini, quien reclama que la Junta Electoral partidaria avance con el recuento definitivo y exhiba las actas de la votación. “Lousteau y Yacobitti quieren colonizar al radicalismo para llevarlo a un frente con el kirchnerismo”, despotrican en el grupo de Abad.
En el campamento de Lousteau y Yacobitti, en cambio, creen que la UCR de Buenos Aires se alejó de su identidad histórica bajo la conducción de Abad. Consideran que jugó siempre en línea con los intereses de Pro en lugar de luchar por el liderazgo de la coalición. Ahora también lo acusan de no exhibir una posición nítida frente al gobierno de Milei.
El enfrentamiento con Evolución Radical en la provincia dejó al descubierto la vieja enemistad entre Abad y Yacobitti. Las diferencias comenzaron en 2006, cuando ambos militaban en la agrupación Franja Morada. Abad representaba a la línea alfonsinista, que se denominaba “los federales”. Yacobitti, al radicalismo porteño. Volvieron a colisionar en 2021, cuando Abad pretendía quedarse con el comité provincial. En ese momento, Lousteau y Yacobitti apostaron sus fichas por su rival en la interna: Gustavo Posse, entonces intendente de San Isidro.
Abad superó a Posse en la interna y, fortalecido, apalancó la candidatura a diputado nacional de Manes en las legislativas de 2021. Dos años después, Abad sostuvo el proyecto presidencial de Manes –incluso se lanzó como aspirante a gobernador– hasta que los sondeos de opinión lo convencieron de que el neurólogo no tendría posibilidades en una interna con Bullrich y Larreta. Con Morales y Lousteau ya subidos al proyecto de Larreta, se inclinó por Bullrich, quien le garantizaba puestos para los suyos en las nóminas. “Había que cuidar el colectivo partidario”, arguyó Abad. Con ese desmarque, la relación política y personal con Manes se desgastó.
Ahora, Abad volvió a ser desafiado en su territorio por el tándem Lousteau-Yacobitti, los herederos de Enrique “Coti” Nosiglia, quienes sumaron como aliado a Manes en la cruzada por gestar un frente anti-Milei. En cambio, el titular de la UCR bonaerense cerró filas con Posse y empujó el carro de Miguel Fernández. Abad y Yacobitti intercambiaron figuritas para una nueva disputa facciosa.
La pelea es central para Abad si pretende proyectar su figura a nivel nacional. “Él debe construir su imagen y un relato para trascender”, dice uno de sus íntimos. Buenos Aires ha sido su plataforma para ascender en la galaxia de la UCR y acceder a puestos codiciados en el tablero nacional. Por caso, la jefatura del radicalismo y su rol en la Legislatura bonaerense durante el gobierno de María Eugenia Vidal –fue titular de la bancada de Juntos por el Cambio desde 2017– le permitieron forjar un vínculo cercano con los intendentes radicales del interior bonaerense. Su principal aliado en la construcción de un poder propio en el vasto territorio de la provincia fue Daniel Salvador, exvicegobernador de Vidal.
Abad prefiere conciliar antes que abrir un conflicto, y quienes lo conocen destacan su capacidad para articular y dialogar. Pero esta tendencia tiene doble filo: sus detractores le achacan los acuerdos que anudó con el gobernador Axel Kicillof durante su paso por la Legislatura, para repartir cargos entre oficialistas y opositores en el Tribunal de Cuentas, el Banco Provincia o la Defensoría del Pueblo. Cultor de la “rosca”, Abad siempre se escudó en que debía hamacarse para atender los reclamos de los intendentes, sobre todo, en la discusión por el Presupuesto, para evitar un reparto “discrecional” de fondos para obra pública. Sus críticos internos en Juntos por el Cambio y la UCR, como Federico Storani, también sembraron sospechas sobre su accionar ante el escándalo por el caso de corrupción del puntero del PJ Julio “Chocolate” Rigau, quien cobraba sueldos de “ñoquis” de la Legislatura. Al frente del comité provincial, Abad, por entonces candidato a senador de Bullrich, demoró tres semanas en pronunciarse sobre el tema.
Una familia política
Abad, de 47 años, nació en la localidad de Ranchos. Es hijo de Carlos Abad, un histórico dirigente del radicalismo que supo ser un articulador de Alfonsín. Su ciudad natal está ubicado a pocos kilómetros de Chascomús, el pago chico del expresidente. Motivado por el entusiasmo de su padre por la política, Abad comenzó a militar desde los catorce años en la Juventud Radical. Proviene de una familia de origen humilde. De hecho, su padre optó por mudarse a Mar del Plata para buscar mejores oportunidades de trabajo. Allí, Abad se recibió de abogado en la Facultad Nacional de Derecho, donde hoy ejerce como docente.
En una asamblea de la FUA conoció a Marina Sánchez Herrero, con quien se casó y tuvo dos hijos. Ella también es abogada y está inmersa en la política. Ambos son dueños de un estudio jurídico.
En 2018 fue electa como integrante del Consejo de la Magistratura en representación de los abogados de todo el país. Actualmente, es la presidenta del Concejo Deliberante de General Pueyrredón, el terruño de Guillermo Montenegro (Pro). Abad tiene un acuerdo de cogobierno con Montenegro. En los pasillos de la Legislatura el nombre de Sánchez Herrero ha sonado como eventual candidata del radicalismo para ocupar una banca en la Suprema Corte bonaerense, pero en el entorno de Abad desestiman esa posibilidad. ¿Preferiría ser postulante a intendenta del distrito donde Abad forja su poder? Tal vez, eso sea solo una idea de Sanz.
Fuente La Nación