Por Enrique Guillermo Avogadro
“Los países pobres lo son porque quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza.
No lo hacen bien, no porque se equivoquen o por su ignorancia, sino a propósito”.
Daron Acemoglu y James A. Robinson
Como bien sabemos, la semana estuvo marcada por las tentativas de la oposición en insistir, en Diputados, en la sanción de leyes – en especial, el demagógico aumento de jubilaciones y pensiones – que fueron vetadas por el Presidente. Pese a que triunfaron en el tema de la discapacidad, no pudieron lograr algo similar en lo que al aumento en las prestaciones sociales – jubilaciones y pensiones – se refiere. Nadie puede discutir la necesidad de llegar a un momento en que quienes, después de aportar por treinta años al sistema previsional, perciban un emolumento que les permita vivir con dignidad y llegar con cierta comodidad a fin de mes.
Pero que sean precisamente quienes saquearon las cajas y expropiaron a las AFJP, destinando los fondos a atender los despilfarros del Estado quienes impulsaron la iniciativa sin explicar de dónde saldrían los recursos necesarios para financiar ese aumento sin poner en riesgo el superávit fiscal, no puede más que definirse como flagrante hipocresía; basta recordar, al respecto, que cuando era Presidente Cristina Fernández, vetó la aplicación del 82% móvil, aduciendo que implicaba la quiebra del Estado. En el Senado fue peor aún el caradurismo explícito porque, mientras derogaban cinco decretos firmados por Javier Milei, en uso de las facultades delegadas, que reducían la hipertrófica burocracia gubernamental, se auto-aumentaban los sueldos hasta superar los diez millones de pesos mensuales. Lo dejó claro, involuntariamente, la Senadora Anabel Fernández Sagasti, cuando sostuvo la posición de “Unión por la Plata” (sic) kirchnerista.
Claro que gran parte de la responsabilidad de los fuertes cachetazos que recibió en el H° Aguantadero corresponde atribuirlo al propio Gobierno que, en ocasión de los cierres de las listas para las elecciones legislativas de octubre, dejó tantos heridos innecesarios, es decir, impericia política pura, acentuada por la escasez de cuadros propios de la que adolece en todos los niveles y que le impide cubrir tantas candidaturas con alguna racionalidad. Le corresponde, asimismo, cargar con la factura derivada de la guerra interna que se libra dentro del universo de La Libertad Avanza, con los habituales “carpetazos”, propios y ajenos.
No tengo dudas de que este tipo de cosas seguirá ocurriendo al menos hasta octubre porque la desesperación del kirchnerismo ante una derrota – ellos mismos la dan por altamente probable – en la Provincia de Buenos Aires se vincula directamente con el horizonte carcelario que aterra a sus líderes más notorios.
En ese sentido, no resulta menor la tan sospechosamente oportuna – tanto como la antes desconocida hiperactividad del Juez Sebastián Casanello y del Fiscal Franco Picardi – tormenta generada alrededor de los presuntos audios de Diego Spagnuolo, ya ex Director de la Agencia Nacional de Discapacidad, de los cuales surgiría una trama de corrupción que afectaría a Eduardo “Lule” y Martín Menem y, sobre todo, a “La Jefe”, Karina Milei. Mientras cierro esta nota, no he oído explicación alguna del echado funcionario ni de la Casa Rosada, aunque ya ha habido decenas de allanamientos que buscan determinar si se trata, o no, de un episodio similar al que dio origen a la causa “Cuadernos” que, a partir del 6 de noviembre, comenzará a ventilarse en juicio oral, con Cristina sentada en el banquillo, rodeada de centenares de cómplices y empresarios “expertos en mercados regulados”.
Quienes confiamos en Milei para sacar a nuestro país de la sima a la que nos arrojó el kirchnerismo, lo hicimos porque creímos en la libertad que proponía y en el combate contra la siniestra casta que emprendería. Pero, si las denuncias de irregularidades y coimas que comprometerían a la hermana del Presidente se comprobaran, la reciente esperanza de los argentinos, esos que aún en medio de este ajuste tan doloroso lo seguimos apoyando y – estoy convencido – lo llevarán a la victoria en octubre, se transformarán de inmediato en una nueva y dramática frustración. Y habríamos reencontrado el camino de decadencia infinita que inauguramos en 1946; que ese año sea, precisamente, el de mi nacimiento permite entender la angustia que siento. Conservo grandes esperanzas de así no sea.
En otras latitudes, disgustos similares deberían estar afectando – si su extraña personalidad lo permitiera – a Donald Trump ante la actitud de su presunto amigo Vladimir Putin, a quien recibió, en condiciones francamente humillantes para los Estados Unidos, en Anchorage la semana anterior. Nadie suponía que lo allí conversado saldría a la luz, pero los gigantescos ataques de Rusia a Ucrania de estos últimos días no hacen más que confirmar que quien reina en Moscú no tiene intención alguna de dejar de avanzar – y en el camino masacrar a la población civil – sobre Kiev y lograr la anexión de gran parte del territorio de la nación invadida, la remoción de Volodimir Zelensky y la entronización de un gobierno títere que olvide cualquier aspiración de incorporarse a la Unión Europea, ni qué decir a la OTAN.
Tampoco su otro amigo – y de Milei – Benjamin Netanyahu le da alegrías; no sólo no detiene el avance de sus tropas en la Franja de Gaza, con el consiguiente incremento del sufrimiento de la población civil, sino que implanta colonias israelíes en Cisjordania. Con ello, amén de dar razones a Hamas para no rendir sus armas ni liberar a los rehenes del 7 de octubre de 2023 que aún conservan la vida en medio de torturas, garantiza su propia permanencia en el poder, ya que ningún país cambia de gobierno en medio de un conflicto armado, y debe tener bien presente lo sucedido con Winston Churchill tan pronto terminó la II Guerra Mundial.
Otro escenario que se va enrareciendo por días es Venezuela, ante el despliegue aéreo y marítimo que está realizando Washington frente a sus costas con el argumento de controlar el narcotráfico que asola a la población estadounidense. El sanguinario tirano Nicolás Maduro, que tanto ha intervenido en otros países de la región – recordemos, por ejemplo, las muchas valijas de dólares Wilson para solventar campañas electorales en todo el subcontinente – hoy se rasga las vestiduras porque los “gringos” han puesto precio a su cabeza y calificado a sus “Tren de Aragua” y “Cártel de los Soles” como organizaciones terroristas.
En cambio, un gran suspiro de alivio recorre gran parte de Sudamérica desde el domingo pasado, cuando el primer turno electoral de Bolivia, donde todas las encuestas se equivocaron una vez más, confirmó que Evo Morales – y todo lo que ello implica – no volverá al poder, aunque sectores del MAS apoyen a Rodrigo Paz Pereyra para triunfar en el ballotage de octubre.