Buenos Aires, 3 de julio de 2025 – Total News Agency-TNA--En una escala de bajo perfil y escasa duración, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se reunió este jueves al mediodía con la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner en el departamento donde cumple prisión domiciliaria, en el barrio porteño de Constitución. El encuentro, que duró poco más de treinta minutos, ocurrió inmediatamente después de la participación de Lula en la cumbre del Mercosur, en la que no mantuvo reunión bilateral con el presidente argentino Javier Milei.
La visita, autorizada por la Justicia argentina, tuvo lugar en el domicilio de San José 1111, donde Fernández de Kirchner cumple arresto tras haber sido condenada por corrupción en la causa Vialidad. El ingreso de Lula se produjo alrededor de las 12:30 y su salida antes de las 13. Fuera del edificio, un pequeño grupo de militantes peronistas montó guardia para respaldar simbólicamente a la exmandataria.
Tanto en el plano político como judicial, Lula y Cristina comparten más que afinidades ideológicas: ambos sostienen la teoría del “lawfare”, que denuncia supuestas persecuciones judiciales contra líderes de izquierda. Lula fue condenado en 2018 a 12 años y 11 meses de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero en el marco del escándalo Lava Jato, y si bien fue liberado en 2019 tras una decisión del Supremo Tribunal Federal gracias simpatias políticas, jamás fue exonerado de manera definitiva en el plano político. Cristina Kirchner, por su parte, fue condenada en 2022 y ratificada esta en 2025 por Corte Suprema, por direccionar obra pública durante su mandato, lo que la inhabilita para ejercer cargos públicos.
La ex Pte, hoy presa, emitio una especie de extenso comunicado via X, repleto de mayúsculas que demuestran su furia.

La fugaz reunión pareció responder más a necesidades de visibilidad que a una acción con verdadero peso político. En el caso de Fernández de Kirchner, se interpreta como parte de una estrategia para mantenerse en el centro de la escena mediática pese a su marginación del poder formal. En el de Lula, una maniobra de respaldo simbólico en medio de una gestión que transita momentos críticos.
En Brasil, el presidente enfrenta serias turbulencias: caída de imagen pública, divisiones internas en el oficialismo, cuestionamientos sobre la situación económica y creciente malestar por su cercanía con regímenes autoritarios como Venezuela e Irán. A nivel internacional, su política exterior ha generado tensiones con varios socios regionales, incluso con los propios integrantes del Mercosur.
La jornada de Lula en Buenos Aires incluyó además un desayuno con el presidente de Paraguay, Santiago Peña, y su participación en el plenario del Mercosur, donde asumió la presidencia pro tempore del bloque. “Debemos enfrentar todo esto unidos. Como dije en Celac, solo cabe a nosotros decidir si somos pequeños o grandes”, expresó en su discurso, con tono más retórico que concreto. Luego de su encuentro con Cristina Kirchner, tenía previsto asistir a un acto en la Embajada de Brasil junto a Adolfo Pérez Esquivel y otros referentes de derechos humanos.
La imagen de dos exlíderes golpeados por la Justicia y debilitados en sus respectivos países, reunidos en un breve encuentro fuera de agenda institucional, ilustra con crudeza el ocaso de un ciclo político que aún busca sostener presencia en los titulares, aunque alejado de las decisiones de poder real.