Buenos Aires, 28 de junio de 2025 – Total News Agency-TNA-El reciente ataque de Estados Unidos contra las instalaciones nucleares de Irán, ejecutado por los ultra sofisticados bombarderos furtivos B-2 Spirit, puso nuevamente en evidencia la asombrosa coincidencia entre la ingeniería de vanguardia y el diseño de la naturaleza. En particular, la similitud entre esta aeronave y el halcón peregrino argentino —el ave más veloz del mundo— ha reavivado un análisis científico y técnico que no deja de asombrar.
Aunque no existen pruebas que indiquen que los ingenieros estadounidenses se inspiraron directamente en el halcón al diseñar el B-2, especialistas en aeronáutica y ornitología coinciden en que las coincidencias aerodinámicas son demasiado llamativas como para ignorarlas. Desde esta comparación casi risueña, bien podría decirse que Argentina cuenta con su propio B-2, aunque emplumado y de un kilo de peso.

Ambos —el B-2 y el Falco peregrinus, presente en todo el territorio nacional— comparten atributos fundamentales: perfil ultra aerodinámico, diseño compacto, fuselaje integrado sin elementos sobresalientes, capacidad para recorrer grandes distancias y resistencia al flujo de aire a velocidades extremas.
“El B-2 es esencialmente un ala voladora continua, sin fuselaje ni cola. El cuerpo del halcón peregrino, cuando entra en picada, también se convierte en una sola unidad, optimizada para reducir al máximo la resistencia del aire”, explicó el ornitólogo argentino Manuel Encabo, de la Fundación Caburé-í e informó La Nación. Esta estrategia le permite al ave alcanzar velocidades en picada superiores a los 380 km/h, lo que la convierte en el ser vivo más veloz del planeta.

Geoffrey Spedding, profesor de ingeniería aeroespacial de la University of Southern California, añadió que la forma del cuerpo del halcón y del B-2 responde a principios físicos similares: “La forma óptima para reducir la resistencia aerodinámica es prácticamente la misma a velocidades medias y altas, independientemente de la escala”.
Más allá del diseño, también hay similitudes en los materiales y estructuras. Mientras el B-2 está construido en fibra de carbono y fibra de vidrio —combinación que brinda ligereza y resistencia—, los huesos del halcón son porosos y livianos, adaptados para soportar presiones extremas sin deformarse. “En particular, el sistema esquelético del halcón está fusionado en ciertas zonas críticas para mantener rigidez y evitar colapsos estructurales en vuelo”, agregó Encabo.
Otra coincidencia sorprendente es la capacidad respiratoria del ave a altísimas velocidades. ¿Cómo puede un halcón soportar semejante presión de aire en la cara y seguir respirando? “Tiene unos huesos especiales llamados tubérculos al costado del pico, que regulan el ingreso de aire a las fosas nasales. Es un diseño que recuerda a los conos de entrada de aire en las turbinas de los aviones, llamados spinners”, explicó el especialista.

El B-2, por su parte, también incorpora tecnología que optimiza la captación de aire para sus motores sin comprometer su silueta indetectable al radar. A esto se suma otra coincidencia funcional: la autonomía de vuelo. El halcón peregrino puede migrar desde Canadá hasta la Argentina en menos de un mes, reabasteciéndose con presas a lo largo del camino. El B-2 tiene una autonomía superior a los 11.000 km, y fue clave en el ataque aéreo de larga distancia contra Fordo, en Irán, realizado con bombas GBU-57 y completado con reabastecimiento en vuelo.
En los últimos años, el concepto de biomímesis —la imitación de modelos naturales para resolver problemas humanos— ha ganado terreno en la ingeniería. Desde el velcro, inspirado en el abrojo, hasta turbinas eólicas con forma de aletas de ballena jorobada, el estudio de la naturaleza está aportando soluciones innovadoras. El caso del halcón peregrino y el B-2 es una muestra más de esta fascinante convergencia.
Así, mientras Estados Unidos recurre a sus sigilosos B-2 en operaciones militares estratégicas, Argentina sigue albergando en sus cielos a sus propios “bombarderos furtivos” naturales, que surcan el aire a velocidades vertiginosas y representan una de las maravillas evolutivas más impresionantes del reino animal. Un símbolo silencioso de poder aerodinámico que, con una mirada risueña, bien podría considerarse nuestra versión biológica del B-2.