Buenos Aires, 27 de julio de 2025 – Total News Agency-TNA-Con un giro discursivo que sorprendió incluso dentro de las filas oficialistas, Karina Milei profundizó la interna del oficialismo con una sentencia que resuena en la historia del peronismo: “La lealtad no es una opción, es una condición”. La frase, atribuida a Eva Perón y celebrada en los ámbitos peronistas, sirvió para justificar la marginación de los denominados “libertarios puros” en el armado de listas electorales provinciales.
El sector afectado, vinculado a las “fuerzas del cielo”, había adquirido visibilidad durante la campaña electoral a través de su activa presencia en redes sociales. Referenciados en figuras como Santiago Caputo y su colaborador mediático conocido como “el Gordo Dan”, estos militantes digitales quedaron excluidos de las candidaturas por decisión directa de la secretaria general de la Presidencia.
De acuerdo con fuentes internas, Karina Milei considera que ese grupo perdió relevancia y utilidad política en el ejercicio del poder. “Lo que sirve en campaña no siempre sirve en el gobierno”, explicó un funcionario cercano a la hermana del presidente. La exclusión fue acompañada por una reconfiguración de la estructura política interna, en la que cobraron mayor protagonismo asesores vinculados al apellido Menem y cuadros de raíz peronista.
La frase con la que Karina despachó a los desplazados remite directamente al núcleo de valores del justicialismo histórico. En su formulación, “la lealtad al líder” no es una virtud optativa, sino un requisito innegociable para conservar espacio en el esquema de poder. “Acá se viene a defender con uñas y dientes al presidente”, remarcó en reuniones privadas, según trascendió.
Este viraje discursivo y práctico ha generado incomodidad entre los sectores más ortodoxos del liberalismo. Observadores internos advierten que el actual gobierno se encamina a una síntesis entre un discurso de libre mercado y prácticas de organización política típicamente peronistas, como el culto al liderazgo, la centralización del poder y la distribución de cargos en función de la lealtad más que de la eficiencia.
Los analistas señalan que este fenómeno replica en parte los años de gobierno de Carlos Menem, en los que se combinó una agenda de privatizaciones con estructuras de poder marcadas por el clientelismo y el uso discrecional de los recursos del Estado. Hoy, las internas entre sectores del oficialismo no solo implican diferencias ideológicas, sino también disputas por el control de áreas sensibles y del financiamiento estatal.
En ese marco, el oficialismo dejó sin efecto el proyecto “Ficha Limpia”, una iniciativa que buscaba impedir que personas condenadas por corrupción accedieran a cargos públicos. La medida fue interpretada por la oposición y sectores de la sociedad civil como una señal preocupante respecto del compromiso gubernamental con la transparencia.
La consolidación de Karina Milei como figura central en el esquema de poder quedó nuevamente en evidencia, desplazando no solo a sectores internos sino también cualquier atisbo de divergencia. El nuevo orden exige adhesión absoluta y sella, según diversas fuentes, el predominio de un modelo híbrido que fusiona retórica liberal con prácticas de raigambre peronista.
Mientras tanto, el núcleo decisorio del gobierno continúa reducido al presidente Javier Milei, su hermana Karina y un puñado de asesores de confianza. Según analistas políticos, este esquema presenta contradicciones profundas con el ideario liberal tradicional, que promueve la autonomía individual, la descentralización del poder y la primacía de las instituciones por sobre los liderazgos carismáticos.
A medida que el kirchnerismo se repliega, debilitado y en retirada, la principal tensión en la escena política nacional parece desplazarse al interior del propio oficialismo, donde el experimento peronista-liberal sigue en marcha con rumbo incierto.