Kiev, 12 de junio de 2025 – Total News Agency-TNA-El frente oriental del conflicto en Ucrania ha dado paso a una nueva y brutal táctica por parte del ejército ruso: ataques masivos sobre motocicletas, en una estrategia desesperada que busca sortear el dominio ucraniano del espacio aéreo a través de drones de ataque. Las imágenes difundidas recientemente remiten más a una escena de Mad Max que a un teatro de operaciones convencional, evidenciando una guerra que se reinventa constantemente.
Según diversas fuentes en el terreno y canales de Telegram vinculados a combatientes, una cuarta parte de las tropas rusas desplegadas en ofensivas terrestres lo hace actualmente sobre dos ruedas. Estos escuadrones motorizados se lanzan en oleadas contra las líneas ucranianas, con el objetivo de avanzar algunos metros en terreno hostil antes de ser detectados y neutralizados por drones FPV, que alcanzan velocidades superiores a los 180 km/h.
La lógica detrás de esta maniobra es brutalmente simple: los tanques han devenido en blancos fáciles y costosos, y la infantería a pie avanza con demasiada lentitud. Las motocicletas, en cambio, ofrecen velocidad y cierta capacidad de evasión, aunque a costa de protección. A pesar de esa movilidad, la tasa de bajas es alarmante: entre el 80 y el 90 por ciento de los motociclistas no sobreviven al ataque, lo que ha llevado incluso a la circulación de manuales de supervivencia entre soldados rusos.
Una de estas guías, compartida en el canal ruso Rambo School, señala con crudeza: “Tu moto es velocidad, no armadura. Un error es la muerte”. Las recomendaciones incluyen evitar trayectos rectos, zigzaguear constantemente, separarse del grupo si se detecta un dron, y no frenar bajo ninguna circunstancia.
Los objetivos de estas operaciones no son estratégicos en el largo plazo, sino meramente tácticos: erosionar las defensas enemigas, generar confusión y abrir pequeños corredores en las líneas ucranianas. No obstante, su impacto real ha sido limitado, y las consecuencias humanas, devastadoras. A diferencia de los estándares occidentales, que probablemente impedirían misiones con tan alto índice de letalidad, Moscú parece asumir el sacrificio como parte de su lógica de guerra por desgaste.
En paralelo, Ucrania continúa adaptando su respuesta. Con una producción de drones que ha superado los 4,5 millones en 2025 y operadores cada vez más capacitados, ya se especula con el desarrollo de modelos específicamente diseñados para interceptar a motociclistas en movimiento, lo que podría generar una nueva vuelta de tuerca en esta espiral tecnológica.
El conflicto, en definitiva, se ha convertido en un laboratorio extremo de innovación bélica, donde las reglas tradicionales han sido reemplazadas por una dinámica feroz de prueba, error y adaptación constante. Como describen algunos analistas, la guerra en Ucrania se ha transformado en un experimento mortal de evolución militar, donde la única consigna clara parece ser: correr o morir.
TNA