
Griselda Petri es la hermana del actual ministro de Defensa de la Nación, Luis Petri. Además, es vicepresidenta de la UCR Mendoza y lidera la Fundación Mendocinos por el Futuro, que apoya la postulación del funcionario a gobernador de Mendoza. Pertenece a una familia tradicional de abogados en el Este mendocino y para octubre ya es candidata a diputada provincial del radicalismo por el Segundo Distrito. Sin tanto pasado político, está entrando de lleno a la vida y al protagonismo partidarios. No abandona su vida particular, aunque -con hijos más crecidoos- dispone de más tiempo para militar y candidatearse. Habla de su hermano con orgullo y brillo en sus ojos. Y explica a Mendoza Today cómo vive este presente, aunque sea electoralmente coyuntural, de pertenecer a dos partidos diferentes.
-Sos la menos política de los Petri.
-Mi familia siempre estuvo vinculada a la militancia política. Mi papá nos inculcó esa pasión por trabajar en lo público. Recuerdo que en 1985, cuando yo iba a quinto grado, hubo elecciones de medio término y él nos llevaba los fines de semana a repartir boletas. Armar campañas, militar, fiscalizar en las escuelas… todo eso se vivía intensamente en casa. Tengo recuerdos muy lindos, porque era una actividad compartida entre nosotros, nuestros amigos y los amigos de mis padres. Fueron momentos que atesoro.
-Aunque todavía ni imaginabas tener un hermano ministro de la Nación y candidato a Gobernador de la Provincia.
-¡No! Es que no necesariamente estábamos ligados a cargos públicos. Mis padres ejercían su profesión de manera independiente; ambos eran abogados y tenían su estudio. Pero a mi papá le apasionaba la política. En cada elección trabajábamos para apoyar al candidato de la línea interna a la que él pertenecía, que en ese momento era Causa Nacional.
-La línea de Pepe Genoud, que era la más “consevadora” -por así decirlo- del radicalismo posdictadura.
-Exactamente. Milité activamente hasta los 18 años, cuando ingresé a la universidad. Ahí me dediqué a estudiar y dejé la política de lado. Me recibí de contadora, me casé, fui mamá de tres nenas, y entre mi profesión y mi rol como madre. El tiempo se me fue por completo. Pero mis hermanos siguieron militando, incluso en la universidad. Estudiaron en la Universidad del Litoral, en Santa Fe, y cada vez que venían a Mendoza seguían activos en la Juventud (radical). Nunca se desvincularon.
-¿Ahora Luis te enseña, te da consejos?
-Cuando Luis se recibió, trabajó un tiempo en el estudio de mi papá y luego fue designado secretario legislativo. Así empezó su carrera política, paso a paso. Pero nunca me imaginé todo lo que vino después. Nos conocemos de memoria. A veces no hace falta hablar mucho: ya sé cómo piensa, cuál es su criterio, y en función de eso nos manejamos. Hacemos un muy buen equipo. Tengo mucho por aprender, y lo que he aprendido hasta ahora ha sido de la mano de él y de mi papá, que es un gran militante.
-¿Cómo se decidió tu postulación?
-Jamás pensé que iba a involucrarme en política. Siempre la viví desde un rol secundario, acompañando. Pero en 2021, cuando Luis dejó su banca y decidió pelear por la gobernación en 2023, le dije: “Contá conmigo, te apoyo en lo que necesites”. Así empecé a involucrarme, primero desde lo técnico, que es lo mío.
-¿Cómo ayuda una contadora en la política?
-En la campaña trabajé mucho con los números, en las rendiciones ante la Justicia electoral. Mi rol fue meramente técnico. También colaboré en la organización de eventos de la Fundación, cuando se traían personalidades destacadas. Me encargaba del armado y la logística.
-Esa fue la base. Y después vino la tentación…
-Después, la vorágine te va involucrando cada vez más, sin querer. Y la verdad es que me encantó. Me gustó muchísimo. Fue como revivir aquello de los 18 años, pero adaptado a estos nuevos tiempos y formas de hacer política, con herramientas digitales y redes sociales. Antes salíamos a pintar carteles o colgar pasacalles; ahora la publicidad se maneja de otra manera.
