Por Ricardo Auer
El electorado interpretó al multimillonario empresario como auténtico y frontal, y a Kamala Harris como una profesional política. El plan de quien volverá a la Casa Blanca consiste en reactivar el crecimiento económico consiguiendo energía barata para su industria y protecciones arancelarias de importación
Como nota anecdótica, digamos que los sitios de apuestas acertaron en que Donald Trump iba a ser elegido presidente, con un promedio de 57 a 43. Lo inesperado han sido los cuádruples logros de Trump: haber logrado la presidencia, las mayorías en el Senado, en la Cámara de Representantes y de gobernadores republicanos. Además, mantuvo una mayoría propia en la Corte Suprema. Casi la suma del poder público, pero no la tendrá tan fácil batallando con el “Deep State”.
Esta campaña política se basó en la “caracterización del oponente”, muy lejos de un debate de ideas, utilizando el odio emocional como típico recurso de los manuales de la guerra cognitiva, donde lo que importa no son tanto los hechos, sino más bien sus interpretaciones. Así, Trump fue calificado como nazi (pese a la bandera de Israel), maligno, delincuente o insano y Kamala como comunista recalcitrante.
La agitación del fraude electoral, operado en las redes sociales, influyó para aumentar el activismo de uno u otro lado. Trump actuó sin temor a las etiquetas ni a las acusaciones de xenofobia (por promesas de deportación de indocumentados), respondiendo con su tradicional “defensa del pueblo norteamericano”, aduciendo que los demócratas entregaban laxamente la Green Card y los subsidios para juntar votos (clientelismo electoral), ya que en ciertos Estados no se requiere presentar un documento personal a la hora de votar. Harris quedó a la defensiva con este tema, contraargumentando con acusaciones al ahora presidente electo de “racista” y “xenófobo”. Pese a ello, el electorado interpretó al multimillonario empresario como auténtico y frontal; y a Kamala como una profesional política. Nos recuerda el debate final entre Milei y Massa.
Los resultados electorales han confirmado los análisis previos que indicaban prioridades de índole económica, en particular la baja del ingreso real disponible, que, según especialistas, es uno de los mayores predictores del resultado de las elecciones presidenciales. El poder de compra de los salarios de la época de Trump nunca pudo recuperarse después de la pandemia. La inflación y el aumento de las tasas de interés (Reserva Federal) hizo caer el ingreso real. Los ingresos rinden menos que antes, no solo en el supermercado, sino cargando combustible, o pagando intereses inmobiliarios (tema clave), o en la compra de autos o, simplemente, con las tarjetas de crédito. El sueño de la casa propia y el auto como señal de ascenso social se fue complicando y eso profundizó el mal humor social. Harris no la tuvo fácil con ese karma en contra.
Trump ha tenido éxito proponiendo impuestos más bajos, recortar el gasto público, desregular el Estado y frenar la inflación impulsando una rebaja del precio interno del combustible. El plan de Trump consiste en reactivar el crecimiento económico, disponer de energía barata que permita a la industria local poder competir (internamente) con los productos industriales importados desde China (más baratos), que hacen deficitaria esa balanza comercial.Esta política nacionalista la reforzará con protecciones arancelarias de importación para China y otros, que permitan generar puestos de trabajo de calidad.
Harris, una ultraliberal globalista, no ha podido convencer al electorado de que su “Plan Platita” era viable, aumentando los impuestos para los ricos y las grandes empresas para engrosar los fondos a la seguridad social, ofrecer créditos fiscales para el cuidado infantil y controlar precios de medicamentos y alimentos, pese a seguir agitando las banderas de los derechos civiles y del estado de bienestar, del libre comercio internacional e insistiendo con intervenciones militares, apoyando a las alianzas estratégicas, como la OTAN.
