Por Nicolás J. Portino González
Señores empresaurios industriales, patriarcas de la “Sustitución de importaciones” —ese ingenioso plan que durante 40 años no logró suplantar ni un clavo, pero sí consiguió una industria entera de lamentos y subsidios—, ¿ahora resulta que piden “nivelar la cancha”? ¡Qué cuadro magistral! Es como si el ladrón, al ser descubierto, exigiera que le devolvieran la escalera para volver a entrar por la ventana.
La “cancha nivelada” que reclaman es, por supuesto, esa donde ustedes jugaron con el arquero atado y el VAR del “Cheque” Tapia. Veinte años (2003-2023) de un deporte nacional que consistió en obligar al Argentino a comprar productos que sólo ustedes se atreverían a fabricar. Textiles a precios de “haute couture” parisina, tecnología que en Silicon Valley mostrarían en museos de curiosidades, y autos que parecen un homenaje rodante a los años 90. Todo esto, mientras el peso argentino se derrumbaba más rápido que su creatividad empresarial, pasando de U$S1 = $2,74 en 2002 a U$S1 = $1350 en 2023: Un 49mil %.
¡Ah, pero “nivelar la cancha” dicen! Nivelada estaba cuando nos forzaban a pagar el 400% más que Europa o Estados Unidos, mientras nos vendían como innovación un lavarropas que, con suerte, no incendiaba la casa. El proteccionismo, esa gran teta estatal que supieron ordeñar con maestría, ahora les es retirada. Y, como el niño malcriado al que le quitan el juguete, lloran. Qué conmovedor.
La bandera de la “Industria NacioMal”, esa reliquia que sólo flamea en actos protocolares, debería colgarse en un museo. ¿Saben qué suplantaron realmente en 40 años? Suplantaron competencia por privilegios, innovación por subsidios, y consumidores por rehenes. Pero ahora que la cancha está más “nivelada” de lo que jamás imaginaron, el partido va terminando y no hay penales para ustedes. Será…Game Over.
¿Les molesta competir? ¿Les aterra que el consumidor argentino, ese que siempre despreciaron, pueda comprar en el extranjero algo mejor, más barato y más útil? Lo entiendo. La mediocridad nacional se desploma cuando aparece un producto extranjero que funciona. La ineptitud se queda sin excusas cuando ya no puede echarle la culpa a la importación. Pero tranquilos, siempre les quedará el llanto.
Desde aquí, y con el corazón lleno de sarcasmo, les deseo lo mejor en su camino al cementerio económico. Que los entierre el mercado y que el epitafio diga: “Aquí yace la Industria NacioMal”. Porque, admitámoslo, si el negocio depende de obligar a la gente a comprar basura a precio de oro, no es un negocio, es una estafa.
Brindo, pues, por el fin del proteccionismo y la muerte de sus privilegios. Y, si puedo sugerir algo, les recomiendo practicar: “¿Papas fritas o gaseosa?” Esas son las únicas competencias que les quedan. Y créanme, allí tampoco va a ser fácil.