Por Adalberto Agozino
La Propuesta de un Plan para la Negociación de un Estatuto de Autonomía para la Región del Sáhara, presentado por Rabat ante Naciones Unidas, en 2007, sigue cosechando en forma abrumadora respaldos internacionales en un contexto de creciente aislamiento de Argelia.
En una coyuntura diplomática cada vez más favorable para Marruecos y bajo una ofensiva internacional cuidadosamente diseñada por el Rey Mohammed VI, La ropuesta para la Negociación de un Plan de Autonomía para la Región del Sáhara, presentado por Rabat en 2007 ante las Naciones Unidas, gana terreno como única alternativa viable para la resolución de uno de los conflictos más antiguos y artficial del continente africano. La lista de países que han expresado su respaldo se ha convertido en un catálogo de apoyos estratégicos que refuerza, semana tras semana, la posición del Reino Magrebí.
Uno de los últimos en sumarse ha sido una nación árabe y musulana: el Sultanato de Omán. En el marco de la séptima comisión mixta entre ambos países, el ministro de Asuntos Exteriores del Sultanato, Badr Bin Hamad Al Busaidi, anunció desde Rabat que Mascate reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara y considera el plan de autonomía como “una base seria y realista” para la resolución definitiva del conflicto. No se trató de una declaración simbólica: el Sultanato anunció su voluntad de abrir consulados en Dajla y El Aaiún, alineándose con potencias regionales como Emiratos Árabes Unidos, Jordania o Comoras que ya han formalizado su presencia diplomática en las provincias del sur.
La arquitectura del Plan de Autonomía
La propuesta marroquí, registrada oficialmente ante la ONU en abril de 2007, se enmarca en una solución política negociada bajo soberanía marroquí y prevé un régimen amplio de autogobierno para la región del Sáhara marroquí. El plan propone que los saharauis administren sus propios asuntos en áreas como la economía, la cultura, el medio ambiente o el desarrollo social, mientras que el Estado marroquí mantendría el control sobre la defensa, la seguridad nacional y las relaciones exteriores.
Este modelo ha sido saludado por numerosos actores internacionales como una “solución seria, creíble y realista” —fórmula que se repite en todos los comunicados oficiales emitidos por los países aliados—. Bajo esa lógica, la resolución 2.756 del Consejo de Seguridad de la ONU (octubre de 2024) ha servido de catalizador para nuevos posicionamientos favorables a Rabat, en un contexto de aislamiento progresivo de Argelia, principal sostenedora del Frente Polisario.
Europa del Este: nuevos respaldos, nuevas dinámicas
En los últimos días, Hungría, Croacia, Moldavia y Estonia han dado un paso al frente en el tablero diplomático. En Chisináu, el ministro moldavo Mihai Popșoi calificó el plan marroquí como “la base más seria y creíble” para una solución duradera. Durante la visita oficial de su homólogo marroquí, Nasser Bourita, ambos países firmaron cinco acuerdos estratégicos que consolidan sus relaciones bilaterales.
Desde Tallin, Estonia también mostró su respaldo inequívoco. El ministro Margus Tsahkna expresó su entusiasmo por una solución basada en la propuesta de 2007 y animó a otros Estados europeos a sumarse a esta línea política.
En la misma jornada, Hungría reafirmó su compromiso con el plan, dando instrucciones a su embajador en Rabat para visitar la región del Sáhara y evaluar sobre el terreno la situación política y socioeconómica.
Las potencias occidentales: coherencia en el respaldo
España, Francia, Estados Unidos y Reino Unido figuran entre los apoyos más destacados y antiguos al plan de autonomía. En Madrid, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, reiteró que la propuesta marroquí es “la base más seria, realista y creíble” para resolver el contencioso, en plena sintonía con las prioridades expresadas por el Gobierno de Rabat y reconocidas por Naciones Unidas.
