Al entrar en el piso de Francisca Gómez en El Puerto de Santa María (Cádiz) lo primero que se ve es una foto de Miguel Ángel González, uno de los dos guardias civiles asesinados en Barbate arrollados por una narcolancha el 9 de febrero de 2024. Aquella noche murió junto con David Pérez tras entrar a detener a varios traficantes que estaban fondeados en la bocana del puerto.
En el pequeño altar está vestido con el uniforme verde y el tricornio, hay una luz que nunca se apaga, varias velas y flores disecadas. «La libélula es porque dicen que cuando una se te posa es el alma de alguien querido. Se me han posado varias y, por eso, la tengo ahí», asegura esta madre en busca de justicia por la muerte de su hijo, a quien recuerda con una sonrisa llena de tristeza. — ¿Cómo era Miguel Ángel?— Era un niño muy extrovertido, divertido, simpático… Hacía amistades por donde iba. Tenía tiempo para todo el mundo: para su familia, para su hija, para sus amigos…
Empezó a jugar balonmano con seis años y no acabó nunca. Quería ser infante. No le gustaba eso estar en un barco 30 días navegando. Él hizo el curso de buzo de Infantería en Cartagena y ya se fue a Ferrol destinado, porque tenía a su niña. Quería tenerla cerca. Trabajó mucho con la Guardia Civil y le entró ese gusanillo del GEAS (Grupo Especial de Actividades Subacuáticas). Aprobó para la Guardia Civil y después se hizo GEAS. Pidió primero Algeciras, que hacía 12 años que no se cubría una plaza y después pidió Sevilla, pero le dieron Ibiza. Aunque tenía más antigüedad que otro compañero y al final recaló en Algeciras. Estaba muy ilusionado, pero solo estuvo dos meses.— Todo se truncó el 9 de febrero. — Mi hijo ya había terminado el servicio. Los compañeros se turnaban el coche para ir hasta Algeciras, para no llevar cada uno el suyo.
Ese día le tocó a mi hijo. Estaban todos ya para irse, pero se pararon a esperar órdenes. La primera llamada la recibe el sargento, que es el jefe de ellos. Ya estaban en su mente haciendo un operativo de cómo podían ellos hacer lo que tenían que hacer. El coronel le seguía dando órdenes. Al final deciden que cojan la zodiac de Algeciras y que hagan lo que puedan. El sargento le dice varias veces «mi coronel que nos van a pasar por encima, que son unas lanchas muy grandes, que van a pasar por encima». «¿Cómo van a pasar por encima si son moritos?». Esa frase se me ha quedado grabada. Le pusieron un foco para deslumbrarlos. Ellos no vieron cuando llegaba la lancha. No pudieron hacer nada. La esquivaron una vez, pero la zodiac estaba tocada. Mi hijo iba delante. Iba diciendo a sus compañeros por donde iban. Van a tierra para soltar a David, para que lo atiendan porque está herido de muerte. Cuentan que al capitán del GAR se le murió en los brazos.
Ahí el sargento se da cuenta que Miguel Ángel no está y vuelve. A mi hijo le dieron en el casco, que se le rompió. Vuelven con la zodiac con el agua por la rodilla y lo ven saliendo por la bocana del puerto flotando. Lo sacó, pero Miguel estaba muerto. — ¿Qué ocurrió entonces?— A la madre de mi nieta se lo comunican y la traen para acá. Tuvo muchísima entereza, se portó como una campeona. Yo fui la última en enterarme de toda la familia. Aquí vino a las doce menos cuarto de la noche del viernes el comandante psicólogo, el comandante de mi hijo y la mitad de los amigos de Miguel. La otra mitad se repartieron y estaban en casa del padre con mi hija. Cuando escuché el timbre, me asomé por la mirilla. Yo aquí sola no me atrevo a abrir la puerta. Ellos se dieron cuenta de que yo abrí la mirilla y escuché al amigo de mi hijo decirme «Paqui, abre, que soy yo». No me hizo falta más. Yo cuando abrí la puerta lo miré a la cara y dije: ¡mi niño no! Y me hizo que sí. Me desmayé.
EMBESTIDA
«A Miguel le dieron un golpe en el casco, que se le rompió y cayó al agua. Lo encontraron flotando, saliendo del puerto. Estaba muerto»— ¿Y ahora que ha pasado un año?— Estoy muerta en vida. Vivo para hacer justicia por mi hijo. Que se haga justicia, porque los mandaron a la muerte. Sabían que los iban a matar y los mandaron y los obligaron. Y yo ahora no tengo vida. Mi vida cambió aquel día. No me quiero levantar por las mañanas. Estoy en tratamiento psiquiátrico y psicológico.
Por la mañana vuelvo a la realidad. Son muchos días ya. Todos los días pensando que ya mi hijo no está. Que no le voy a volver a ver. La última vez que vino se sentó aquí y se tomó una cerveza con nosotros. «Paqui, ponme una tapita», me dijo. Y cuando se iba, en la puerta me dio un abrazo y un beso. Le dije: «Mike, cuídate». «Que no te preocupes, mamá», eso fue lo último que hablé con él.— Hay dos causas: Una contra los narcos por el asesinato y otra archivada contra los mandos de la Guardia Civil. ¿Cuándo habla de justicia a qué se refiere?— Una es contra los asesinos de la lancha.
