Total News ya había denunciado el corrupto sistema de habilitaciones de San Miguel en el caso de una peligrosa carbonería, pero con la muerte de Lucia Costa, el sistema de corrupción y protección ideado muchos años atrás quedo a la vista de todos. En un asilo mal habilitado fallecieron 16 abuelos.
El dueño del bar condenado pero en la casa, por enfermedad. La intendencia y su rol clave en la protección del principal responsable. El sistema de habilitaciones truchas continúa vigente.
Era mesera de un bar y provocó la muerte de una clienta de 18 años: qué condena le van a dar
Por Federico Ladrón de Guevara
Priscila Lucca tenía 18 años y causó un incendio con un centro de mesa.
Lucía Osores, también de 18, falleció por las quemaduras.
Este jueves 10 de octubre se cumplieron cuatro años de la muerte de Lucía Costa Osores, la joven que falleció por las gravísimas quemaduras que le provocó el incendio de un centro de mesa en el bar Zar Burgers & Beers, de San Miguel. Un drama difícil de comprender, nunca visto, como salido de una película de terror.
En Plaza de las Carretas, localidad de Muñiz, la mamá de Lucía, Lorena Osores, organizó una charla de concientización “para que nadie vuelve a sufrir” lo que sufrió su hija. E insistió en el pedido de “justicia”, algo que viene haciendo sin declinar desde el primer día, como si encontrara en ese reclamo un estímulo para vivir, el motor que la mantiene activa.
En la causa hubo tres imputados, Carlos Oliverio, el dueño del bar; Marina de los Ángeles Ramírez, la encargada del local: y Priscila Lucca, la mesera que generó la llamarada fatal.
A fines del año pasado, y después de un juicio que se llevó a cabo en los Tribunales de San Martín, la Justicia condenó a seis años de prisión a Oliverio y absolvió a Ramírez. El caso de Lucca fue diferente: la jueza Carolina Rubarth decidió que la joven fuera juzgada en otro momento porque, “por sus problemas psiquiátricos”, no estaba en condiciones de someterse a un tribunal.
“De la Justicia ya no se puede esperar nada”, dice Lorena Osores con resignación, disconforme con el desenlace de la causa. “Al poco tiempo de recibir su condena, a Oliverio, que siempre contó con apoyo político, le extirparon un riñón y le dieron prisión domiciliaria”, profundiza.
“Lo que consiguió Oliverio, en realidad, fue una morigeración de la pena”, explica Juan Manuel Gornatti, defensor oficial del dueño del bar. Y agrega: “Con una pulsera electrónica, Oliverio está en su casa porque tiene cáncer en estado avanzado. Ya sufría esta enfermedad antes del juicio, pero no había contado nada porque no estaba detenido. Le hicieron varias operaciones. Para colmo, después de la condena, estuvo un mes detenido en una comisaría de Bella Vista. Y ahí, por la humedad del lugar, se le agravó otra enfermedad, ya que también sufre de EPOC. El expediente de sus patologías es tan amplio como el expediente del incidente en el bar”.
-¿Apelaron la condena?
-Sí, le pedimos a la Corte la nulidad de todo el juicio. El argumento es sencillo: si el juicio se suspendió en su momento para Priscila Lucca, la mesera, también se debió haber suspendido para Oliverio. Simplemente, porque Oliverio sostiene que la responsabilidad del incidente fue de Priscila Lucca.
Priscila Lucca sufrió problemas psiquiátricos.
¿Y cómo sigue la vida de Lucca, la mesera? ¿Todavía puede ir presa? ¿La absolvieron? ¿Se mudó de país?
Maldito reencuentro
Cerca de las ocho de la noche del viernes 9 de octubre de 2020, Lucía Costa Osores, de 18 años, se encontró con sus amigos de la parroquia en “Zar Burgers & Beers”, un bar sobre la calle Paunero de San Miguel. Hacía varios meses que no se veían por las restricciones derivadas de la pandemia de Covid.
En una especie de patio cubierto con una media sombra, los jóvenes se sentaron en banquetas a una mesa alta. Antes de hacer el pedido, llamaron a una moza para que les encendiera el centro de mesa, un recipiente circular de base ancha con piedritas y del que salía una llama decorativa.
Priscila Lucca, que en ese momento también tenía 18 años, se acercó a la mesa con un bidón de cinco litros con alcohol y, sin apagar la llama, volcó el líquido sobre el centro de mesa, lo que produjo una explosión con varios fogonazos. Lucía y sus amigos gritaron desesperados, mientras intentaban desprenderse de las llamas que empezaban a cubrir sus cuerpos.
