Por Enrique Guillermo Avogadro
“Qué fácil era destruir y qué difícil construir. ¿Cambiaría el mundo alguna vez”.
Santiago Posteguillo
Ya que la semana política y económica local nos ha concedido una tregua, hoy puedo referirme a qué sucede fuera de nuestras fronteras. El mundo registra, en este mismo momento, la batalla comercial desatada por EEUU y la mayor cantidad de conflictos armados simultáneos que nunca desde 1946, aunque la mayoría de nosotros no lo perciba. Para Occidente (claramente, no para China, que tiene una intensa actividad allí), lo que sucede en África, por ejemplo, pasa por debajo del radar del conocimiento común y, sin embargo, en ese continente se están desarrollando terribles guerras que, por falta de tecnología apropiada, cuestan millones de vidas.
Pero el miércoles el panorama cambió por completo; me refiero al acuerdo que firmaron Volodimir Zelensky y Donald Trump, que implica la cesión de la mitad del control de materiales estratégicos a los EEUU, en compensación de los enormes gastos en que éstos han incurrido y del material bélico suministrado hasta ahora y de los que hará en el futuro. A partir de ahora, Moscú deberá pensar muy bien sus siguientes movimientos, hoy que los yacimientos en cuestión se encuentran en el oriente del país – limitan con el territorio (Donbass) ocupado por el ejército ruso – y quienes sufrirían los nuevos ataques serían ahora los empresarios que invertirán mucho dinero para extraer esos raros minerales, que incluyen titanio, litio, uranio y, por supuesto, gas y petróleo.
Desde la suscripción de este nuevo tratado, pergeñado en el encuentro de ambos mandatarios en Roma durante el funeral de SS Francisco, es imaginable un proceso de paz más favorable a Kiev que el que pretendía Moscú, aunque supongo que Rusia conservará definitivamente al menos gran parte del territorio ocupado, es decir, Crimea y las zonas ruso-parlantes fronterizas, y que los EEUU –aunque no lo hayan escrito así- garantizarán la seguridad futura de Ucrania en protección a sus propios intereses; Aún se ignora si el acuerdo incluye el llamado a elecciones en este país y el desplazamiento de Zelensky, como exigió Washington en el malhadado encuentro en el Salón Oval en febrero último.
Mucho se ha discutido acerca de las razones que movieron a Vladimir Putin a invadir Ucrania, y las versiones que lo adjudican a una potencial incorporación de Ucrania a la OTAN. L
a convierten en un acto defensivo de Rusia, ya rodeada por otras naciones que se han ido incorporando a la poderosa alianza militar que surgió después de la II Guerra Mundial; de haber producido ese ingreso, el único país fronterizo que no formaría parte de ella hubiera sido Bielorusia, una nación dependiente, política y militarmente, de Moscú.
La economía rusa tiene un tamaño similar al de Italia, su población es muy pequeña (146 millones) para su inmenso territorio y se ha acostumbrado, al menos en su parte europea, a los modos de vida y de consumo que gozan sus vecinos continentales. La escasez de hombres aptos ha obligado a Putin a ordenar levas, además de solicitar soldados a Kim Il-Sung (Corea del Norte) y Xi Jinping para reforzar sus ejércitos. Las sanciones económicas que le fueron aplicadas cortaron el flujo de fondos provenientes del suministro de gas a Europa y Moscú hoy debe exportarlo a través de India y China, que lo compran con fuertes descuentos. El mayúsculo error histórico de la Unión Europea y de los EEUU fue no haber intentado atraerla hacia Occidente pues, de haberlo logrado, la actual alianza estratégica con China, su tradicional archienemigo, no existiría.
Con prescindencia de la opinión que cada uno pueda tener sobre los modos de Trump, lo cierto es que EEUU no podía seguir manteniendo esos niveles de endeudamiento y de déficit comercial y quien quisiera que llegara a la Casa Blanca hubiera debido hacer lo mismo que él. Pero podría ser tarde: el país exportaba sus problemas por vía de emisión descontrolada de dólares y bonos del Tesoro, buscados en el mundo entero como reserva de valor, pero la revelación de tan angustiantes problemas y la presión de otros grandes actores geopolíticos podría poner en riesgo el prestigio global de esos activos.
Beijing reveló que EEUU está proponiendo abrir una negociación sobre las medidas arancelarias que impuso a China. Y es que esas fuertes tarifas aduaneras están perjudicando a ambas economías, por el incremento de los precios de los productos importados (celulares, televisores, indumentaria y hasta automóviles) que consumen diariamente los norteamericanos y el total freno impuesto por el Estado a las compras de China (Boeing y las decenas de aviones que las aerolíneas habían encargado es un claro ejemplo), y por la caída en la demanda estadounidense a los complejos industriales chinos, que acumulan enormes stocks que no encuentran hoy comprador.
La longitud máxima autoimpuesta a mis notas me impide hoy referirme al Pacífico Sur, a Medio Oriente ya Irán, a Latinoamérica ya la Ruta de la Seda china, un exitoso proyecto geopolítico que combina préstamos leoninos para infraestructura con nuevos caminos para el comercio internacional y está cambiando la configuración global, pero lo haré próximamente. Cuando vuelva a escribir, un complicado Cónclave se habrá reunido y, probablemente, los católicos ya tendremos un nuevo Papa en Roma.