Ahí pedimos justicia penal. La máxima pena. Karim (el piloto) cuando vino a Barbate declaró que él no era un asesino, que había sido sin querer. Había dado marcha atrás. Que quería pedir perdón a la familia y indemnizarnos. Le dije a mi abogado que yo no quiero ni dinero ni que me pida perdón, porque yo no puedo perdonarlo. Me ha quitado a mi hijo, me ha quitado lo más grande de mi vida. ¿Y dinero? A mí no me van a callar con dinero. Quiero que sea la máxima pena.— ¿Qué le diría si tuviera delante al hombre que mató a su hijo?— Qué le ha quitado el padre a mi nieta y a mí me ha quitado la vida. Le ha quitado a su padre el derecho a ver crecer a su hija y a mi nieta el derecho de estar con su padre, que era lo que más quería.— Uno de los tripulantes sigue fugado.
¿A ese qué le pediría?—
Que tenga valor para afrontar lo que hizo, porque ha destrozado muchas familias, que no me ha destrozado a mí sola, que tengo hermanos que están destrozados, que gracias a Dios mi madre no vive. Que tenga valor. Me he enterado que venía con los otros dos, pero se arrepintió. Se dio la vuelta. Venía con ellos, pero se volvió con el barco y se entregaron solo dos.— Pasado el tiempo, ¿qué le duele más el vídeo de la embestida o los comentarios?— Madre mía, los comentarios. Eso parecía un circo romano. La gente en el puerto jaleando a los narcos para que mataran a los guardias civiles. Lo siento, pero no puedo perdonar a esas personas.
Perdonaría por mí, por quedarme tranquila, pero no puedo. No puedo. No puedo perdonar a los que están diciendo de echarlos hasta el fondo del mar. ¿Cómo se puede ser tan mala persona? Son los que están mirando por nosotros. ¿Dónde vamos a llegar? ¿Dónde va a llegar este país? Si Pedro Sánchez no se dignó a darme el pésame ni a decir unas palabras en televisión y cuando murió un etarra le dio el pésame a la familia. Y a mí, que soy la madre de un guardia civil, no se digna a llamarme ni a decir unas palabras.Francisca Gómez atendió a ABC en el salón de su casa, donde recibió la noticia de la muerte de su hijo M. Alonso— El ministro de Interior sí le dio el pésame.— Estaba en Babia, porque era al día siguiente de la muerte de mi hijo y no estaba. Tenía la mirada fija en el féretro. Vino, me dio dos besos y se fue. A mi hija la quitaron de en medio porque la iba a liar. Es muy impulsiva. Cuando sabían que llegaba el ministro, cogieron y la quitaron de en medio.
La pusieron en otra sala hasta que se fue.— La mujer de David Pérez rechazó que el ministro le pusiera la medalla.— Estoy divorciada. Marlaska supo mucho y se fue para el padre. Fue con el padre con el que se hizo la foto poniendo la medalla en el féretro de mi hijo. Si en vez de al padre de mi hijo, me lo dice a mí, le hubiera dicho que no. Le digo que no, que él no se la ponía. Se la pone un cabo primero antes que él. No me da la gana.— Hay una causa archivada contra los mandos que dieron la orden.— Pretendemos que la cadena de mando sea la responsable de la orden que dieron. Creo que son tan culpables como la mano ejecutora del ‘moro’ que llevaba la lancha, porque dieron una orden mal dada. Los medios que llevaban los guardias civiles no eran los oportunos. Una zodiac de cinco metros, con seis guardias civiles dentro, que ya con los seis guardias civiles la lancha ni podía. Cómo se van a enfrentar a una narcolancha de 17 metros con cuatro motores. El coronel le dice al sargento ustedes cortáis los cabos de la narco que hay ahí, que no hay tripulación, y la cogéis y hacéis lo que podáis con ellos. Fíjate tú el operativo. Fue todo improvisado desde el minuto uno.
Mi hijo no tenía que haber estado allí. El coronel no sabía ni lo que hacer. Le daban órdenes de más arriba. Él decía lo que le decían. Y ahora quieren que el sargento cargue con toda la culpa, pero si se vuelve está sentado ahora en el banquillo. Llegaremos hasta el final. Vamos a seguir. SEPELIO «Cuando vieron que venía el ministro de Interior a mi hija la quitaron del medio. La iba a liar. Es muy impulsiva. La pusieron en otra sala hasta que se fue»— ¿Por qué cree que dieron la orden?Porque había medios en ese día en Cádiz y querían demostrar que la Guardia Civil está allí haciendo lo que Marlaska había dicho en Algeciras, que todo estaba controlado, que no había problemas, que las narcolanchas no estaban pasando.
Tenían que haberse movido con un helicóptero, una lancha grande y con más medios y más efectivos. No de la manera que los mandaron. Haced lo que podáis, que yo me lavo las manos. Voy a quedar bien, porque he mandado a que la Guardia Civil eche las narcolanchas de aquí. También se les dijo que iban a poner una red en la bocana del puerto para que las lanchas no se pudieran ir. Ni red, ni servicio marítimo, ni helicóptero… Los dejaron solos e indefensos. — Vive junto a una playa por la que pasan narcolanchas camino del Guardalquivir y usted, como todos, las ve. ¿Qué siente?— Impotencia. Los veo pasar y digo qué desgraciados pasando droga. Esa droga que viene para acabar en Europa.
Están matando a mucha gente. ¿Por qué no estudian los chavales de Barbate? Porque se ponen en una zona a vigilar y por eso le dan 3.000 euros. Van a la gasolinera y llenan 60 o 70 garrafas de gasoil y el de la gasolinera le importa una mierda. Y tú vas, que te has quedado tirado con tu coche con una botella de dos litros, y te hace 20.000 preguntas porque no se puede. Pero a ellos si les llenan las garrafas. ¿En qué país estamos viviendo? No tenemos seguridad.
Fuente ABC