Los activos alternativos seguirán ganando peso en las carteras de los inversores, según prevé la consultora Preqin en su informe anual Future of Alternative, donde augura que este sector alcanzará los 29,2 billones de dólares en 2029 a nivel mundial frente a los 16,8 billones al cierre de 2023, lo que supone un crecimiento de más del 70%. Los fondos de capital riesgo pasarán de 5,8 billones de dólares a 12 billones en el periodo 2023-2029; el Real Estate mantendrá su tendencia al alza hasta alcanzar los 2,7 billones y las infraestructuras llegarán a los 2,4 billones a medida que la transición energética impulse la captación de fondos.
El punto en común de este tipo de activos es que no están correlacionados con los mercados financieros, es decir, que no tienen nada que ver con productos tradicionales como las acciones, los fondos de inversión cotizados, los bonos o las obligaciones, por ejemplo. Entre los alternativos más populares se encuentran el private equity, el inmobiliario o las infraestructuras, aunque también engloba otros como las materias primas, la deuda privada, el arte, las joyas o los coches.
“El ecosistema empresarial en los últimos años ha ido desarrollándose cada vez más fuera de los mercados públicos”, afirma el socio y director general de la gestora de Abante, Joaquín Casasús, quien añade que “antes los privados estaban compuestos por compañías cuyo objetivo principal era cotizar en bolsa, por eso su recorrido en este tipo de mercado era muy breve. Ahora hay muchas que directamente deciden no hacerlo porque existen fondos que las acompañan tanto en sus fases iniciales como en etapas más avanzadas. Por eso ahora existen más oportunidades”. Pero, ¿qué debemos tener en cuenta si nos planteamos incluirlos en la cartera?
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Desde Abante recuerdan que se trata de activos complementarios que ayudan a diversificar y descorrelacionar, por eso es fundamental incluirlos en el portfolio de forma sensata. Cada inversor tiene que construir la cartera más adecuada en función de sus circunstancias, añade la entidad, y a medida que se complementan con los tradicionales (acciones, bonos…), mantener una visión global de todos ellos para valorar si están alineados con nuestro proyecto vital.
Más riesgo y menos liquidez
Hay que tener en cuenta que el comportamiento de los mercados privados es muy diferente al de los públicos. En primer lugar, por la valoración de los precios. En los públicos se produce una cotización diaria que proyecta las inquietudes de los inversores. En los privados, sin embargo, “no existe una compraventa diaria de los mismos, por eso las valoraciones suelen ser de carácter trimestral y reflejan aspectos como la evolución de las compañías o las ampliaciones de capital más recientes”, explica Joaquín Casasús.
Los inversores que quieran adentrarse en los mercados privados deben fijarse en la evolución de la economía y de las propias empresas, según el experto, y en este sentido, a pesar de tanta incertidumbre, “la economía ha seguido creciendo razonablemente y el comportamiento de las compañías que pertenecen a fondos de private equity ha sido correcto. En muchos casos se han superado las expectativas”.
Si bien es cierto que se trata de activos que pueden generar rentabilidades potencialmente superiores a los tradicionales, no son aconsejables para todos los inversores por dos motivos principales: el riesgo que conllevan y la dificultad para comprar y vender de forma rápida como sí sucede en los mercados públicos: “Lo que hay que tener muy claro es que la parte que inviertas en mercados privados no va a tener liquidez, por eso debe ser una porción de la cartera con un horizonte a muy largo plazo, que no vayas a necesitar ni siquiera ante una urgencia”.
“La parte que inviertas en mercados privados no va a tener liquidez, por eso tiene que ser una porción de tu cartera con horizonte a largo plazo”
Otra de las diferencias principales tiene que ver con la gestión. “En general, cuando inviertes en bolsa, tu capacidad para influir en la gestión de las compañías es muy residual“, dice el socio y director general de la gestora de Abante. Un fondo de inversión, por ejemplo, ejercerá su voto en la junta de accionistas, “pero solo algunos con componentes más activistas influyen de manera real”. El motivo es que quien decide apostar por una empresa que cotiza en bolsa, generalmente lo hace porque “el proyecto es bueno, confía en la gestión, y si no le gusta, vende las acciones y compra otras“. En los mercados privados, este aspecto es diferente.
En el caso de los mercados privados, los gestores “se encargan de realizar ciertas transformaciones”, tal y como explica Casasús. Y añade: “No son ni mucho menos pasivos. Desde la etapa del venture capital y hasta las más avanzadas su objetivo es influir en el accionariado. Como inversor, en estos casos, apuestas por un equipo que, a parte de invertir, transforma las compañías, y eso debe redundar en la rentabilidad”.
En todo caso, por todos estos motivos, desde Abante recomiendan que el inversor haga un análisis de su situación financiera y patrimonial para ver qué porcentaje de su patrimonio financiero puede destinar a este tipo de activos y, lo más importante: pensando siempre a largo plazo.
Fuente El Confidencial