Lucía se cayó al piso y quedó boca abajo. Aunque parecía la más comprometida por el fuego, nadie la ayudó. Su piel hirviendo se pegó al piso. Media hora después, y sin parte de sus pertenencias, como su teléfono celular, la subieron a una ambulancia del SAME que la llevó al Hospital Municipal Larcade. Al mediodía del sábado 10, con la mayor parte de su cuerpo carbonizado y con serios problemas para respirar, sufrió dos paros cardiorrespiratorios y murió.
“Lucía trabajaba como manicura, estaba haciendo un curso de peluquería y soñaba con vivir en la Patagonia. Era muy generosa”, contó Lorena Osores, su mamá.
Principiante
Durante las primeras semanas de la pandemia, Priscila Lucca, la mesera, había perdido a su papá. La joven, que vivía con su mamá y su hermana en San Miguel, debió salir a trabajar y consiguió que la tomaran de moza en el bar “Zar Burgers & Beers”. Era su primer empleo. Hacía un mes que se dedicaba a esa tarea. “Trabajaba en negro”, aportó Lorena Osores. “Y se sentía muy presionada por sus jefes”.
Priscila y Lucía se conocían del barrio.
La moza también se quemó. “Gracias a la intervención de Oliverio, fue la primera a la que subieron a una ambulancia. Y la llevaron al Larcade”; siguió la mamá de Lucía. “Cuando llegué al hospital para ver a mi hija, Priscila se enteró y se fue, aunque tenía una pierna lastimada. No pude hablar con ella. Y lo que más me duele es que nunca me pidió disculpas”.
“La escena era llamativa”, contó Agustín Díaz, amigo de Lucía que fue llevado al mismo hospital. “Priscila y yo estábamos internados en la misma habitación. Ella me decía que había hecho lo que le enseñaron sus jefes para usar el alcohol del centro de mesa, pero no entendía cómo había pasado lo que pasó. La veía muy triste, lloraba todo el tiempo”.
Poco tiempo después de la muerte de Costa Osores, Priscila tuvo que mudarse a Entre Ríos. “En San Miguel todos se conocen y ella no quería cruzarse más con quienes la acusaban por la muerte de Lucía”, contó Pablo Esperanza, primer abogado de Lucca.
Y explicó: “Se trató de un accidente. Priscila hizo lo que le pidieron que hiciera”. ¿No la capacitaron para encender los centros de mesa? “Era un contexto complicado… Con 18 años estaba muy mal, hacía muy poquito había fallecido su papá… Era la tercera o cuarta vez que Priscila encendía un centro de mesa… Yo entiendo el dolor de la madre de Lucía, por supuesto, también tengo hijos. Pero Priscila no quiso matar a nadie. Repito, fue un accidente”.
Según se pudo reconstruir, el error de la mesera fue no haber esperado a que la llama se apagara por completo y, al mismo tiempo, verter más alcohol del que debía. “Como es muy corpulenta, Priscila es brusca…”, describió el abogado.
Lorena Osores, la mamá de Lucía.
Priscila, que con el tiempo volvió a San Miguel, dejó de mostrarse en la calle y en las redes sociales. Sus últimas publicaciones en Instagram, donde aparecía siempre sonriente, son de 2019, previo al incendio en el bar.
Antorcha peligrosa
Al “fogón quemador” que provocó la muerte de Lucía Osores también se lo conoce como “centro de mesa ecológico” o “chimenea ecológica”. Se arma con una base de cemento y piedras. En una especie de cilindro, la llama se enciende con bioetanol, un tipo de alcohol bio-sustentable que se obtiene a partir de la fermentación del azúcar de plantas como la remolacha, el maíz, el sorgo, la cebada o el trigo.
En Mercado Libre se ofrecen distintos modelos, cuyos precios van desde los 25.000 hasta los 319.000 pesos. En los catálogos de venta también se mencionan las medidas de seguridad recomendadas para evitar problemas. “Si el bioetanol no se manipula respetando todos los recaudos de seguridad, puede ser peligroso”, se alerta.
La llama o antorcha tiene que ser estable y no debe alejarse de la carcasa. Además, hay que contar con un dispositivo de extinción del fuego y el recipiente sólo debe ser llenado cuando la llama se haya extinguido y la chimenea se haya enfriado. ¿Había necesidad de decorar las mesas con un recipiente que demanda tantos cuidados?