-¿Qué balance hacés de esa militancia? Parce que ahora con Luis vas más rápido.
-Me ha gustado mucho, especialmente el trabajo con equipos. Creo que es una fortaleza que tengo, y esta experiencia me ha permitido potenciarla y seguir aprendiendo. Una está en constante aprendizaje.

-El radicalismo se ha mosrado algo “verticalista” en los últimos tiemos y los legisladores tienen mala imagen. Además, la ciudadanía dice que ganan mucho y trabajan poco. ¿Qué chances ahí allí de mejorar, de cambiar algo?
-Creo que la tarea legislativa ha sido muy denostada, pero también influye la actitud de algunos legisladores que no han estado a la altura del cargo. El desafío para quienes ingresamos a la política —en este caso, a la Legislatura provincial— es elevar la vara. Hay legisladores muy buenos actualmente, de distintos signos políticos. La idea es colaborar y generar sinergias para mejorar el nivel institucional.
-La UCR viene gobernando la provincia desde hace 10 años. Y querrá ganar en octubre en 2027. ¿Dónde queda la “saludable alternancia”?
-Creo que sí es cierto que cuando las personas permanecen mucho tiempo en el poder, pueden generarse desequilibrios en el funcionamiento republicano.
-¿Y como encaja esa idea dentro del “si-alfredismo” (nelologismo, por el gobernador Alfredo Cornejo) que parece imperar hoy en la UCR provincial?
-Creo que el radicalismo en Mendoza ha sido un modelo exitoso desde 2015, con Cambia Mendoza. Pero como todo modelo, llega un momento en que se agota y necesita recambios. No porque lo anterior haya sido malo, sino porque somos una sociedad en constante evolución. Aspiramos a cosas nuevas, y eso es sano. La alternancia y el recambio institucional, sin lugar a dudas, son necesarios y beneficiosos para la democracia.
-Hoy, ante las polémicas y denuncias a Karina Milei y otros casos más o menos recientes de la historia argentina, ¿no le temés al “estigma de las hermanas”?
-Nosotros siempre hemos sido muy estrictos en ese sentido. Luis lleva muchos años trabajando como legislador y ahora como ministro de Defensa. Yo nunca ocupé un cargo público, ni siquiera en estos dos años que estuve de lleno en la Fundación. Precisamente porque considero que la sociedad mendocina no lo ve bien. Me dediqué a trabajar en mi actividad privada y en la Fundación. Surgió la posibilidad de postularme como candidata a legisladora, pero quiero que sea la gente quien decida a través del voto popular. Eso es lo que representa un verdadero desafío para mí.
-Bueno, pero reconozcamos que el apellido, así como pesa es un punto a favor.
-En algunos casos sí, en otros no. Me siento muy orgullosa del apellido y de lo que representa, porque conozco los valores con los que mi familia nos crió. En esta actividad uno está muy expuesto a operaciones de prensa, donde muchas veces no importa la verdad, sino lo que se instala como noticia. Eso es lo ingrato: uno da todo en su trabajo y pueden aparecer operaciones que buscan ensuciar. Pero son los riesgos de esta actividad, y lo llevo con gran orgullo. Ser Petri es un gran orgullo para mí.
-¿Se viene la “era Petri” en Mendoza?
-Hay que trascender el apellido. Y que hoy tenga relevancia a nivel nacional es algo positivo, pero también implica una responsabilidad. Tengo que sostenerlo, más aún con la calidad que ha demostrado mi hermano. Considero a Luis una persona brillante, honesta, con muchas virtudes. Lo quiero mucho, pero sobre todo lo admiro como persona y como político. Para mí es un enorme desafío estar a la altura de lo que él ha construido en el Congreso y en su trayectoria pública.
-Pero ahora están en partido distintos. Él en La Libertad Avanza; vos te quedaste en la UCR.
