Washington, 9 de junio – Total News Agency-TNA-La guerra en Europa del Este sumó un nuevo capítulo estratégico con la confirmación, por parte de la Fuerza Aérea de Ucrania, del derribo de un avión de combate ruso Su-35S Flanker-E el pasado 7 de junio, en las cercanías de la región fronteriza de Kursk. El caza, considerado una de las joyas tecnológicas de la aviación militar rusa, habría sido abatido durante una operación que comienza a ser interpretada por analistas como un posible punto de inflexión en el dominio aéreo del conflicto.
La noticia fue dada a conocer a través de un escueto comunicado difundido en el canal oficial de Telegram de la Fuerza Aérea ucraniana, que calificó el derribo como un “éxito operacional”. Aunque no se especificaron los medios utilizados, fuentes en redes OSINT (inteligencia de fuentes abiertas) compartieron imágenes de los restos del caza ruso, así como registros del operativo de rescate del piloto por parte de fuerzas rusas. Hasta el momento, Moscú no ha emitido confirmación oficial del incidente.
Uno de los elementos más relevantes —y polémicos— de esta acción es la posible participación de un caza F-16 ucraniano en el derribo, lo que, de confirmarse, significaría la primera baja atribuida a este tipo de aeronave desde su reciente incorporación a la Fuerza Aérea de Ucrania. Diversas fuentes no oficiales sostienen que el Su-35 fue alcanzado por un misil aire-aire AMRAAM, guiado por datos de un radar aerotransportado Swedish Saab 340 AEW\&C, provisto a Kiev como parte del paquete de apoyo occidental. Sin embargo, esta versión aún no ha sido ratificada por las autoridades ucranianas ni por sus aliados internacionales.
Lo cierto es que, más allá de los detalles técnicos aún no confirmados, el derribo del Su-35 representa un revés significativo para la aviación militar rusa. Este caza es uno de los más avanzados del Kremlin, con capacidad para combate aire-aire y aire-tierra, y equipado con sistemas de guerra electrónica que, hasta ahora, le habían conferido una ventaja sustancial en escenarios de confrontación directa.
La clave de esta operación habría sido el uso combinado de plataformas modernas de detección y combate: un sistema de alerta temprana sueco (AWACS), el misil de largo alcance AMRAAM y, potencialmente, un caza F-16. Esta integración tecnológica permitió que la aeronave ucraniana detectara y atacara al Su-35 antes de que este pudiera identificar la amenaza. “El caza ruso fue, literalmente, cegado en un campo de batalla donde la información lo es todo”, explicó un analista de defensa europeo.
El evento podría marcar un cambio en la dinámica de poder aéreo en la región. Hasta ahora, Rusia había logrado sostener su superioridad en varias zonas del frente mediante el uso de cazas de cuarta generación avanzada como el Su-35, combinados con sistemas antiaéreos S-400. Pero la irrupción de equipamiento occidental avanzado en manos ucranianas parece estar equilibrando la balanza.
De continuar esta tendencia, Ucrania no solo estaría limitando la libertad de acción aérea rusa, sino que también podría comenzar a proyectar disuasión desde sus cielos, alterando profundamente la arquitectura estratégica del conflicto.
El derribo del Su-35S no es simplemente una victoria táctica. Es una señal contundente de que la hegemonía aérea de Moscú ya no es incuestionable. Para Kiev y sus aliados, representa un hito en su transición hacia una defensa aérea moderna, integrada y proactiva. Para el Kremlin, es una llamada de atención sobre la vulnerabilidad creciente de sus activos más preciados en un escenario donde la tecnología y la información definen cada combate.