En su momento, pocas horas después de la muerte de Lucía, se filtró un audio de whatsapp en el que Oliverio minimizaba lo sucedido en su bar y responsabilizaba a los “chicos”, en referencia a Lucía y sus amigos, de haber provocado el incendio.
“Les cuento a todos por acá porque me están llenando de mensajes y la verdad es que no puedo contestar mucho. No pasó nada. O sea, sí pasó, pero nada tan grave”, comienza diciendo en el audio el propietario de “Zar”. Y agrega: “Un grupo de chicos empezó a joder con los rociadores de alcoholl y jodiendo se prendió fuego uno, se prendió fuego la chica y empezó a los gritos. Pero no pasó nada más que eso”.
Y continúa: “Se quemó la camarera que la quiso apagar y una clienta, pero el negocio no se prendió fuego, ni nada de eso. Así que les agradezco a todos la preocupación pero nada más que eso: un garrón”.
Por su parte Carlos Bianco, entonces Jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, le apuntó al Municipio por haber permitido la apertura del bar en el contexto de aislamiento por coronavirus. “El accidente pudo haber sucedido por impericia, pero primero habría que explicar por qué estaba abierto el bar. San Miguel está en una situación de aislamiento social preventivo y obligatorio. En este bar ni siquiera estaban en un espacio abierto”.
Un juicio abreviado
El juicio por la muerte de Lucía se hizo en septiembre de 2023 en el Juzgado en lo Correccional Número 3 de San Martín. A Carlos Oliverio, Marina de los Ángeles Ramírez y Priscila Lucca se los acusó de “homicidio culposo y lesiones culposas”.
En el proceso legal participaron 245 testigos, entre ellos los ocho amigos que habían ido a cenar con Lucía y sufrieron distintas lesiones: Franco Pérez, Thiago Zadro, Agustín Díaz, Dolores Bustamante, Rodrigo Cano, Santino Diaco, Franco Racca e Ivo Schmidt.
Finalmente, la Justicia condenó a seis años de prisión al dueño del local como responsable de lo ocurrido y le dictó diez años de inhabilitación para cualquier acto de comercio. Además, fue condenado por violar las regulaciones que se daban en plena pandemia.
A su vez, a la encargada, Ramírez, se le dictó “veredicto absolutorio sin costas”.
La moza no fue presa, como muchos se imaginaban. Ni siquiera se la juzgó en las condiciones habituales. “En septiembre de este año se reunieron todas las partes y, en un juicio abreviado, se pactó para Priscila Lucca una condena de tres años de prisión en suspenso”, explica Liz Barrionuevo, abogada de Lorena Osores.
“Para mantener la libertad, además, Lucca tiene que cumplir una serie de pautas”, agrega Barrionuevo. “Debe seguir con su tratamiento psiquiátrico, debe adoptar un oficio o profesión, debe pedir autorización para salir del país, debe presentarse una vez por mes en el Patronato de liberados para acreditar que se encuentra dentro del radio de su domicilio, en San Miguel, no puede consumir estupefacientes ni alcohol en lugares públicos y tiene que hacer 600 horas de tareas comunitarias. Si no cumple alguna de estas medidas, se le puede revocar la libertad. Y la prisión pasa a ser de cumplimiento efectivo, que es lo que pretende Lorena Osores, la mamá de Lucía”.
“La sentencia está por salir. Si no es en octubre, será en noviembre”, explica Osiris Albarracín, defensor oficial de Priscila Lucca. “Como la jueza Rubarth se excusó de seguir interviniendo en este proceso, la causa pasó al Juzgado en lo Correccional Número 6, y allí, el juez Diego Calmanovici puede respetar lo que se pactó en el juicio abreviado, rechazarlo o dictar una absolución”.
-¿Usted qué cree que va a decidir Calmanovici?
-Lo más probable es que confirme la medida de tres años de prisión en suspenso.
-¿Y eso los deja conformes?
-Sí, en este drama, una pena en suspenso parece un justo medio… Para poder esbozar todas las defensas posibles de Priscila Lucca, lo ideal hubiese sido llegar al juicio. Pero, por su estrés postraumático, no se ha podido. Para que no decaiga su estado de ánimo, las pericias aconsejaron que no se la vuelva a enfrentar a la situación de un juicio.
“Yo hubiera querido otro final para esto”, cierra Lorena Osores. “Pero bueno, ya está, fueron meses de mucho desgaste, nadie quería seguir reviviendo lo que pasó con Lucía y sus amigos, y de alguna manera había que terminar con el juicio”.
Fuente Clarin