Washington, 10 de junio de 2025 – Total News Agency-TNA–La oleada de protestas desatada en Los Ángeles en rechazo a los operativos de deportación masiva impulsados por el gobierno de Donald Trump se propagó rápidamente por otros puntos clave del país, dando lugar a una escalada de enfrentamientos, operativos policiales y un clima social cada vez más crispado. Frente a esta expansión del descontento, la Casa Blanca advirtió que las manifestaciones no lograrán frenar su política migratoria y reforzó su apuesta por una respuesta firme.
“Este es un mensaje claro para los radicales de izquierda que intentan frenar nuestros operativos: no van a tener éxito”, sentenció la portavoz presidencial Karoline Leavitt en una conferencia de prensa, en la que ratificó el respaldo del Ejecutivo a las acciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), organismo encargado de ejecutar las redadas.
El epicentro de las movilizaciones fue Los Ángeles, ciudad de fuerte presencia latina, donde desde el pasado viernes miles de manifestantes salieron a las calles con la bandera mexicana como símbolo de resistencia cultural frente a lo que consideran una avanzada xenófoba. Las protestas derivaron en disturbios, vehículos incendiados y enfrentamientos con la policía. En respuesta, Trump desplegó 4.000 efectivos de la Guardia Nacional y 700 marines, decisión que fue duramente cuestionada por el gobernador de California, Gavin Newsom, y por la alcaldesa angelina Karen Bass, quienes calificaron la medida como “desproporcionada y provocadora”.
La tensión escaló aún más cuando Trump insinuó la posibilidad de invocar la Ley de Insurrección, herramienta legal que le permitiría movilizar al Ejército en territorio nacional. En paralelo, las autoridades locales impusieron un toque de queda en el centro de Los Ángeles, al considerar que la situación está fuera de control y que el discurso presidencial ha contribuido a “incendiar el conflicto”.
Pero el malestar no se limitó a California. Las protestas se replicaron en Nueva York, donde manifestantes se concentraron frente a la sede del ICE, en Chicago, Filadelfia, Atlanta, Denver, Las Vegas, Boston y Washington, donde la cercanía con el poder político le añadió tensión al escenario. En varias de estas ciudades, las manifestaciones derivaron en actos de violencia, lo que derivó en múltiples detenciones.
En Texas, estado gobernado por el republicano Greg Abbott, también se registraron protestas, especialmente en San Antonio, Houston, Dallas y Austin. A diferencia de California, en este caso la presencia de la Guardia Nacional contó con el aval del mandatario estatal. “Protestar pacíficamente es un derecho. Pero si alguien daña a una persona o a la propiedad, será arrestado”, escribió Abbott en su cuenta de la red X, al justificar el despliegue.
En medio de este clima convulsionado, el presidente Trump prepara para el próximo sábado un desfile militar en Washington en conmemoración de los 250 años del Ejército estadounidense, evento que coincidirá con su cumpleaños número 79. Desde la Casa Blanca ya dejaron en claro que no tolerarán movilizaciones ese día. “Quien proteste se enfrentará a una fuerza muy grande”, advirtió el mandatario.
La oposición, diversas organizaciones de derechos civiles y líderes locales denuncian que la militarización de las calles solo profundiza la grieta social y desvirtúa el espíritu democrático. La bandera mexicana, convertida en un emblema de las marchas, fue reivindicada por los manifestantes como símbolo de la diversidad que define a Estados Unidos. En cambio, desde el oficialismo se la interpreta como una expresión de la “invasión migratoria” que, aseguran, justifica su política de expulsiones.
Con el calendario electoral marcando el pulso del país y un escenario político polarizado, la crisis migratoria vuelve al centro de la escena, empujando a Estados Unidos a una nueva etapa de confrontación interna que se extiende más allá de las fronteras de la ley.
TNA