-Sí decidí quedarme en el radicalismo. Somos de partidos distintos, pero estamos en el mismo frente, así que en la práctica es lo mismo. Fue una decisión estratégica: no hacía falta que yo me fuera. La Libertad Avanza también tiene espacio para crecer en Mendoza. La alianza se hizo para aumentar el caudal de votos.
-¿Te costó tomar esa decisión? ¿Te pone incómoda?
-No. Asumí el compromiso de ser vicepresidenta del partido y tengo mandato hasta diciembre. Cumplo con la palabra empeñada. Además, soy radical desde los 18 años, cuando mi papá me trajo la ficha de afiliación. No veo necesario irme, me siento muy cómoda donde estoy.
-¿Cómo te llevás con los correligionarios “históricos”, espantados por este acuerdo? Dicen que Alfonsín, por ejemplo, jamás hubiera pactado con un personaje con la ideología de Milei.
-Creo que son radicales nostálgicos, con una visión parcializada. Hoy estamos en un momento histórico en el que o seguimos la corriente o la corriente nos arrastra. Tenemos que decidir qué modelo de país queremos: uno que avance hacia la libertad o uno que vuelva a ser tomado por el kirchnerismo. Yo no tengo dudas: quiero un país que abrace las ideas de la libertad y avance.
-¿No se merecen un espacio?
-Los que tienen esa mirada ya no tienen mucho protagonismo. Son exlegisladores o personas mayores. No veo muchos jóvenes radicales pensando así. Lamentablemente, es un tema que el partido debe revisar: cómo volver a enamorar a los jóvenes con el discurso radical. La Libertad Avanza ha sabido capitalizar muy bien esa llegada a los jóvenes. Es necesario replantear las políticas internas para conectar con la militancia joven.
-Uno de los soportes históricos del radicalismo han sido las políticas sociales. ¿Cómo se compatibiliza eso con las ideas libertarias del Gobierno nacional actual?
-Si uno observa las políticas del presidente Milei, en ningún momento se eliminaron los planes sociales. Se mantuvieron. Lo que se eliminó fueron los intermediarios y los negocios que se hacían alrededor de esos planes. No hay antagonismo ni contradicción. Cuando se acusa al gobierno nacional de insensible, muchas veces lo hacen quienes quedaron fuera de ese negocio. La asistencia a los más necesitados continúa a través del Ministerio de Capital Humano.
-Si asumís en diciembre como legisladora provincial, ¿cuál sería tu primer proyecto?
-Ya estamos trabajando en una propuesta: una reforma tributaria integral en la provincia de Mendoza. Así como hubo reformas en salud y educación este año, creo que es fundamental avanzar en lo tributario. El impuesto a los Ingresos Brutos, por ejemplo, aunque Mendoza ha reducido su alícuota, sigue siendo uno de los más distorsivos. Gravar en cascada cada etapa de producción disminuye la productividad y la competitividad. Necesitamos dar un respiro a los empresarios. Lo ideal sería que se grave solo la última etapa, la comercialización al consumidor final.
-Eso en lo provincia. ¿Y en la Nación? Ya se sabe que una cosa es el frene para ganar elecciones y otra un frente para gobernar.
-Desde el punto de vista técnico, se puede avanzar en la desregulación que necesitan las economías regionales y en el vínculo con Nación. Por ejemplo, si hay dobles controles fitosanitarios entre provincias, habría que eliminarlos. Si existen en San Juan y Mendoza, dejar uno solo. Intervenir en esas reglamentaciones que terminan siendo burocráticas y aumentan el costo argentino, incluso al momento de exportar, nos hace menos competitivos.
-Aunque ahora parece repuntar, Mendoza viene de años sin crecer y echándole la culpa a la macro nacional. ¿Creés que la minería nos va a salvar?
-Coincidió con el despertar de la minería. Creo que posicionará major a Mendoza. Pero son proyectos a largo plazo, de cinco a diez años para empezar a ver beneficios y el efecto derrame en la sociedad y en las actividades económicas que la rodean. Todo lo que se ha hecho este año y el anterior me parece trascendental y exitoso, siempre en los lugares donde exista licencia social para aplicarlo y respetando la Ley 7722. Pero no debemos enfocarnos solo en eso. También hay que mirar el resto de las economías regionales y cómo se produce ese derrame hacia otras actividades. Estoy trabajando con algunas cámaras empresarias en ese sentido.