Se habló poco públicamente, pero existen serios problemas macroeconómicos a solucionar. La deuda externa de EEUU trepó, solo durante octubre, unos 500.000 M USD, totalizando 35,7 billones de dólares (doce ceros), lo que representa más del 120% de su PBI. EEUU paga más de 3.000 M USD por día en intereses de deuda. En 2023 el pago anual de intereses superó a los gastos en defensa (1 billón de USD versus 700 mil millones). La suba de tasas que propició la FED en los últimos dos años, que tenían como fin contener la inflación, multiplicaron la deuda norteamericana. Trump dice que la crisis de deuda amenaza con quebrar al Estado, por lo que el gobierno tiene que reducir sus límites funcionales, para lo cual crearía el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) que recortaría el gasto federal en 2 billones de dólares, sobre un presupuesto total de 6,5 billones anuales de la actual administración Biden.
Los múltiples frentes bélicos también son un tema financiero. La guerra Rusia-Ucrania ya le costó a EEUU unos 200.000 millones de dólares. Ese es el fundamento de Trump para terminar la guerra en territorio de Ucrania. Trump ha prometido dejar que Europa, si desea, prosiga apoyando a Zelensky, mientras él prefiere que la guerra en Ucrania finalice lo más rápido posible, aceptando inclusive su partición geográfica entre las zonas incorporadas a la Federación Rusa y el resto. El constantemente declamado apoyo a Israel, no significa la continuación de la mano blanda de Biden con el gobierno de Netanyahu. Alguna fórmula que involucre a varios países árabes permitiría buscar nuevas alternativas de pacificación en Medio Oriente. Tarea nada fácil, sin duda. Un rasgo bastante particular de Trump es que es el primer presidente en más de 40 años (desde Jimmy Carter,1980) en no iniciar un nuevo conflicto bélico durante un mandato. “Los diplomáticos quieren la guerra. Los soldados quieren la paz, porque son los que pelean las guerras y saben lo que se siente disparar un arma y que les disparen a ellos. No mandaremos a nuestros jóvenes a morir por causas ajenas”(Trump dixit). Los EEUU seguirán centrados en el conflicto con China.
El principal desafío administrativo será controlar al “Deep State” de burócratas, funcionarios y lobbistas, siempre dispuestos a controlar los más íntimos dispositivos del poder, mientras el principal desafío político de Trump, si tiene un mediano éxito en sus propuestas, será institucionalizar al movimiento policlasista MAGA (Make America Great Again), desde su caudillismo personalista a través de un trasvasamiento generacional, donde seguramente su vice, JD Vance, tendrá un papel destacado.
En cuanto a las probables relaciones entre Milei y Trump, diríamos que, teniendo afinidades culturales, habrá alguna sintonía política, pero poco aplicables a los mutuos intereses nacionales. El proteccionismo de Trump, enfocado en su política de reindustrialización y de conflicto industrial y tecnológico con China, pronostica un dólar fuerte, asociado siempre a precios de commodities bajos. Las tasas de la Reserva Federal probablemente no bajen demasiado, dada la necesidad de seguir controlando la inflación interna de EEUU, que tendrá aranceles de importación altos.
Precios de commodities bajos y tasas financieras altas son, sin duda, malas noticias para Argentina. Exportar a EEUU será más complicado; el FMI quiere que Argentina devalúe su moneda, tema del que no se ocupará Trump de aliviar; las inversiones globales preferirán ir a EEUU y no a los países emergentes. Europa tampoco estará de parabienes, ya que tendrá que gastar más dinero en Defensa, con sus problemas de déficit que debilitarán al Euro, por lo que no será un buen mercado para nuestras exportaciones.
No se entiende el entusiasmo de Milei en que Trump gane las elecciones, dado que él protegerá el empleo norteamericano y no el externo. Objetivamente, para los intereses nacionales no es una buena señal, en la medida que sigamos, irracionalmente, con el “apoyo incondicional” exclusivo, a EEUU e Israel. Sería prudente que el presidente nos explique a todos los ciudadanos cuáles son sus objetivos en mantener esa errónea política internacional.
Fuente Infobae