Francia, por su parte, ha calificado su posición de “intangible”. El Quai d’Orsay recordó, tras una reunión entre Bourita y el ministro francés Jean-Noël Barrot, la carta que el presidente Emmanuel Macron envió a Mohammed VI en julio de 2024, en la que se afirmaba que “el presente y el futuro del Sáhara Occidental se enmarcan en la soberanía marroquí”.
Estados Unidos, aunque con una retórica más discreta, mantiene desde 2020 su reconocimiento explícito a la soberanía marroquí sobre el Sáhara, decisión adoptada bajo la administración Trump y no revertida por el presidente Joe Biden. Fuentes diplomáticas en Nueva York aseguran que Washington “está decidido a cerrar el expediente del Sáhara Occidental” en el marco del 50º aniversario de la Marcha Verde.
Tras la reciente gira del ministro de Asuntos Exteriores, Cooperación Africana y Marroquíes Residentes en el Extranjero, Nasser Bourita, por varias capitales europeas, cuatro países europeos, a saber España y Francia reafirmaron su posición constante.
Por su parte, Eslovenia, a través de su viceprimera ministra y ministra de Asuntos Exteriores, Tanja Fajon, subrayó el viernes que aprecia la iniciativa de autonomía, presentada por Marruecos en 2007, como una buena base para una solución definitiva al diferendo regional sobre el Sáhara marroquí.
Esta posición de Eslovenia, actualmente miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, fue expresada en una conferencia de prensa tras la reunión mantenida en la capital eslovena entre Bourita y Fajon.
Latinoamérica y Centroamérica: Marruecos, socio estratégico
El Parlamento Centroamericano (PARLACEN), que agrupa a seis países —Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana— reiteró en Rabat su pleno respaldo a la integridad territorial de Marruecos. En declaraciones desde la capital marroquí, su presidente, Carlos René Hernández, enfatizó el respeto del organismo a la soberanía de los Estados y elogió los avances en infraestructura, salud y educación en las provincias del sur del Reino.
Este tipo de posicionamiento responde también a la intensa política de cooperación Sur-Sur impulsada por Rabat en la última década, donde Marruecos ha sido percibido como un puente entre África, América Latina y Europa.
Argelia, en la retaguardia
La creciente ola de reconocimientos al plan marroquí representa un revés profundo para la estrategia diplomática argelina. Argel, que durante décadas ha brindado apoyo político, financiero y militar al Frente Polisario, observa cómo varios de sus antiguos aliados se alinean progresivamente con la tesis de Rabat. El caso de Omán ha sido especialmente doloroso: pese a recientes visitas oficiales argelinas a Mascate, el Sultanato optó por apoyar sin ambigüedad la soberanía marroquí.
La diplomacia del rey Mohammed VI
Todo este entramado diplomático encuentra su arquitectura en la figura del Rey Mohammed VI. Desde su ascenso al trono, el monarca ha articulado una política exterior basada en la diversificación de alianzas, la estabilidad institucional y la defensa inquebrantable de la integridad territorial. A través de gestos simbólicos, visitas estratégicas y una diplomacia de desarrollo, ha conseguido situar el conflicto del Sáhara en el centro de las preocupaciones internacionales.
Con cada nuevo respaldo, Marruecos refuerza la percepción de que su propuesta de autonomía no sólo es una oferta de buena fe, sino un modelo exportable de resolución pacífica de conflictos territoriales en el siglo XXI. La batalla por el Sáhara se libra ya no solo en los despachos de la ONU, sino también en cada consulado que abre sus puertas en El Aaiún o Dajla.
El mapa político del Magreb se redefine lentamente, y Marruecos, con su Plan de Autonomía, parece haber convencido a una parte significativa de la comunidad internacional de que la solución al Sáhara no está en la confrontación, sino en el compromiso, el diálogo y la paz. Y ese compromiso tiene un nombre: autonomía bajo soberanía marroquí.