-¿Cómo imaginás el futuro de tu carrera política? Suponemos que a corto plazo apoyando la gestión de un supuesto gobernador Luis Petri.
-Voy paso a paso. Hoy enfrento un gran desafío que asumo con responsabilidad y voy a dar lo mejor de mí. No me proyecto a largo plazo porque creo que hay que cumplir etapas y no quiero que el árbol me impida ver el bosque.
-¿Qué pensás de las redes sociales, los trolls y esas herramientas tecnológicas que están moficiando la manera de hacer política, sobre todo electoral? Eso también es “se joven”.
-Sí uso las redes sociales, especialmente Instagram en lo personal. No tanto otras. A veces, si necesito comunicar algo importante, recurro a ellas, pero en general me siento más cómoda con Instagram. Prefiero en focarme en los temas en los que me toca trabajar.

-¿Y los medios de comunicación tradiconales, qué lugar ocupan en tu mirada de la política?
-Respecto a los medios de comunicación tradicionales, están atravesando una transformación como todo el mundo. La tecnología permite un contacto más directo entre la política y los ciudadanos, lo cual puede ser favorable, pero también es un arma de doble filo. Pensemos que creadores de eas redes sociales les prohíben a sus propios hijos usarlas, lo cual ya debería generarnos una alerta.
-Pero ahora no hay político que no use las redes, incluso para mentir.
-Las redes tienen beneficios: permiten llegar a mucha gente y entrar en muchos hogares. Pero hay que tener cuidado. El algoritmo muestra lo que sabe que queremos ver, y muchas veces se instalan noticias engañosas que no son reales. Eso puede llevar al electorado a tener información distorsionada.
-¿Hay que regular las RR.SS.?
-Habría que analizar cómo se maneja la legislación comparada en otros países. Hay una línea muy delgada entre la regulación y la libertad de prensa. No hay que caer en extremos. Hay chicas que sufren trastornos alimentarios y tuvieron que desinstalar Instagram como parte de su tratamiento, porque el algoritmo les mostraba constantemente contenido relacionado con comida, lo que les hacía muy mal. Eso nos obliga a pensar en la influencia de las redes, especialmente en los jóvenes, que no fueron formados como nosotros. Internet también genera bucles: te muestra lo que sabe que te interesa y te mantiene atrapado en eso.
-Qué sentis cuando vos o tu hermano Luis son atacado por las
-Hace unos años, algunos comentarios me dolían mucho, especialmente como hermana, porque sabía que eran mentira. Hoy entiendo que son parte de las reglas del juego. No los leo, no pierdo tiempo en eso. Me enfoco en lo positivo, en construir. No me detengo en comentarios dañinos. No van a conseguir lo que buscan. Si lo intentan, que pierdan el tiempo, pero no les voy a dar pie. No contesto, en absoluto. Aunque respetamos y sabeos que no todos piensas igual y tiene la misma opinión.
-Con o sin redes, ¿cómo viene la campaña?
_La campaña ya empezó, el 26. Estamos trabajando a fondo porque quedan menos de 60 días para el 26 de octubre. Se está debatiendo el destino del país, el país que queremos. Tenemos que ser muy responsables con el mensaje que transmitimos, con lo que queremos que le llegue a la ciudadanía. Hay que convocar a todos a votar, a elegir el modelo de país que quieren para ellos y para sus hijos. Es muy importante.
-¿Creés que el país puede ingresar en un clima de violencia política en Argentina?
-Espero que no, y voy a bregar para que no suceda, desde el lugar que me toque. Al contrario, debemos acercarnos cada vez más a la civilización y alejarnos de comportamientos incivilizados que solo denostan a las instituciones. La gente no quiere eso. Quiere políticos que trabajen en serio, que se pongan la camiseta de Argentina y saquen el país adelante. Está en juego nuestro futuro y el de nuestros hijos.
