El formidable espaldarazo que viene de darle Kristalina Giorgieva, la mandamás del Fondo Monetario Internacional, al gobierno libertario no ha sido uno de esos típicos comunicados del organismo en cuestión a la hora de quedar bien con los países deudores.
La funcionaria de origen búlgaro midió bien sus palabras antes de pronunciarlas. Por lo tanto, es conveniente tomarlas como lo que son: el reconocimiento más enfático que el FMI ha expresado respecto de un programa económico argentino en décadas. A la vez, les ha abierto la puerta a Javier Milei y a Luis Caputo para darle la puntada final a un nuevo acuerdo —lo que puede significar un antes y un después en punto a las negociaciones iniciadas con el Fondo a poco de iniciar su gestión el actual gobierno libertario.
Si bien es cierto que —a la par— se ha insistido en la necesidad de encarar una serie de reformas estructurales y de desmontar el cepo en su totalidad, ello nada quita a la trascendencia del apoyo público de Giorgieva: “El caso más impresionante en la historia reciente es Argentina, donde los efectos han sido profundos, con la implantación de un sólido programa de estabilización y crecimiento”, expresó ante el periodismo reunido en la sede central del organismo que ella preside en Washington. No supone una exageración sostener pues, que la probabilidad de que el FMI le otorgue a nuestro país algo así como U$11.000 MM frescos —la cifra necesaria que mencionó la pasada semana el presidente de la Nación, para poder salir del cepo— está más cerca que nunca. En este orden de cosas, se conjugan en favor de los libertarios no sólo el que hayan hecho sus deberes sobradamente sino también la inminente asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.
No deja de resultar curioso que no pocos economistas de las más variadas tendencias levanten el argumento de que —más allá de los logros que le reconocen al equipo que lidera Luis Caputo— no habría un verdadero plan de estabilización, en el mismo momento en que el Fondo Monetario elogia de manera tan enfática precisamente cuanto aquellos especialistas dicen que falta. Como quiera que sea, a Javier Milei las opiniones de buena parte de sus colegas le tienen sin cuidado. En todo caso, aunque dignas de consideración, las críticas que le enderezan tienen asidero en el mundo de las ideas. Son polémicas de especialistas que obran como comentaristas de la realidad. En cambio, en el plano fáctico —de los hechos puros y duros— la declaración de Kristalina Giorgieva representa el apoyo inequívoco a la administración libertaria de un poder internacional de fuste.
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De fronteras para adentro ha vuelto a recrudecer el debate en torno a Ariel Lijo y a Manuel García Mansilla, que el Poder ejecutivo ha nominado para integrar la Corte Suprema de Justicia junto a Carlos Rosenkrantz, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti. Desde el instante en que se hizo saber desde la Casa Rosada que ellos eran los dos candidatos oficiales para ocupar tan importantes cargos, las conjeturas que se han tejido a los efectos de explicar una decisión contradictoria por donde se la analice, no pararon de multiplicarse. Porque carece de sentido —si cuanto se pretende es manejar la Corte con arreglo a la batuta de Lorenzetti— elegir a un inimputable como Lijo y a un jurista de nota como García Mansilla, al mismo tiempo. El primero, con tal de llegar sería capaz de subordinarse desde el primer día al poderoso de turno. El segundo nunca aceptaría semejante muestra de servilismo. Con lo cual, si ambos tuviesen en el Senado los votos que hacen falta, lo más seguro es que Rosenkrantz, Rosatti y García Mansilla actuarían de común acuerdo, y Lorenzetti quedaría en minoría.
La relación de fuerzas cambiaría en forma substancial si entrase Lijo, quedase afuera García Mansilla, y el quinto lugar en disputa fuese reservado para una mujer. Pero para que ello ocurriese habría que pactar con el kirchnerismo, cuyos votos son decisivos en la cámara alta. ¿Está en condiciones el gobierno —-que todos los días abjura de los K— de forjar un pacto semejante, a vista y paciencia de las tribus electorales que le han dado un apoyo indisimulado y que —con razón— considerarían un acuerdo de semejante naturaleza como una traición? Sumado al agravante de que Cristina Fernández no se conformará con nombrar a una mujer de su confianza en reemplazo de García Mansilla. Exigirá el ampliamiento del número de ministros de la Corte, la remoción del procurador general y el nombramiento de al menos cincuenta jueces de sus mismas ideas para llenar las vacantes que existen a lo largo y ancho del país. Parece demasiado.
En tren de especular no habría que descartar la posibilidad de que —aun sin un pacto espurio con la bancada de Unión porla Patria— Ariel Lijo pudiese reunir las voluntades necesarias para ser nombrado, y la Corte quedase integrada por cuatro ministros con dos bandos enfrentados entre sí: Ricardo Lorenzetti y Ariel Lijo situados en una vereda, y Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti en la vereda opuesta, a la espera de que sea un conjuez el que desempate. Tampoco podría dejar de considerarse la posibilidad de que —si ninguno de los candidatos pasase el examen del Senado— el Poder Ejecutivo decidiese nombrarlos por decreto. Imposible determinar a esta altura qué es lo que saldrá de ese verdadero berenjenal en el que se han metido Milei y su hermana por hacer suyo un plan torpemente urdido, a instancias del ex–presidente de la Corte Suprema.
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El otro tema que ha ganado envergadura periodística en los últimos días es la comedia de enredos que vienen protagonizando —de manera excluyente— el Pro y La Libertad Avanza o, si se prefiere, Javier Milei y Mauricio Macri. En rigor, cuánto tengan que decir uno y otro importa hoy poco o nada. Sencillamente porque para el pacto que deberán sellar en algún momento —si es que logran ponerse de acuerdo— tienen tiempo de sobra. No hay ninguna razón que los obligue a apurarse. Falta ver —por de pronto— qué pasa con las PASO cuando su futuro se trate en las sesiones extraordinarias del Congreso, que abrirán en un par de semanas. Si se confirmasen —contra los deseos del oficialismo— las internas obligatorias y simultáneas, los macristas y los mileístas tendrían hasta finales de junio para decidirse. Si aquéllas fuesen suspendidas o eliminadas, gozarían de más tiempo.
En el interín, los dos se medirán mediáticamente, se acercarán y alejarán según les convenga, siempre dejando a salvo la posibilidad de marchar juntos a las urnas en todos los distritos —como preferiría el Pro— o sólo en algunos —como desean los libertarios. Que fumen o no la pipa de la Paz dependerá básicamente de lo que trasparenten las encuestas en la provincia de Buenos Aires. En realidad, si el partido del gobierno llegase a saber que no requiere de aliados para ganarle al peronismo en el distrito bonaerense, dejaría al Pro colgado del pincel. Pero como es imposible saberlo con tanta anticipación, por ahora se histeriquean mutuamente.
Fuente Prensa Republicana