Brasilia, 2 de agosto de 2025 – Total News Agency – TNA –El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expresó este viernes su disposición a dialogar con su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, para abordar la crisis desatada por la imposición de aranceles del 50% a las exportaciones de Brasil, en un gesto que marca un posible deshielo en las relaciones bilaterales. “Lula puede llamarme cuando quiera. Vamos a ver qué pasa, yo amo al pueblo de Brasil”, declaró Trump a periodistas en la Casa Blanca, según reportes de prensa. Esta apertura llega tras semanas de tensiones, luego de que Washington vinculara los aranceles a lo que Trump considera una “caza de brujas” contra el expresidente Jair Bolsonaro, acusado de liderar un intento de golpe de Estado en 2023.
Lula respondió horas después a través de la red social X, reafirmando la voluntad de negociación de Brasil, pero sin ceder en su defensa de la soberanía nacional. “Siempre hemos estado abiertos al diálogo. Actualmente trabajamos para proteger nuestra economía y para responder a las medidas arancelarias del Gobierno estadounidense”, señaló el mandatario. El entorno de Lula prepara ahora una posible llamada telefónica entre ambos líderes, quienes nunca han mantenido un contacto directo. Fuentes cercanas al gobierno brasileño indicaron que la conversación se organizará con cautela para evitar cualquier gesto que pueda ser interpretado como una humillación pública, una práctica que Trump ha utilizado con otros líderes en el pasado.
El arancel del 50%, anunciado a principios de julio y oficializado esta semana con casi 700 excepciones, busca presionar a Brasil en el contexto del juicio contra Bolsonaro, que enfrenta cargos por cinco delitos, incluyendo intento de golpe de Estado y pertenencia a una organización criminal armada, con una posible condena de hasta 43 años de prisión. La sentencia se espera para septiembre. Trump reiteró que la medida arancelaria responde a motivos políticos, afirmando que “las personas que están liderando Brasil hicieron la cosa incorrecta”. Además, Estados Unidos intensificó su ofensiva al sancionar al juez del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes, quien lidera el proceso contra Bolsonaro, aplicándole la Ley Magnitsky, reservada para violadores de derechos humanos. Esta sanción, que incluye un bloqueo económico en territorio estadounidense y la revocación de su visado, ha sido calificada como simbólica, dado que Moraes no posee activos en Estados Unidos ni suele viajar allí.
En un discurso durante la apertura del ciclo judicial, Moraes defendió la independencia del STF y aseguró que el juicio a Bolsonaro seguirá su curso sin alteraciones, a pesar de las presiones externas. “Esta Corte no se curvará ante amenazas cobardes e infructíferas”, afirmó, al tiempo que criticó a “pseudopatriotas” que, desde el extranjero, intentan chantajear a las instituciones brasileñas. Sin mencionarlo directamente, se refirió al diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente, quien desde marzo reside en Estados Unidos y ha sido señalado como el principal impulsor de las medidas de Trump contra Brasil. Eduardo Bolsonaro enfrenta investigaciones por presunta coacción y obstrucción a la justicia, lo que podría costarle su escaño y derivar en su arresto si regresa al país.
El gobierno brasileño, por su parte, calificó las sanciones contra Moraes como un “intolerable ataque” a la soberanía nacional. Lula expresó su solidaridad con el juez y otros magistrados del STF en una cena reciente, ofreciendo el apoyo de la Abogacía General del Estado para eventuales recursos legales en Estados Unidos, aunque Moraes optó por ignorar las sanciones y continuar con su labor.
La crisis ha tenido un impacto inesperado en la política interna de Brasil. Según una encuesta reciente de Datafolha, el 55% de los brasileños respalda las medidas cautelares impuestas a Bolsonaro, como el uso de una tobillera electrónica, ante el riesgo de fuga. La popularidad de Lula, que había enfrentado una crisis en meses recientes, ha experimentado un repunte gracias a su postura firme en defensa de la soberanía y su manejo prudente de la situación con Washington. En contraste, Eduardo Bolsonaro es percibido por amplios sectores de la derecha brasileña como un “cadáver político” debido a su rol en la escalada del conflicto, que amenaza con dañar la economía nacional.