-Pero también hay denuncias de corrupción. No deberíamos minimizar esos hechos. ¿Creés que faltan leyes, controles o simplemente ética?
-Lo que falta son más controles. Las leyes están, en su gran mayoría. Hay que efectivizar esos controles. Cuando se decidió auditar las universidades, ¿cuántas estaban siendo auditadas? Los controles existen, pero hay que hacer hincapié en que se cumplan. Es lo que está apuntando el Gobierno nacional.
-Una de las denuncias más fuertes tiene que ver con la industria de los medicamentos y tu actividad privada es la farmacia (“Nueva Lima”, en San Martín). Sabrás más del tema que el ciudadano común. ¿Es así el sistema, como lo cuentan?
-Es cierto, coincide con mi experiencia en el ámbito privado. Pero en el negocio de las farmacias todo está muy regulado. Desde el expendio de medicamentos con receta de archivo, hasta la trazabilidad. Hoy no se puede vender ningún antibiótico sin receta. Hay conciencia, más allá de los controles provinciales del Departamento de Farmacia. Los directores técnicos y responsables saben que no se puede vender sin receta, porque corremos el riesgo de que, para 2050, las bacterias sean resistentes y nos muramos de una gripe por el abuso de antibióticos.
-Es un negocio distinto.
-Claro. Todas las compras están reguladas y deben hacerse a través de droguerías. Los casos que aparecen en la prensa, salvo excepciones puntuales, no reflejan la realidad del sector. Como en todos lados, existe la ley y existe la trampa. Pero la mayoría trabaja como corresponde. Es un porcentaje mínimo.
-¿Te ha pasado que algún jubilado haya ido con una receta del PAMI y hayas tenido que decirle que debe volver otro día?
-Nosotros recibimos PAMI en mi farmacia. Los medicamentos se entregan según lo que está cargado en la nube y de acuerdo al nomenclador: si están cubiertos al 100%, o si tienen una cobertura del 50%, 60% o 70%. Eso no lo regula la farmacia, sino el sistema de PAMI. Puede ocurrir que la receta no esté cargada porque aún no ha pasado el plazo de 30 días desde el último consumo. Entonces hay que revisar la fecha y, si faltan cuatro o cinco días, el paciente debe volver cuando se cumpla ese plazo. En esos casos, sí hay que esperar. Pero si la receta no aparece, es porque no está subida a la nube.
-Pero, más allá de las polémicas y la legislación, el sistemaestá desfinanciado.
-Hay que encontrar un equilibrio. Los abusos desfinancian los sistemas, y cuando alguien realmente necesita que el medicamento esté cubierto al 100% porque no puede costearlo, los recursos ya no están. Eso es lo que está pasando ahora con mucha gente. Se pagan las consecuencias de los abusos del pasado.
-¿Qué artículos puede vender una farmacia y cuáles no debería?
-En la tendencia a ser más libre, podría vender un paquete de arroz si quisiera. Pero no creo que una farmacia deba cumplir el rol de un almacén. Para eso están los negocios. Por ley, en Mendoza no se puede. En otras provincias, como Córdoba, sí se venden yerba, café, etc. En cadenas grandes, a veces se encuentran esos productos, pero los inspectores labran actas y aplican multas. Aun así, siguen vendiendo.
-¿Cuál es el modelo de farmacia ideal entonces?
-Hay una obligación de cumplir con la normativa, pero desde mi apreciación personal —no soy farmacéutica, soy contadora—, es un negocio más. Si bien se dispensan medicamentos, me gusta el modelo americano, donde hay una parte dedicada a medicamentos y otra a productos relacionados con belleza, cuidado capilar o regalería.
¿Se puede vivir sin ser cadena?
Es un negocio muy ajustado. Se puede vivir, pero no te vas a hacer millonario. Hay que ser muy riguroso con los números. Si se disparan los costos, aparecen problemas financieros para pagarle a las droguerías.
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today